Padua y Ferrara
Durante mi Erasmus, mis padres vinieron a visitarme y pensaron que querían viajar conmigo. Como ya habíamos estado en ciudades como Verona, Florencia o Venecia, decidimos que estaría bien visitar algún lugar que no fuera tan turístico.
El plan era ir a Padua (Padova en Italiano). Como mis padres vinieron en coche, lo aprovechamos y llegamos a la ciudad en una hora y veinte minutos. Si quieres entrar al centro de Padua en coche, tienes que pagar para tener autorización. Esta zona del centro se llama "Zona traffico limitato". El problema es que es muy fácil que pases por alto la señal y entres en esta zona sin tener el permiso necesario. Si te pillan, te harán pagar una multa. Y, por supuesto, cuando viajas en coche siempre tienes el mismo problema: el aparcamiento. Lo más seguro es dejar el coche en un parking. Normalmente, se paga por horas. Nosotros lo dejamos en el parking Piazza Rabin, que costaba solo un euro por hora. Nos decidimos por este porque no estaba en la "Zona traffico limitato" y porque tenía la ventaja de que estaba a pocos minutos del centro.
Padua es una ciudad pequeña, pero con mucho encanto. Está lleno de iglesias, museos y palacios. Lo primero que vimos, tan solo un minuto después de salir del parking, fue el Prato della Valle. Parecía que fueses una pequeña isla rodeada por un río. En este río, había muchas estatuas y puentes, decorados a su vez con estatuas. Creo que leí en alguna parte que el Prato della Valle tenía 78 estatuas. Desde allí, pasando por la Basílica de San Antonio de Padua, llegamos al centro de la ciudad. Una vez allí, vimos la Piazza della Frutta, la Piazza dei Signori, el Duomo di Padova (la Catedral Basílica de Santa María de la Asunción), el Palazzo della Ragiones, el Bo Palace y muchos otros monumentos.
Después de todo, aunque Padua fuera una ciudad llena de encanto, siempre la recordaré como el lugar en el que compré esas preciosas y baratas botas de piel. Nos dimos cuenta de que en Padua había muchísimas tiendas de zapatos de piel, desde las más caras e inaccesibles, hasta las más asequibles. De hecho, hasta vendían zapatos de piel en los puestos del mercado que había en la calle.
En el camino de vuelta a Bolonia, decidimos que sería buena idea parar en una ciudad llamada Ferrara. Encontramos un parking gratuito cerca del centro de la ciudad y nos dimos un paseo. En Ferrara, vimos la impresionante Catedral de Ferrara del siglo XII, en honor a San Jorge. Además, vimos un castillo medieval, el Castillo de los Este (en italiano, Castello Estense), el Museo della Cattedrale, una calle muy interesante llamada Volte y mucho más. Nos tomamos el té en una de las cafeterías de la calle y seguimos con nuestro camino de vuelta a Bolonia.
Aunque no estuvimos mucho tiempo, me alegro de haber tenido la oportunidad de conocer una ciudad tan llena de historia. De hecho, fue diseñada en el Renacimiento y la mayoría de la ciudad sigue intacta, ahora bajo la protección de la Unesco. Creo que es una de las joyas ocultas que los turistas suelen pasar por alto.
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