Viaje por carretera por la Región Centro de Portugal

Como el 8 de diciembre es fiesta nacional en Portugal, decidimos hacer un viaje por carretera de cuatro días por la Región Centro de Portugal. Algunos de mis amigos no tuvieron suerte con las fechas de sus exámenes y otros tenían que estudiar el viernes o hacer alguna prueba ese día. Muchos de ellos decidieron no venir en el último momento, así que finalmente viajamos una buena amiga alemana y yo solas. En realidad, viajar las dos fue muy positivo, ya que queríamos pasar las vacaciones de la misma manera: sin estrés, pero visitando el mayor número de lugares posible. Decidimos que solo pararíamos si algo nos interesaba y, si no, continuaríamos nuestro camino. Nunca discutimos sobre los planes de cada día y nuestro viaje por carretera fue muy tranquilo. También tuvimos mucha suerte con el tiempo, pues todos los días hizo sol y las temperaturas incluso alcanzaron los 23 ºC el último día. ¡Era algo totalmente impensable para ser diciembre!

El jueves por la mañana, a eso de las 9, fuimos a alquilar un coche y nos dirigimos hacia el norte. Evitamos todas las carreteras con peajes, lo que significaba estar más atento a las condiciones de las carreteras que, por lo general, están en bastante mal estado. En distancias cortas no existe tanta diferencia y se pueden ver más cosas del país.

Día 1

Nuestra primera parada fue el jardín Buddha Eden, el jardín más grande de Europa dedicado a Buda. Allí dimos un relajante paseo y visitamos las diferentes zonas. Vimos algunos estanques artificiales, un anfiteatro, muchas estatuas budistas, caballeros de terracota y arte africano y moderno. Fue maravilloso. Pasamos allí un rato simplemente disfrutando del sol.

Tras esta parada, fuimos hacia Peniche. Allí comimos en la playa y paseamos por los acantilados, que eran muy escarpados. En la parte baja, el agua rompía con mucha fuerza y hacía mucho ruido. Además de la playa y los acantilados, Peniche no tiene nada más interesante que ofrecer, así que nos dirigimos hacia nuestro siguiente destino.

Por la tarde llegamos a Óbidos, donde nos costó mucho encontrar aparcamiento. Óbidos es una ciudad bonita y pequeña, tiene un castillo, un casco antiguo y un acueducto. Es famoso por su mercado navideño que, sin duda, queríamos visitar. La entrada costaba 6 € y el mercado era bastante pequeño y caro. Sin embargo, el castillo crea una atmósfera similar a la de la Edad Media, así que merece la pena visitarlo. Probablemente, cualquier mercado navideño en Alemania tiene más puestos y no hay que pagar para entrar. A pesar de todo, estuvo bien y compramos algunas cosas muy ricas para comer. El chocolate caliente que tomamos al final de la visita y que nos sirvieron en una copa con forma de castillo fue lo mejor. Pudimos llevárnosla, así que nos la quedamos de recuerdo. Había muchas atracciones para niños, así como áreas temáticas sobre "El Principito", "Alicia en el país de las maravillas" e incluso una pista de patinaje. También probamos, por supuesto, la famosa ginjinha típica de Óbidos que nos sirvieron en un vaso de chocolate. Por la noche bajaron las temperaturas y el mercado cerró bastante pronto. Nosotras queríamos comprar algunos dulces para el camino, pero se habían agotado, así que nos fuimos hasta nuestro hotel en Fátima. Nos costó muy barato, teníamos una habitación doble y el desayuno incluido. Había pan, jamón, queso, pão de deus (un pan de coco típico de Portugal), muchas clases de mermelada, mantequilla, miel, fruta, yogur, cereales, té, café y chocolate en polvo. ¡Era más que suficiente para empezar el día con energía!

Día 2

Para este día teníamos pensado visitar las Grutas da Moeda ("cuevas del dinero", en portugués). Toda la región que rodea Fátima es famosa por sus cuevas de piedra caliza con estalactitas. Me recordaron mucho a las cuevas que visité en la ciudad de Nelson, al sur de Nueva Zelanda (puedes descubrir más sobre este viaje en mi blog sobre Nueva Zelanda). Nos fueron a buscar al hotel con el Jeep típico de los safaris y nos llevaron hasta las cuevas. La leyenda dice que unos cazadores las encontraron mientras perseguían a un zorro que intentaba esconderse allí. El nombre de este lugar viene de otra leyenda que habla sobre un grupo de ladrones que robaron a un hombre mayor, lo mataron y lo tiraron al interior de la cueva. Sin embargo, olvidaron quitarle el dinero que llevaba encima. El guía fue muy amable y fuimos en un grupo de solo cuatro personas, aunque lo habitual es que haya unas 30, por lo que fue una visita casi privada. Nos explicó muchas cosas sobre las cuevas y nos dio algunas reglas mnemotécnicas en inglés y en portugués para que nos acordáramos de la diferencia entre estalactitas y estalagmitas. En portugués era lo mismo que en alemán, había que fijarse en la letra "t". La del inglés era diferente y ya no consigo recordarla. En algunas ocasiones nos preguntó la edad de algunas formaciones, ya que podía calcularse por su tamaño. También nos enseñó algunas formaciones especiales que parecían un cocodrilo, el Titanic, un pastor, un trozo de jamón, brócoli o coliflor. También hicimos un pequeño viaje al pasado de unos 600 años para ver cómo se juntan una estalactita y una estalagmita. Me encantó la visita y, al final, nos dieron a probar un vino muy rico para que probáramos un producto típico y un dulce que me recordó mucho al "Stollen" alemán. Tras esta visita, volvimos al hotel.

Pasamos el resto del día visitando los santuarios de Fátima. Todo está construido para acoger a grandes cantidades de personas. Hay una gran plaza con altavoces para transmitir las misas, una iglesia enorme con muchos bancos y muchas salidas de emergencia. Todo es muy moderno y está muy bien diseñado. En la iglesia pueden visitarse las tumbas de los tres niños que, en 1919, vieron en repetidas ocasiones a la virgen María. Ella les pidió que le hicieran ofrendas y que fueran cada mes al mismo lugar. Ese lugar está en el camino de la Cruz, un recorrido que también hicimos. Pueden verse diferentes escenas del via crucis y otras de las apariciones de la Virgen. Hay una capilla en el lugar donde los niños la veían. En resumen: Fátima es muy pequeño, pero muy católico. Los puntos de mayor interés son los santuarios y el camino de la Cruz. Hay numerosas tiendas de recuerdos que venden velas y rosarios. Nos quedamos allí una noche más y probamos el típico bacalhau com nata y la carne do alentejo en el restaurante del hotel. Eran platos compuestos por pescado con nata y carne con mejillones. Los dos estaban muy ricos.

Día 3

El tercer día fuimos a Coímbra y decidimos visitar el Jardim da Sereia y el jardín botánico de la universidad. El tiempo seguía siendo increíble y los jardines eran muy bonitos, especialmente la parte del “Azulejo” en el Jardim da Sereia. Ambos son pequeños y tienen un ambiente muy natural y muros antiguos. Son muy místicos, ¡tal como me gustan a mí! Coímbra es una ciudad en una montaña, con muchos caminos pequeños y sinuosos. Es horrible si tienes que conducir, pero muy agradable para dar paseos y descubrir cosas nuevas. No entendimos el sistema de aparcamiento de la ciudad. En el hotel nos dijeron que era gratuito, pero los carteles que había en la calle decían que había que pagar, así que así lo hicimos para asegurarnos.

Visitamos la Universidad de Coímbra, que es lo más famoso de la ciudad. Tuvimos que pagar 9 € para visitarla, aunque la entrada también incluía una visita al museo de ciencias. Yo quería visitar la universidad a toda costa, ya que es una de las más antiguas de Europa. Tiene un campus muy grande y hay una plaza enorme en medio de los edificios principales. Como está en lo alto de la colina, ofrece unas vistas increíbles de la ciudad. No pudimos entrar a las aulas porque en ese momento se estaban impartiendo clases. Se dice que son muy incómodas para evitar que los estudiantes se quedaran dormidos. Aunque se diseñaran hace mucho tiempo, el objetivo hoy en día sigue siendo el mismo, aunque ya no se cumple. También visitamos la biblioteca histórica, donde no se pueden hacer fotos. Era impresionante, diría que incluso más que la biblioteca del Trinity College de Dublín que visité meses antes. Pueden utilizarse los libros, pero al igual que en Dublín, solo por motivos concretos y en la sala de lectura del propio edificio. Esta biblioteca tenía estanterías muy altas decoradas en tonos verdes, naranjas y dorados. Los muros eran muy gruesos, por lo que la temperatura es siempre la misma y hay dispositivos que absorben la humedad. Las escaleras están incorporadas en la propia estantería y solo pueden verse si se presta mucha atención. Hay murciélagos que viven allí y que protegen los libros de los insectos. Por ello, tapan las mesas por la noche: para protegerlas de los murciélagos y sus necesidades. Bajamos al sótano, en el que a veces se hacen exposiciones. En aquel momento había libros antiguos que demostraban lo bien que se conservan allí los documentos. Algunos tenían decoraciones y letras muy bonitas. El último piso era la cárcel de los estudiantes. Allí mandaban a los estudiantes que contestaban mal a los profesores o llegaban tarde a menudo. Por aquel entonces era un espacio muy moderno, con baños secos ecológicos y donde se trata muy bien a los estudiantes, al menos a los que pagaban mucho por asistir a esta universidad. Sin embargo, solo se les permitía salir de allí para ir a clase y se les acompañaba desde la prisión al aula y viceversa. Nuestra siguiente parada fue la capilla que, a diferencia de las clases, era muy acogedora. Quizá esa era la recompensa a todo el dinero que debían pagar los estudiantes. Como todas las iglesias de Portugal, estaba muy bien decorada y tenía azulejos en las paredes. Después pudimos visitar la armería y el gran recibidor, donde cada cuatro años se celebra la ceremonia de elección del rector, donde anualmente tiene lugar el evento de inauguración del año escolar y donde se reciben a los doctorados con matrícula de honor. Es un recibidor impresionante con unos techos muy altos, muchos cuadros y adornos de terciopelo.

Cuando nos fuimos de la universidad, visitamos el museo de ciencias de la universidad, donde había mucha información sobre física y biología e incluso una visita guiada por la exposición zoológica y las máquinas utilizadas en estas disciplinas. Cuando acabamos la visita ya se había hecho de noche y muchas cosas estaban cerrando, así que no tuvimos tiempo para más. Paseamos por las calles decoradas para Navidad y echamos un ojo a las diferentes tiendas. Para cenar fuimos a un restaurante y comimos salmón y calamares a la plancha, además de ensalada. Nuestro hostal de Coímbra estaba muy limpio y era acogedor, sobre todo nuestra habitación, que estaba en la planta baja. Me gustó mucho, hasta que empezó a hacer cada vez más frío y me di cuenta que el techo no estaba aislado. Podían verse las tejas del tejado. Me tapé con cuatro mantas y aun así tardé mucho en entrar en calor y quedarme dormida.

Día 4

A la mañana siguiente desayunamos muy bien: comimos tostadas, cereales y fruta, todo ello por un buen precio. Fuimos a visitar el monasterio de Santa-Clara-a-Velha, donde nos informaron sobre la vida en el monasterio y cuyas ruinas pudimos visitar. Creí que la tumba de la santa Doña Isabel estaría en aquella iglesia, pero la habían llevado al edificio nuevo. Isabel hizo el milagro de las rosas, del que habíamos hablado mucho en la universidad. Isabel era la mujer del rey de Portugal (no me acuerdo de cuál) y le encantaba ayudar a los pobres y a los más necesitados. A su marido no le gustaba que lo hiciera y una vez la vio salir a hurtadillas del castillo con mucho pan escondido bajo el abrigo. Le preguntó que qué escondía y ella dijo: "rosas". El le preguntó: "¿rosas en enero? Es imposible. ¡Ábrete el abrigo! " Cuando ella lo hizo, había cientos de rosas. Por su deseo de hacer el bien, sus mentiras quedaron ocultas y pudo continuar ayudando a los pobres y a los enfermos. Tras su muerte se la nombró santa.

Antes de irnos a la siguiente ciudad, quisimos visitar la Quinta das Lágrimas y la Fonte dos Amores ("el Jardín de las Lágrimas" y "la Fuente de los Amores", en portugués), aunque yo ya conocía su historia. Era la historia de Pedro e Inés. Él era el príncipe heredero de la corona de Portugal y debía casarse con una chica en concreto, pero se enamoró de su doncella: Inés de Castro. A sus padres no les gustó que esto ocurriera, ya que ella era española y no querían tener influencias extranjeras en su reino para poder mantener la independencia. La mandaron al exilio y obligaron a Pedro a que se casara con la otra mujer. Ambos tuvieron un hijo antes de que ella muriera. Después de esto, él trajo de vuelta a Inés y tuvieron tres hijos juntos. La leyenda difundida por el famoso escritor portugués Camões dice que Inés fue asesinada, así que Pedro no pudo casarse con ella y su hijo era el único heredero al trono. Sus padres tenían miedo de que uno de los hijos de Inés se convirtiera en rey. Según cuentan, fue asesinada en la Quinta das Lágrimas, donde lloró tanto que aún sigue habiendo agua hoy. Los padres de Pedro pensaron que todo había acabado, pero el día que se coronó rey hizo que le llevaran el cuerpo sin vida de Inés, la sentó en el trono y la proclamó reina, así que todos sus hijos también eran herederos legítimos. Realmente no recuerdo qué pasó después, pero creo que los tres hijos de este matrimonio también fueron asesinados. Sin embargo, sí que recuerdo que Inés y Pedro están enterrados uno al lado del otro para que lo primero que pudieran ver al otro lado fuera a su amado. Esto es lo que dice la leyenda, ya que lo que ocurrió en realidad no está claro. Cuando entramos al jardín, nos mandaron ir a un club de golf para comprar la entrada. No lo encontramos y tampoco queríamos pagar, así que entramos sin más y no había nadie para cobrarnos. Sinceramente, no mereció mucho la pena, así que me alegro de que fuera gratis. Tan solo era un pequeño jardín con una fuente, nada especial, y un riachuelo que manaba de un antiguo muro. Eso era todo. Me lo esperaba más bonito y místico, pero bueno, al menos lo vimos.

Después seguimos nuestro camino hacia el norte para visitar Aveiro, también llamada "la Venecia de Portugal". Hay muchos canales, góndolas y puentes por toda la ciudad. Las casas son muy coloridas y tienen los azulejos típicos. Había más de 22 ºC, así que pudimos disfrutar del buen tiempo en esta maravillosa ciudad. Probamos los dulces más típicos de la ciudad, los ovos moles, hechos con una masa de azúcar y huevo que se introduce en una oblea. Estaban ricos, pero no tanto como esperaba. Nos dimos un capricho y pedimos un helado porque era muy barato y, para ser diciembre, hacía bastante calor. Por la tarde regresamos a Lisboa, ¡fue un viaje muy largo! Nos lo pasamos muy bien juntas y vimos todo lo que quisimos que, en realidad, fue mucho para tan solo cuatro días. Lo que más me gustó fue Óbidos, las cuevas, la universidad de Coímbra y Aveiro. ¡Aún nos quedan muchos sitios que descubrir en Portugal!