¡Vamos, Lotofen!

Después de la primera parada nos quedaba aún un largo camino por delante. La distancia entre el aeropuerto y nuestras cabañas era de más de 200 kilómetros, y además, teníamos que encontrar un supermercado.

A pesar de que las distancias son cortas y no hay montañas a las que subir en Lofoten, la sinuosidad de los caminos es increíble porque hay que viajar rodeando las montañas, siguiendo siempre la costa y cruzando los puentes que unen las islas. Esto hace que las distancias sean más largas de lo que puede calcularse al principio, aunque no supone un problema.

¡Vamos, Lotofen!

Cuando llegamos a Svolaer fue un poco más complicado de lo que esperábamos encontrar el supermercado Kiwi Mini Pris. El pueblo se extendía a lo largo de toda la carretera, y no vimos el supermercado porque resulta que estaba al final del camino. Así que decidimos preguntar a algunos chicos y nos dijeron que el súper estaba cruzando el pueblo, al final a la derecha. Nos sorprendió que no hablaran muy bien el inglés, porque todo el mundo en Noruega habla inglés, pero parece ser que en Lofoten no.

¡Vamos, Lotofen!

Continuamos en la dirección que nos dijeron y al llegar vimos a unas personas con bolsas de compras de Kiwi, dándonos la bienvenida. Estacionamos la furgoneta y entramos a buscar algo de comida.

El supermercado era bastante pequeño: un par de pasillos y las verduras y frutas estaban en la entrada. Pensamos qué podíamos comprar, ya que Ania era celíaca. De todas formas, decidimos comprar algunas cosas por separado; ella compró su propia comida y nosotros la nuestra, además, también compramos algo para todos.

¡Vamos, Lotofen!

Pagamos y volvimos a la furgo. Teníamos hambre porque eran como las doce. Llevábamos ya muchas horas despiertos.

Hablamos y decidimos que íbamos a parar en el primer lugar que encontráramos. Habíamos comprado para hacer perritos y barbacoa, algunas patatas fritas, kétchup y mostaza. En realidad, tampoco teníamos muchas opciones.

Si estás en España puedes decir: "Vale, podemos comer bien comprando un poco de queso, un poco de jamón o jamón serrano, y con unas barras de pan podemos hacernos unos bocadillos"; pero esta clase de fiambre que tenemos en España no es muy común en Noruega. Seguro que sí que hay algo, pero la calidad no es la misma, y el precio es más elevado, por no hablar de la cantidad que viene en cada paquete... Es que es ridículo.

¡Vamos, Lotofen!

Finalmente encontramos un lugar cerca de la carretera. Había una mesa de pícnic para sentarse. La verdad es que hacía viento, pero no teníamos más opciones y (como ya he dicho) teníamos hambre. Preparamos la barbacoa e hicimos algunas fotos mientras los perritos calientes se hacían. No me gustan mucho los perritos, pero tenía tanta hambre que me daba igual, así que me lo comí todo y estaban hasta buenos.

Con el estómago lleno y con las fuerzas repuestas continuamos nuestro viaje. El paisaje siempre conseguía sorprendernos, estábamos todo el tiempo diciendo lo precioso que era. Aún puedo oír a Baptiste diciendo cosas como: "¡Es impresionante, mira esto!". No sé cuánto tiempo tardamos en llegar a Balldstad, pero allí teníamos que encontrar a la mujer que nos alquilaba las cabañas, ya que nos tenía que dar las llaves.

Las cabañas estaban junto a unos secadores de bacalao, así que olía muy bien. El olor de Lofoten justo en la cara.

¡Vamos, Lotofen!

La señora nos dijo que teníamos que pagar en efectivo, lo cual era un problema para mí porque no tenía suficiente, pero nos dijo que no teníamos que pagar ese día, que podíamos pagar otro día. Las cabañas estaban en buenas condiciones: tenían Wi-Fi, horno, nevera, microondas (creo... ). El baño tenía el suelo con calefacción, algo muy común en Noruega. Nos distribuimos para saber dónde dormía cada uno y continuamos con nuestro viaje hasta llegar a una pequeña playa, pero no era la más espectacular, esta estaba justo después de la primera. Os dejo algunas fotos, y más adelante, os hablaré más sobre este lugar.

¡Vamos, Lotofen!

¡Besos!


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