Festival de la Pizza

Romca y yo llevamos hablando del Festival de la Pizza desde finales de mayo porque queríamos tener algún tipo de premio por terminar los exámenes. Por tanto, cada vez que nos quejábamos de tener que estudiar, decíamos: «Pero cuando terminemos los exámenes, vamos a pasar un día genial en Praga con sol, comida rica y bebidas y todo será maravilloso». Al final, el tiempo pasó rápido y ese día llegó.

Después de comer, me iban a dar un masaje tailandés por primera vez. Es un regalo que me hizo un compañero de trabajo y tenía ganas de probarlo. No suelo ir al centro de masajes, ni siquiera recuerdo la última vez que me dieron uno. Sabía que era un masaje de todo el cuerpo, así que estaba un poco nerviosa. Cuando llegué, la mujer me dijo que me quitara toda la ropa menos las bragas. Lo hice y esperé a que comenzara. Empezó de una forma un poco rara porque al principio no usaba aceite, solo masajeaba sobre la toalla. Por suerte, unos minutos después empezó a ser un masaje normal con aceite. Pero solo un rato. Me estaba gustando mucho, hasta que empezó a doler. A veces la mujer estaba prácticamente tumbada sobre mí y era horrible porque pesaba mucho. Sin embargo, siguió con lo suyo. Me gustaba, pero no del todo porque dolía. No sé si siempre será así porque era la primera vez que iba. Solo me habían hecho unos cuantos masajes cuando estuve en un spa. Igual es que los buenos masajes no tienen que gustarte siempre.

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El sitio se llamaba Failin y estaba justo al lado de la parada de metro Náměstí Míru, por lo que fue fácil encontrarlo. Después de un masaje de espalda normal, la mujer me hizo un masaje en el cuello y en la cara. No me gustó nada. Se puso a pincharme en el cuello sin preguntarme siquiera y cuando me quejé me dijo: «No, si no duele». Después, casi se puso de pie sobre mí, me masajeó las piernas y me tiró de los brazos hasta que se oyó un crujido. Fue una experiencia muy extraña. He de decir que prefiero los masajes relajantes y aromáticos con aceites o piedras calientes a esta locura. Sin embargo, tengo que admitir que al día siguiente no me dolía nada la espalda y me sentía muy bien, lo cual es bueno.

Después del masaje, me encontré con Aja, Romca y peta. Estábamos todos muy emocionados por ir al Festival de la Pizza. Hacía un tiempo horrible. Había ido de compras y me había comprado un vestido precioso para la ocasión, pero no había sido una buena idea porque tenía frío hasta con la chaqueta puesta. Además, llovía un poco. Lo bueno es que eso hizo que no fuera tanta gente y no tuvimos que hacer cola. Cuando llegamos, me quedé a cuadros. Si me dices Festival de la Pizza, espero muchos puestos de comida con pizzas raras y de muchos tipos. Pues no era así. En unos pocos minutos lo recorrimos entero. Por ejemplo, había un sitio pequeño con solo dos pizzas distintas. Increíble. No tienen derecho a llamarse Festival de la Pizza.

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Al final encontramos un buen sitio para comer. De hecho, el que hacía las pizzas era famoso, tenía el récord Guinness a la mayor masa consistente de pizza. Pedimos las pizzas allí, una con champiñones y otra con queso italiano. La segunda me encantó, las pizzas con queso y nata son maravillosas, aunque tampoco era nada del otro mundo.

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No estuvimos allí mucho tiempo, después fuimos a beber algo a Ananas Bananas. Nos gusta el sitio porque tienen una oferta especial hasta las 20. 00: todos los cócteles por menos de dos euros, que está muy bien. Pedí una Piña colada, estaba muy contenta. El lugar está genial no solo por los precios, sino porque está en el centro. Desde la plaza de Wenceslao llegas en 10 minutos. Todo pasó muy rápido y tuvimos que irnos para prepararnos para la fiesta en barco, la última fiesta del semestre y probablemente mi última fiesta en la Universidad Carolina. Creo que cuando estuve fuera apenas tuve tiempo de contar cómo fue mi último semestre. Tenía mil cosas que decir, pero hubiera necesitado todo un día o incluso una semana.

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Cada año, al final del semestre hacemos una fiesta en un barco. ¡Ayer me lo pasé genial allí! No solo vi a gente a la que hacía más de seis meses que no veía, además conocí a un chico, Nicolas. En realidad ya lo conocía, pero no en persona, solo de hablar por Facebook. No es la primera vez que me pasa. Es gracioso conocer a alguien por Facebook y luego verlo cara a cara tras días, meses o décadas. Él fue el que, además de Pavel, me recomendó ir a Lila porque estuvo allí dos años antes. Molaba mucho hablar con él tras el intercambio, estuvimos recordando todo lo que habíamos hecho y no podía creer que hubiera ganado el título de Fiestero Supremo ¡porque el tío que lo ganó cuando fui yo era uno que se había pasado absolutamente todas las noches bebiendo! Descubrimos que pensábamos lo mismo del Erasmus: nos había encantado.

Si tengo que puntuar la fiesta, diría que fue de diez. No me importó que la música estuviera anticuada, cantamos y bailamos muchísimo. Además, me sorprendió encontrarme con amigos de la universidad a los que hacía siglos que no veía, por lo que siempre había algo de lo que hablar. Quería saberlo todo sobre sus nuevos trabajos, novios, novias y planes de futuro. Creo que las fiestas dependen sobre todo de la gente, así que todo me pareció bien. Sin embargo, algunos se quejaron de la organización. Yo creo que hasta las colas para ir al servicio eran cortísimas.

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Me gustó mucho estar en el barco y ver a Romca tras tanto tiempo (dado que vamos a vivir juntas en Ámsterdam). Estuvimos hablando de todo un poco y disfrutando de las vistas desde el barco con Peta. Las chicas fueron muy graciosas y consiguieron colar botellas de ron con maestría, escondidas en las bufandas. También nos hicimos muchas fotos. Me quedé en el barco casi la última porque no quería ser la primera en llegar al bar en el que celebrábamos la fiesta de después. Pero al final nos tuvimos que quedar de todos modos porque Tynka no encontraba su móvil. Menos mal que resultó que alguien se lo había guardado. Luego estuvimos un rato intentando encontrar el camino (¡parece que es porque nunca hemos ido a Popocafepetl, pero hemos ido muchas veces! ). Recuerdo que nos equivocamos de camino por lo menos tres veces. Y por fin, llegamos a Popocafepetl. Me sorprendió ver a tanta gente. Conseguí beberme un chupito de tequila entero, normalmente no me lo termino. Estuvimos bailando otra vez. Estaba muy contenta, hasta que me di cuenta de que no llevaba mi chaqueta.

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En Lila, los bares no tenían guardarropa y eran pequeñísimos, así que hacíamos una montaña de chaquetas. Por eso me pasé todo el semestre con miedo a que me la quitaran. No porque la fuera a echar de menos, ¡sino porque me iba a helar de camino a casa! En realidad nunca pasó nada de eso estando allí. Sin embargo, en casi mi primera fiesta en Praga, alguien se llevó mi chaqueta. Estoy casi segura de que se la llevaron por accidente porque vi una muy parecida en un banco. Qué rabia. Me encantaba esa chaqueta y la del banco ni siquiera me venía. Malditos borrachos que no saben distinguir sus cosas...

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Parece que esta es la semana de la pizza porque cuando volví a casa, mi madre y yo hicimos pizza casera. Está guay porque le puedo poner todo lo que quiera. Hice una foto de los ingredientes y otra de la pizza terminada. Hicimos de dos tipos: una con nata y varias clases de queso y otra con tomate, jamón y queso. Juliette, para variar, la quería sin nada. Esta semana ha sido agotadora, qué ganas tengo de irme a dormir. ¡Mañana viene por primera vez a casa una amiga del instituto!

Es gracioso porque antes de mudarme a Hradec Králové recuerdo que decíamos: «¡Va a ser perfecto porque cuando viva aquí podemos ir a mi casa todos los días después de clase y hacerlo todo juntas! ». ¡La mudanza llevó su tiempo y al final no tuvo oportunidad de venir! ¡Por eso tengo ganas de verla y celebrar que ya somos universitarias!

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