Días 28 y 29. El último día en Japón y el vuelo de vuelta a casa

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¡Hola a todos! Hemos llegado al último día de mi estancia en Japón. El tiempo se me ha pasado muy rápido debido a todas las cosas buenas y los eventos que he vivido. Aún así me aseguré de llenar cada día con actividades y, de esta forma, el periodo en Japón fue, también, más largo de lo que pensé que sería. El último día fue, para mí, bastante largo; lo pasé casi entero paseando con la bicicleta y, por la tarde, en el aeropuerto. En realidad me pasé casi 5 horas en la bicicleta, visitando todas mis familias de acogida y a mis amigos, para la hora de la comida había recorrido unos 30 km. También le di mucho uso a mi cámara analógica, especialmente con los paisajes. Espero que os guste.

Dejadme hablaros un poco más de las cosas nuevas que vi y experimenté el último día, a quién vi (algunas caras inesperadas), qué hice y qué se siente al dejar la Tierra del Sol Naciente.

La noche antes

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El día anterior lo pasé, de nuevo, en la bicicleta, dando vueltas por Gobo y aprovechando la oportunidad para quedar con amigos y gente muy querida. Por la tarde, mis familias de acogida y el Club Lions Gobo organizaron una fiesta de despedida con muchos invitados, lo pasamos muy bien y disfrutamos de una deliciosa comida y bebida. Después de eso volví a casa del señor Yanase y pasé la tarde hablando con ellos e invitándolos a Kuroachia. También les mostré la presentación que había preparado sobre mi país. Ellos dijeron que les gustaría ir a visitarme con el señor Ishikura. Espero que algún día se haga realidad. Después empecé a preparar la maleta; me ayudaron a pesar el equipaje en la báscula digital e hizo falta algo de creatividad para no romperla. Mi equipaje rondaba los 29-30, 5 kg mientras que el límite de Qatar Airways estaba en 30. Tuve que sacrificar algo de mi ropa y cosméticos, así como un regalo del campamento.

El último día había planeado levantarme antes para tener tiempo para visitar a todos mis amigos y familias de acogida en Gobo. Encontré todos los sitios gracias a Google Maps (por lo que tuve que buscar una zona con wi-fi, ya que en casa del señor Yanase no había Internet). Lo que hice y vi lo descubriréis muy pronto.

El gran tour de 30 km por todo Gobo y la zona. Visitando a todos los que conocí

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Fuente

Pues sí, aquel fue un día bastante largo pero no me sentí cansado, más bien iba recargando energía todo el tiempo.

Me desperté el martes por la mañana temprano y me obligué a salir de la cama a las 7-7. 30 a. m. Para entonces el sol ya estaba bastante alto e incluso dejé las persianas algo más subidas para asegurarme de que me levantaría y no tendría más ganas de quedarme en la cama. Las decisiones de aquel día fueron, en gran parte, decidir lo que valía la pena hacer y lo que no; porque en 12 horas debía estar en el Aeropuerto Osaka KIX esperando mi vuelo hacia Tokio Haneda.

Cada vez que pensaba en ello me resultaba muy extraño, y sabía que surgiría este sentimiento desagradable cuando se acercara el final del día. Todos los que habéis viajado al extranjero o simplemente habéis pasado un tiempo en algún otro lugar de vuestro país conoceréis este sentimiento. Cuando sabes que todo está a punto de terminar y que cuando te despiertes a la mañana siguiente estarás de vuelta en casa. Para mí fue bastante increíble pensar que en 24 horas de reloj estaría almorzando otra vez en Zagreb. Y sin embargo, ahora mismo estoy comiendo con palillos y viendo la TV en japonés. ¡Qué locura!

La abuela Yanase ya estaba despierta y la noche anterior le había dicho que, por la mañana temprano, iría a dar una vuelta con la bicicleta. Me preparó algo para comer en la mesa y me dio dos bebidas Pocari para guardarlas en la mochila. Eso me hizo sonreír pero me sentí triste y nostálgico en cuanto vi nuestro diccionario de imágenes Inglés-Japonés/Japonés-Inglés, que tantas veces había supuesto un puente de conexión entre nosotros, en la mesa. Todos nos sentíamos culpables por no poder entendernos y no poder disfrutar de las conversaciones. De todas formas, creo que conseguimos romper la barrera del lenguaje. Escuché la misma historia sobre el señor Ishikura con una amiga japonesa que hablaba inglés. Me dijo que el señor Ishikura, a pesar de bromear todo el tiempo e intentar ponerse serio, estaba triste por no poder comunicarse conmigo de forma normal y que a veces era bastante difícil para él que no pudiéramos entendernos. Aunque nos encontramos en algún sitio y me dijo que lo había pasado muy bien conmigo. Ambos recibimos cumplidos de los señores del Club Lions que decían que los dos somos los bromistas del grupo y que podíamos entendernos sin traducciones. Fue una suerte que conociera las palabras adecuadas en japonés y en el momento justo para hacerle reír.

Buscando la señal wi-fi

Una vez terminado el desayuno cogí mi mochila con mi cámara analógica y mi cámara digital, la toalla para mi cuello que me servía como protección contra el sol y el sudor, unas cuantas bebidas y comida para sobrevivir a aquel caluroso día, y mi sombrero amarillo de paja. La bicicleta me esperaba en el garaje y me despedí de mi familia de acogida diciéndoles que volvería en unas 3-4 horas. Eran algo más de las 9 a. m. cuando salí.

A pesar de todo, solo tenía un problema. Tenía pensado visitar a mi amiga Rena, a la que conocí en el campamento en Osaka, pero no estaba seguro de si me dio la dirección correcta ni de si estaría allí por la mañana. Este fue un pequeño riesgo que tuve que asumir porque estaba decidido a ir. En realidad, nunca había ido tan lejos de Gobo pero el que no arriesga no gana. Aunque me costó un poco encontrar la dirección al principio, fui capaz de conseguir algo y recé por que estuviera bien.

Para informarle de mis planes habría necesitado el Internet que no tenía en aquella casa. Luego recordé que mi casa de acogida de arquitectos estaba de camino, así que fui primero a verlos pero decidí no llamar ni dejar que me vieran. Me quedé en las sombras y aproveché la señal wi-fi del edificio. Después de enviarle a Rena un mensaje con el mapa hacia donde me dirigía, le dije "Nos vemos en unos 40 minutos". Salí a hurtadillas del patio y cogí mis auriculares. Era el momento de "salir al mundo". De todas formas, tenía planeado visitar a mis arquitectos durante el viaje de vuelta.

"Si doy un paso más, será lo más lejos que he estado nunca de casa. "

Esta cita de Samsagaz Gamgee de La Comunidad del Anillo rondaba por mi mente mientras cruzaba el puente sobre el río Hidaka e iba más allá de la colina siguiendo la "gran carretera".

No voy a aburriros con esto, puesto que ya describí lo que se ve durante el recorrido hasta el otro lado del río Hidaka aquí. Simplemente me puse a seguir la gran carretera junto a la orilla del río y pasé por el puente disfrutando de la vista sobre mi vecindario y las montañas. Pude verlo todo una vez más a la vuelta, pero para disfrutar de nuevas vistas tendré que esperar hasta mi próxima visita.

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Después de unos 10-12 minutos llegué al límite de lo que conocía de las carreteras y ciudades fuera de Gobo. Aunque habían pasado casi tres semanas desde que estuve allí, recordaba perfectamente el camino. Miraba de nuevo hacia el delta del río y la zona arenosa de la marea baja a mi alrededor.

Explorando el área de 5 km junto al río

A pesar de ser solo 5 km y pico, me pareció al menos el doble de largo. Puede que porque todo era nuevo para mí. Durante el recorrido hasta la casa de mi amiga iba por el camino para peatones que también permitía el paso de bicicletas y la carretera. Debo admitir que me sentía bastante seguro en la carretera, incluso con los auriculares. Nadie iba con prisas ni conducían como locos. Es más, cada vez que los coches iban a acercarse, reducían la velocidad y no solo pasaban por mi lado sino que hacían un pequeño medio círculo dejando más de un metro y medio o incluso dos metros de distancia a veces. Disfruté mucho yendo a la nueva ciudad o pueblo que se situaba junto a esa carretera.

El nombre de la carretera por la que fui era Kumano Highway.

La primera mitad del kilómetro la carretera va entre las casas que quedan a la izquierda y el canal que queda a la derecha. Detrás del canal había una pequeña isla que funcionaba como un pequeño muelle (por el otro lado) y un puerto para los botes. Las casas y propiedades allí se construían sobre la inclinación de una pequeña colina cubierta bosques. No vi a demasiada gente por la carretera y tampoco muchos coches.

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Después de unos minutos crucé el puente y me detuve un momento para observar la zona. A mi izquierda había un canal/río que se dirigía a algún lugar al norte detrás de la colina. Es importante para los campos y las plantaciones que los lugareños tenían detrás de la carretera. Me fijé en mucha gente esa mañana que, de hacho, estaban trabajando en los campos y cuidando de sus plantas.

Durante los dos kilómetros y medio siguientes la carretera iba un poco arriba y abajo por las ciudades y alrededor de las colinas, lo que hacía el viaje mucho más interesante. Disfruté realmente aquel trayecto mientras recorría el paseo peatonal. Es lo que me encanta y lo que, simplemente, prefiero; recorrer una nueva zona en bicicleta y descubrir cosas por mi cuenta. Lo que recuerdo de aquí es que había casas a ambos lados, lo que lo hacía muy interesante, y se podía ver un poco de los muelles por detrás con dos rompeolas casi cerrando la zona. Mientras me acercaba a la curva que rodeaba la colina y la bahía podía ver una carretera que lleva al puente que conecta una especie de isla con unas fábricas. Por desgracia, estaba cerrada y no quería causar problemas.

Había un punto, después de la primera curva alrededor de la colina, donde vi un coche viejo y algo destrozado, abandonado junto a la carretera. Eso no me pareció demasiado japonés porque no me esperaba que alguien dejara la "basura" de metal así. Decidí echarle un vistazo en el camino de vuelta.

Campos y plantaciones

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En la siguiente mitad de ese mismo camino me vi rodeado por montones de campos y plantaciones a ambos lados. La gente aquí también solía usar los jardines cerrados. La agricultura es realmente importante en Japón y una gran parte de la gente aprende a vivir de ella. No pude ver exactamente qué clase de plantas estaban cultivando allí. A mi izquierda ahora habían colinas aún más grandes, con bosques y es fácil ver cómo desarrollaron el sistema de canales para bajar por las pendientes, aportando y abasteciendo la zona con la cantidad de agua necesaria para los cultivos. Se puede ver también unas fábricas y almacenes viejos y erosionados por la sal, con algo de metal. Detrás había, de nuevo, un pequeño puerto con unos cuantos rompeolas a donde probablemente se transportaba todos los productos. Un par de carreteras bajaban hasta la playa pero no quería perder el tiempo hasta ver a mi amiga.

Aún me quedaban 2 km hasta llegar a mi destino, aunque parecía mucho más. Seguí un rato más por una zona igual.

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No hay mucho que mencionar aquí. Podría hablar de tres cosas que se quedaron en mi memoria cuando pienso en este viaje. Lo primero es, la parte de la carretera cuando iba arriba y abajo; por fin podía dejar que los pedales giraran por su cuenta y disfrutar del viento en la cara. Es más, la carretera bajaba a unos metros por encima del nivel del mar y el agua se quedaba aquí a unos 10 metros de la carretera. La carretera se había construido por encima del muro que estaba junto a una pequeña bahía. Decidí bajar en el viaje de vuelta y tocar el océano otra vez y, tal vez, encontrar alguna piedra bonita o ver qué crustáceos había por la superficie (aunque no pensaba llevarme ninguno).

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Aquí podéis ver la isla con las fábricas en la última imagen. Detrás de mi estaba la carretera que subía por la colina de nuevo, con algún tipo de restaurante y un hostal con un aparcamiento.

El siguiente kilómetro solo vi plantaciones y jardines cerrados a ambos lados. Al final de esta carretera había otro pueblo pequeño con unas cien casas construidas a lo largo de la segunda carretera (no por Kumano Highway), que estaba más cerca de la costa. Parecía una zona un poco fantasmal puesto que no vi un alma por allí.

Al final el camino se hizo más divertido porque tenía que bajar la colina y esa era la mayor "bajada" hasta ahora; así que, simplemente, seguí bajando mientras disfrutaba de la velocidad, aunque al mismo tiempo quería llorar al pensar que luego tendría que hacer ese mismo recorrido cuesta arriba.

Rena y su familia

Durante los 10 minutos siguientes llegué a casa de mi amiga Rena y tuve, también, la oportunidad y el honor de conocer a su familia. Antes de verla no podía encontrar le número de la casa, y no tenía Internet; no sabía muy bien qué hacer así que simplemente recé por encontrar una solución.

La solución iba caminando en mi dirección. Una mujer iba caminando por la calle así que pensé que podría intentar pedirle ayuda. Si no lo hubiera hecho a saber cuánto tiempo habría estado perdido en aquel barrio. Intenté hacer uso de las lecciones sobre "Indicaciones y pedir direcciones" y le pregunté por el número. Expliqué en mi pobre japonés que era un amigo suyo y de su familia pero no conseguía encontrar la casa. Ella no hablaba inglés, algo que ya me esperaba, pero me entendió bien y conseguimos llegar al sitio. Empecé a seguirla y la segunda casa que consultó era la indicada. Incluso llamó a la puerta y después se marchó. Se lo agradecí sintiéndome bastante afortunado de que pasara por allí en el momento justo.

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Estaba muy contento de ver a Rena otra vez y ella también estaba ilusionada ya que nos conocimos en el campamento juvenil pero no sabíamos que vivíamos relativamente cerca el uno del otro. Ella estaba a unos 40-50 minutos en bicicleta de mi casa pero no quería perder la oportunidad de ir a verla. ¡Y al final lo conseguimos!

Entré a su casa; el estilo del interior era bastante japonés, con suelos un poco elevados en las distintas habitaciones. Al entrar a la casa tuve que llevar cuidado para no golpearme en la cabeza porque yo era más alto que las puertas, algo que hizo reír a todos.

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Por desgracia, no me quedaban más corazones "Licitar" porque los había repartido todos en el campamento, pero vine con algunas ideas e intenté hacer alguna cosilla como recuerdo; esa fue la "firma" que desarrollé en el campamento, una ilustración de la reacción tras beber el té verde.

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Allí conocí a la madre de Rena y a sus hermanos (o primos, lo siento Rena, ¡no me acuerdo! ), que eran todos muy amables y simpáticos. Me ofrecieron sandía, a lo que nadie se resiste y me vino muy bien para refrescarme. Hablamos todos de nuestras experiencias en el campamento y de los futuros planes de visitarnos. Ella me dejó también tocar un poco el sintetizador doble.

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Tuve que marcharme enseguida así que salimos todos al patio y les pedí hacernos algunas fotos. Nos lo pasamos realmente genial y estoy deseando volver a verlos. Me despedí de todos y fui calle abajo de camino a la carretera grande otra vez.

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Siguiente parada: los arquitectos

¡Genial! Estaba muy contento de haber ido a ver a Rena y de que todo saliera bien, al final. Me dirigí, entonces, de vuelta a Gobo y todo me pareció más rápido ahora que conocía el camino. Tardé unos 40 minutos en llegar a su casa.

En el camino de vuelta hice dos paradas. La primera fue en la playa que había junto a la carretera y la segunda cuando decidí tomarme un descanso de 5-10 minutos a la sombra. Justo al lado de donde estaba es donde había visto los coches destrozados. Me aseguré de que no venían coches por ningún lado y crucé la calle. También dejé la bicicleta junto a la carretera al dirigirme a la pradera y a los coches.

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Parecía algo sacado de las películas de Jurassic Park. Bueno, es momento de avanzar.

Pasé una vez más sobre el puente del río Hidaka esperando poder ver otra vez el paisaje. Diez minutos después estaba en frente de la casa y la oficina de mi cuarta familia de acogida. Fui directamente a la oficina esperando poder verlos a todos. La jefa, mamá Sachiyo-san, estaba allí junto a dos jóvenes arquitectos, pero el cuarto miembro del equipo no estaba allí. ¡Qué vergüenza! Les dije dónde había pasado la mañana y quería despedirme antes de marcharme. También les hice ponerse delante de mi cámara analógica.

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También pasamos por casa una última vez pero no pude encontrar ni a Sumire ni a papá Tetsuya-san. Sumiré había vuelto a su escuela de música y Tetsuya tenía que hacer un viaje de negocios fuera de Gobo. Al menos pudimos vernos la noche anterior. Olvidaba comentar que el día anterior les pregunté dónde podía comprar pinceles de caligrafía de buena calidad como los que me enseñaron; y me dijeron que, simplemente, podía comprarlos en Lawson. Fui allí, e incluso después de hablar con los trabajadores (usando el diccionario del móvil) no pude encontrar nada; fui también a otra tienda de camino a casa pero tampoco hubo suerte. De todas formas, cuando le dije lo que me había ocurrido a la señora Yanase me pidió que esperara un momento y, poco después, volvió sonriente con una caja con decenas de los pinceles de su tienda; me dejó gratamente sorprendió.

Llegó la hora de decir "sayounara" a mis amigos arquitectos y de dirigirme ver a mi segunda familia, los Nakamichi.

Visitando a mi segunda familia y una lección de caligrafía

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Seguí la misma ruta que el día anterior pasando por la casa tradicional en el cruce y de allí recto hacia el final de la calle central. Tenía que cruzar las vías una vez y pasar, de nuevo, por varias tiendas bastante chulas y un centro de lavado de coches.

Después de 10 minutos paseando conseguí llegar a mi calle. Antes de llegar al patio de la casa me fijé en un hombre sentado en una silla, un señor mayor que llevaba ropa sencilla y una gorra y observaba por encima de las plantaciones. Me preguntaba si debería acercarme y pedirle permiso para hacerle una foto pero decidí esperar un poco.

Le dije hacía un par de días a Akari que pensaba pasarme y esperaba que no se hubiera olvidado. ¡Y no lo hizo! Tanto ella como mamá estaban en casa. No quería molestarlas, solo quería estar un rato con ellas, darles las gracias por todo y despedirme antes de subir al avión. Me ofrecieron una mezcla deliciosa de frutas, helado y zumo que me sentó de maravilla después de haber estado montando en la bicicleta.

Un poco más tarde me dijeron que iban a traer algo ya que había estado hablando de caligrafía e ilustraciones. Mamá Nakamichi-san trajo unas cajas con un papel fino y una funda con varios tipos de tinta y pinceles. Entonces me enseñaron a practicar la caligrafía de la manera adecuada, cómo coger el pincel, intentando mantenerlo en vertical sobre la superficie del papel, y me animaron a dibujar varios símbolos en kanji.

Es más, incluso me dieron dos pinceles grandes como regalos para que pudiera practicar en casa. Me quedé muy sorprendido y contento por esto.

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Llegó el momento de marcharme ya que estaba a punto de anochecer y les di las gracias por todo. Antes de dejar mi segundo hogar en Gobo (tengo historias sobre este pero solo en mi página de tumblr) tomé una foto más de Akari y me marché con mi bicicleta.

Pasé otra vez por el campo y vi al señor mayor sentado en el mismo sitio. Me detuve un momento y pensé "Es ahora o nunca", así que decidí acercarme. Intenté preguntarle si le importaba que le sacase una o dos fotos, a lo que él simplemente asintió.

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Estaba pensando en "Humans of XY" mientras la hacía y esta foto es una de mis favoritas. No suelo tomar fotografías de extraños así que valoré mucho ese momento. Además, el señor mayor sacó dos dedos en señal de victoria o de paz mientras le fotografiaba. Cuando terminé le di las gracias; ni siquiera ahora sé su nombre y él apenas dijo nada pero parecía contento y satisfecho.

Envié las fotografías analógicas a varias direcciones en Japón e incluso una de ese señor a Akari. Espero que ella sepa quién es ese hombre ya que está en su vecindario y que pueda darle su fotografía.

Es hora de seguir adelante. Ya estaba empezando a cansarme pero no pensaba rendirme.

Visitando Doujou-ji y Anchin

Me apresuraba ahora por el mismo camino desde el centro, primero a casa del señor Yanase y después recorrí tres calles estrechas sin detenerme. Después de cruzar las vías me encontré junto la restaurante pero decidí escabullirme y pasar por el camino que me llevaba colina arriba.

Subí con mi bicicleta hasta el patio y la dejé en la entrada del primer edificio. Fui a despedirme del señor Shunjo Ono y a agradecerle una vez más los ratos divertidos en el templo, en el restaurante y cuando fuimos con el campamento juvenil. Entré al recibidor y no vi a nadie allí. Después de unos instantes alguien de la otra habitación se fijó en mí y nos saludamos. Le pregunté si el señor Ono estaba por allí, me dijo que esperara unos minutos mientras él iba a buscar al señor Ono, que estaba en otro edificio.

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Mientras uno de los hombres allí salía, el otro fue a abrir para mí el gran salón con las estatuas y el Tesoro Nacional Japonés. Me sorprendí, una vez más, por la hospitalidad, dejé mis zapatos junto a las puertas y paseé por allí con las zapatillas. El hombre encendió la luz del salón y me pidió que esperara hasta que el señor Ono llegara. Estuve paseando y observando las estatuas (y unas cuantas fotos más) tranquilamente y, después de 5-7 minutos llegó el señor Ono.

Creo que sabía por qué estaba allí, especialmente cuando le dije que era mi último día y que a la mañana siguiente estaría de vuelta en Zagreb. Le conté mi experiencia con el campamento, visitando Miyajima Shrine, las prácticas de zazen, Kongobuji, Inunakiyama y el resto. Salimos del salón y del primer edificio y fuimos al patio.

Seguimos hablando sobre otros planes y futuras visitas. Él se alegraba de que hubiera vuelto a Doujou-ji y de que me gustara tanto. Después de todo, fue el primer templo budista en el que he estado y aprendí mucho allí. También le pedí permiso para echarle una foto.

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Llegó la hora de marcharme y nos despedimos; me preguntó cómo se dice en croata "Hasta la próxima/buen viaje" y eso es lo que le escuché decir mientras salía del templo.

Adiós Anchin

Cogí mi bicicleta, el sombrero y los auriculares y tomé el camino hacia Anchin. Llegué en dos minutos y dejé la bicicleta frente a la tienda. Mientras entraba me sentí triste por primera vez pero intenté ocultarlo, tenía una mala sensación sobre lo que pasaría más tarde. Mientras paseaba por la tienda vi primero al señor Inglés (el que sabía hablar un poco de inglés y ruso) y entré a la primera habitación, en la que me pasé la mayor parte del tiempo trabajando.

Era genial estar allí otra vez y los demás se sorprendieron y alegraron al verme. Los cogí, una vez más, por sorpresa al entrar a hurtadillas y se detuvieron. Era muy difícil decir que hoy tenía que coger un "hikouki" (avión) y volver a casa. También vi a mamá Mieko y el resto de compañeros vinieron a saludarme. Aún esperaba poder volver una vez más después de comer. Entre también en la casa porque mamá Mieko me preguntó si quería comer algo, y vi a nuestro gato, Mitsa, que siempre quería entrar en mi habitación cuando abría las puertas.

Me pasé una media hora más sentado en el restaurante, en la zona de los clientes, y una amiga del Club Lions vino también. Es guía turística de la zona, habla inglés de forma fluida y ha viajado por todo el mundo; hablamos un poco sobre todo lo que había pasado esas 4 semanas y de mis impresiones en general. Me dio su tarjeta y le dije que me pondría en contacto con ella si decidía escribir un libro sobre mis viajes allí. ¡Hasta ahora todo va según el plan, y lo que he escrito aquí me será de gran ayuda!

Dejé el restaurante diciéndoles "mata ne" (nos vemos luego) y realmente tenía pensado volver después. Cogí mi sombrero de paja y la bicicleta y me dirigí a casa a comer y prepararme para el viaje.

No pude verlos de nuevo porque no hubo tiempo.

Comida y caligrafía

Volví a casa y comí lo que la abuela Yanase nos había preparado. Mientras disfrutaba de la comida me trajo un pincel y unos papeles. Tenía curiosidad por lo que iba a pasar. Ella empezó a enseñarme como hacer las pinceladas de la forma apropiada y dibujó el símbolo de la "paz", así que lo hicimos en varios papeles. Cuando les envié una postal desde Croacia puse el símbolo al final del texto.

Debían ser las 3 p. m. y aún tenía unas dos horas y media antes de ir al aeropuerto. Mi avión salía a las 9. 10 p. m. y ellos habían planeado acompañarme con, al menos, dos horas y media de antelación.

Ya había terminado prácticamente con el equipaje y no había mucho de lo que preocuparse. Intenté explicar a mi abuela japonesa que no iba a llevarme todas las cosas conmigo, sino que pensaba dejar algo de mi ropa vieja; sobre todo camisetas y cosméticos. Ella podía quedarse con las camisetas para sus nietos o dejárselas a Toshiro, el hijo del señor Ishikura. Me dijo que iban a enviarme algo por correo y me pidió que escribiera mi dirección. ¡Otro tipo del Club Lions me pidió lo mismo y dijo que me enviaría pasteles y galletas de su fábrica!

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Hablando de pasteles y galletas, él me dio una caja con 10 galletas grandes de chocolate como regalo. La opción era enviarlas por correo o que las llevara conmigo. Dado que no me fío demasiado del correo (y, al parecer, hay algunos problemas con el estúpido servicio de correos croata y nunca recibimos los paquetes, que acabaron volviendo a Japón) me lo llevé conmigo. Solo esperaba que no se aplastaran y acabaran convirtiéndose en tortitas en el avión. Por suerte, sobrevivieron todo el viaje hasta llegar con mi familia, que las disfrutaron mucho. ¡Gracias, señor Sueño-de-la-fábrica-de-pasteles! Antes de saber si mi equipaje cumplía las normas de la compañía solo podía imaginarme el peor caso posible, en el que tendría que ponerme más capas de ropa; de modo que intenté algo que se parecía a llevar dos pares de pantalones y 3-4 camisetas en verano.

El tiempo se pasó volando y, de alguna forma, estaba otra vez en la tienda del señor Yanase para saludar a los demás. Eran alrededor de las 4. 30 p. m. cuando el señor Ishikura llegó.

De camino al aeropuerto Osaka KIX

Adiós Gobo

¡Me sorprendí al ver que íbamos a salir tan pronto! Nos apresuramos a bajar mi equipaje; había conseguido llenar con casi 30 kg mi gran maleta rosa y mi mochila, sin estropearlas demasiado; solo esperaba no tener problemas con el peso en el check-in. Tener que pagar 100 dólares más no sonaba demasiado bien.

El señor Ishikura vino con su coche grande y yo estaba guardando mis maletas dentro cuando me di cuenta de que no encontraba mi cartera. Empezó a cundir el pánico un poco y me puse a comprobar todo el equipaje, me pasé 3-5 minutos corriendo de arriba a abajo por la casa hasta que el señor Ishikura me dijo que me calmara. Lo encontré, lógicamente, en el asiento junto a mi bolsa de viaje, donde guardaba los documentos importantes.

Por desgracia, el señor Ishikura-san me dijo, como temía, que no había tiempo para ir Anchin, ni siquiera en coche. "Next time, nesxt time, tsugi ne" me dijo. Estaba triste pero sabía que no pasaba nada, al menos pude verlos antes. Solo quería ver a mamá Mieko una vez más y ahora me siento mal por ello.

Todo el mundo estaba abajo y en cuestión de minutos llegó otro coche. Mamiko del Club LG vino para acompañarnos de camino al aeropuerto. Yo estaba contento y algo asustado de ir al aeropuerto solo con el señor Ishikura y el señor Yanase que no hablaban inglés, y si surgía algún problema, ¿qué se suponía que debía hacer? Pero ahora ya no le temo a nada (excepto a pasarme del límite de peso).

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Antes de dejar Gobo cogí mi cámara analógica e hice un par de fotos al señor Ishikura, a los abuelos Yanase y a un trabajador que caminaba junto a nosotros. Le di las gracias a la abuela Yanase otra vez por todo y subí al coche. El señor Yanase y el señor Ishikura también me dieron algunos regalos.

De la familia Yanase recibí una carta con todas las fotos que él tomó cuando estaba con ellos, desarrolladas en su propio estudio fotográfico Yanase. Me sentí muy agradecido y prometí enviarles las fotos que les hice en Japón. Ishikura-san también me dio fotos de la fiesta de bienvenida en el restaurante Anchin y un pequeño marco de madera con una imagen de la playa blanca de Shirahama y un mensaje en japonés deseándome buenos ratos y recuerdos del intercambio en Japón.

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(Las dos primeras palabras están en katakana: Kuroachia Gureko-he o Querido Gureko Croacia)

Llegando a Osaka

Estaba sentado detrás de Mamiko y el señor Yanase estaba al volante. Íbamos dejando atrás a Gobo al igual que al temprano atardecer. Tardamos casi una hora y media en llegar al aeropuerto. Mientras conducíamos por la autopista íbamos por el camino entre las ciudades de Arida y Wakayama, nos topamos con una inmensa cola de coches ante el túnel. Por supuesto, el señor Ishikura bromeó diciendo que si perdía el vuelo tendríamos que volver. "Sorry, Gurego, sorry". Luego dijo que otra opción sería esperar conmigo allí al siguiente vuelo y tanto él como el señor Yanase volarían conmigo a Croacia y de vuelta.

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Se me hizo muy raro, era como si ayer mismo, casi el mismo grupo de gente me traía del aeropuerto de Gobo, cuando yo estaba completamente perdido y aún no era consciente de que estaba en Japón. Ya me había hecho a la gente que me rodeaba y me resultaba muy raro volver a casa. Lo gracioso fue cuando íbamos de camino y el señor Yamase casi hace que nos *censurado* en los pantalones mientras conducía un poco más lento que los conductores de fórmula y se divertía. Incluso Ishikura-san se asustó un poco. Yanase-san simplemente se raía y esperaba que el coche no saliera volando; pero es un buen conductor, a pesar de parecer pequeño y "frágil".

Mientras el atardecer llegaba a su fin el cielo cambió a un color lila y rosa. La tarde llegó y, una hora después, la noche también. Pasamos por debajo de un puente de la autopista que recordaba haber visto antes, cuando fuimos a Wakayama y a Osaka; lo que significaba que estábamos bastante cerca...

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Pronto llegamos a la primera ciudad satélite de la prefectura de Osaka y más allá estaba el mar. Me fijé en la enorme noria del parque de atracciones y en un rascacielos, que marcaba el lugar del aeropuerto.

El rascacielos era, para mí, como un portal mágico en el espacio o en el tiempo; y no me gustaba nada. Lo he visto un total de 4 veces; la primera cuando dejé el aeropuerto hace casi un mes; después cuando fui al campamento con Mieko y a la vuelta de Osaka con el señor Yamashita. La última vez era esta. Es un sentimiento algo estúpido y que todos odiamos, cuando sabes que las cosas van a acabar pronto. Sabía que una vez que pasara ese edificio no habría marcha atrás.

Nos acercamos a lo último que había antes del aeropuerto, el puente más grande que he visto jamás con mis propios ojos. Conectaba el suelo con la plataforma del aeropuerto y mide más de 4 km de largo. Intento imaginar un puente que vaya desde el otro lado del río Sava hasta la plaza principal. Y la plataforma del aeropuerto mide unos 5 km de largo. Es bastante fascinante. El puente comienza en la ciudad de Izumisano.

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Fuente

(En la esquina se puede ver el Aeropuerto KIX)

Tardamos más de 5 minutos en llegar al otro lado. Fuimos directamente hacia el aparcamiento en varias plantas. Es realmente grande y tardamos varios minutos en encontrar nuestro aparcamiento. Parecía el primer día, cuando le seguía con mi equipaje hasta el coche y me daba cuenta de que iba a tener problemas con la barrera del idioma. Hacía casi exactamente un año, en Suiza, cuando subía al coche de mi familia de acogida me sentí afortunado de saber hablar alemán y de que pudiéramos comunicarnos.

Llevaba mi sombrero de paja y mi polo blanco. También cogí la bufanda roja de Zagreb solo por placer. Entramos al primer vestíbulo.

¡Equipaje seguro! Instrucciones para Tokio Haneda

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Empezamos a buscar la plataforma de check-in de Qatar Airways. Es mucho más sencillo cuando no estás solo, cuando tienes que dar todos los pasos requeridos antes del primer vuelo. Si algo malo llegaba a pasar no sería tan difícil arreglarlo, a diferencia de si estás solo. Olvidaba mencionar que al final eramos 6 en el aeropuerto; todo el equipo del principio además del señor Yanase estaba ahí. El hombre del LC Gobo que no hablaba inglés pero que era un buen tipo también nos acompañaba pero como estaba en silencio (o más bien no nos entendíamos) me había olvidado de él. ¡Gomen nasai!

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Encontramos Qatar Airways y allí había una chica joven muy simpática y servicial que hablaba bien inglés así que fue todo fue mucho mejor de lo que esperaba. Mamiko-san habló con ella mientras yo solo asentía con la cabeza. A continuación pusimos mi equipaje en la báscula y recé a todos los posibles dioses y a la fuerza del universo para no pasarme del límite. Ella dijo que llevaba unos 29 kg y que no tenía nada de qué preocuparme. Casi me pongo a bailar delante de todos.

A pesar de volar con dos compañías distintas no tenía que preocuparme por mi equipaje. Esa era mi primera vez y estaba un poco preocupado por el proceso. Si tú tampoco has pasado nunca por eso, esto es lo que dijeron:

  1. Dado que la mayor parte de mi recorrido (un 97% del viaje) era con Qatar Airways y con Japanese Airlines solo entre Osaka y Tokio, las normas de la compañía con el vuelo más largo se aplican a la segunda.

    Japanese Airlines tenía el límite en unos 19-20 kg y no sabía muy bien qué hacer, pero nos dijeron que no nos preocupáramos porque con Qatar Airways podía llevar mucho más. Me sentí muy aliviado después de oír eso.

    Tampoco revisaron mi mochila. Podría haber traído alguna cosa más de casa pero no quería pasarme del máximo de 8 kg.

  2. Como iba a cambiar de avión en Tokio Haneda me dijeron que mi equipaje iría directamente a esperar al avión a Doha. Nada de qué preocuparse. Solo tenía que enseñar el billete de embarque y eso era todo.
  3. Como Tokio Haneda iba a ser algo más complicado que Kansai KIX me imprimieron las instrucciones para llegar a la Terminal Internacional para mi vuelo después de aterrizar allí.

    Tokio Haneda es algo más grande que Osaka KIX pero tampoco es el aeropuerto más grande en Japón. Tenía tres grandes terminales para vuelos Nacionales e Internacionales. El caso es que después de aterrizar en una terminal, para llegar a otra los pasajeros tienen que coger el autobús. Aquí no había necesidad de hacer eso puesto que todo estaba en la misma plataforma.

    Se suponía que debía esperar en la estación de autobús 8 o 13, donde llega y sale cada 3-5 minutos, y el trayecto a la terminal Internacional dura otros 5 minutos. También hay que prestar atención a dónde bajar del autobús. Yo llevaba los papeles y pensé que lo mejor sería simplemente pegarme a los demás y preguntar si me surgía alguna duda.

  4. La mujer allí reconoció los cuadrados rojos y blancos de la bufanda croata que llevaba rodeando mi equipaje y se puso a comentar la Copa Mundial.

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Teníamos una hora antes de que tuviera que irme a esperar mi vuelo. Decidimos ir a cenar a algún sitio y pasar el rato antes del "sayounara".

La cena con "tempura de ebi, gohan y kora"

Después de dejarlo todo hecho ya empezaba a sentirme relajado y no tenía nada que hacer excepto disfrutar de mis últimos momentos con mis maravillosos anfitriones.

Estuvimos buscando un lugar para comer y encontramos un modesto restaurante que no estaba lleno de clientes. Hablando de restaurantes y tiendas ya podréis imaginar que había cientos de ellos. También tuve que ir al servicio (al aseo) ya que me sentía algo nervioso por el vuelo. Allí vi unos pictogramas graciosos y las normas de cómo comportarse adecuadamente. Nunca había visto algo así antes y, como estábamos en Japón, me pareció algo totalmente legítimo.

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De vuelta en el restaurante, no recuerdo muy bien el menú pero podías tomar arroz y gambas fritas (tempura de ebi) y probablemente su versión del espagueti llamada "soba". Yo tomé arroz con varios palitos de gambas fritas y Cola para beber. El interior del restaurante estaba bastante bien, no era un sitio muy grande pero podía servir a unas 10 personas que se sentarían en las sillas de la barra.

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Cogimos nuestra comida y nos sentamos a lo largo de la mesa en la barra. Era como comer comida rápida al estilo japonés. La comida era deliciosa y disfruté de cada bocado. Acabé completamente lleno y satisfecho, y no volví a tener hambre hasta que nos dieron la comida en el avión hacia Doha.

Después de cenar fuimos a esperar y nos sentamos en unas sillas del vestíbulo bastante cómodas. Me quedé con el señor Ishikura y Yanase mientras Mamiko me dijo que iban a comprarme un regalo del CL Gobo como recuerdo del tiempo que pasé en Japón. Mientras ellos se fueron intenté hablar un poco con dos de nuestros tipos pero no hubo mucho éxito. Después de eso pasaron a hablar entre ellos. Vi también una tienda Pokemon cerca de donde estábamos.

Mamiko y el otro tipo volvieron con una bolsa y un regalo dentro. Me sentía realmente agradecido por todo lo que habían hecho. Los japoneses siempre sorprenden gratamente con su comportamiento. Decidí abrirlo una vez que estuviera en Croacia así que lo guardé en mi mochila.

Sayounara Kansai. Hola Tokyo Haneda

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Aún me quedaba tiempo y tuve que ir una vez más al aseo solo para asegurarme de evitar cualquier posible problema durante el largo vuelo de vuelta a casa. Mientras estaba allí me sentí, de repente, muy triste y nostálgico, y me resultó muy difícil marcharme. El tiempo que había pasado en Japón superó todas mis expectativas y también me preocupaba que pudiera pasarle algo a alguno de mis anfitriones mayores ya que no tenía ni idea de cuándo podría volver a Japón a verlos.

Otra vez con ellos nos dirigimos hacia el siguiente vestíbulo para el control de seguridad. Justo cuando habíamos terminado de despedirnos y estrecharnos las manos como hermanos y me disponía a poner mi mochila en el escaner de seguridad me di cuenta de que había olvidado dejarles mi diario para que me lo firmaran. Le dije a los de seguridad "Hey, sumimasen...chotto...chotto matte, kudasai! " y me apresuré a volver a cruzar las puertas hasta mi equipo.

Había usado ese diario el día anterior durante la fiesta de despedida, cuando muchos de los que había allí firmaron en él. Solo me faltaba la firma/mensaje/dibujo de Ishikura-san y Mamiko. Cuando terminaron lo guardé de nuevo en la mochila. El equipo de seguridad no tuvo ningún inconveniente con esto y yo era el único que estaba allí desde hacía 10 minutos así que no causé ningún problema. Después de ver que no representaba ningún peligro me dejaron pasar hacia mi puerta, me di la vuelta y me despedí con "¡Arigatou gozaimashitaa & mata ne! " de todos ellos. Paseé unos minutos más hasta llegar al gran pasillo con decenas de puertas. Tuve la suerte de que la mía estaba justo en frente de mí. Aún me quedaban unos 20-30 minutos antes de embarcar y había unas cuantas personas sentadas a mi alrededor.

Y así, todo volvió a ser como al principio; vine solo y solo me iba. Aún así, todavía estaba en Japón, y aún me quedaban unas 2 o 3 horas más.

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Una vez que empezó el embarque entré al avión y, cómo no, me equivoqué de fila. Un tipo me dijo que me había sentado en su sitio y yo me puse a repetir "sumimasen, gomen nasai" una decena de veces hasta asegurarme de haber limpiado mi conciencia.

El avión era bastante pequeño ya que estaba destinado a vuelos nacionales mayormente; tenía dos asientos en cada fila, y dos filas. Yo me senté solo de camino a Tokio.

Recuerdo que no teníamos el monitor multimedia integrado a los asientos de delante pero supongo que tampoco era necesario. Teníamos, en cambio, unas pantallas grandes por encima del pasillo en las que se mostraba el mapa de nuestra ruta, algunos datos como la distancia y el tiempo que nos quedaba de vuelo, y el clima. Algo que me hizo muy feliz fue que pude reconocer 3 símbolos kanji en una hilera. ¡Nivel superado!

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Salimos del aeropuerto cuando ya se había echo de noche. Por desgracia, no pude hacer fotos de buena calidad ya que todo estaba negro... pero recuerdo que despegamos dando círculos sobre la prefectura de Osaka y podía ver miles de luces e islas. El escenario nocturno era simplemente fascinante. En fin, pronto estuvimos sobrevolando las nubes y la mitad de nuestro vuelo se pasó cubierto por la oscuridad que atravesaba las ventanillas. Yo estaba sentado justo al lado, claro.

Yo iba fijándome lo rápido que pasábamos por algunos sitios. De acuerdo al mapa debíamos estar sobrevolando Nagoya y algunas cuantas grandes ciudades más. Recuerdo ver otra enorme plataforma desde el aire (sin duda era de Nagoya). También pasamos, muy probablemente, por el Monte Fuji pero, como estaba oscuro y todos las montañas parecían iguales, no estoy seguro de si pude o no verlo.

La parte más impresionante del viaje y algo que no se puede ver desde el suelo fueron las tormentas y los rayos. A lo lejos, puede que a unos 100 o 200 km de nosotros se podían ver los "destellos" entre las nubes. Cada varios segundos sobre alguna parte el cielo se había vuelto gris o blanco y se podían ver los rayos. Una vista increíble; casi parecía una pelea entre dioses. También se puede ver el otro lado de la isla japonesa de Honshu y el Mar de Japón. Japón está constituido por 200-220 km de tierra y desde un avión se pueden ver ambas costas.

Llegamos a Tokio Haneda en una hora y 15 minutos más o menos. Por desgracia, eran casi las 10. 30 p. m. y el cielo estaba cubierto de nubes así que no pude ver la ciudad de Tokio. Lo único que recuerdo fue el aterrizaje y que parecía que íbamos a tocar la superficie del mar. El aeropuerto Tokio Haneda está también en una gran plataforma conectada a la playa con un puente. Cuando estás aterrizando se puede ver la superficie del mar; es algo bastante impresionante; y, además, la plataforma está a un metro por encima del nivel del mar.

Terminal Internacional del Tokio Haneda

Intenté seguir a los demás después de bajar del avión y recuerdo que, en Kansai, una mujer me habló de las líneas de autobuses. No quería tener ningún problema aquí.

En cuanto bajamos del avión recuerdo cruzar un pasillo bastante largo que nos dirigió a otro también grande (no esperaba otra cosa). Me fijé en un par de pasajeros con "pinta de extranjeros" y tenía la esperanza de que se dirigieran a la Terminal Internacional. Llegado un punto me fijé en dos escaleras que dirigían a dos direcciones distintas (lo peor que podía pasar). Solo para asegurarme de que no iba por el camino equivocado, saqué mi papel con las instrucciones y le pregunté a una de las personas encargadas de la seguridad de allí.

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Poco después había conseguido salir y me encontraba en una de las muchas estaciones de autobús de esa plataforma. Mientras buscaba mi número vi salir a mi autobús aunque, por suerte, no fui el único que tuvo que esperar al siguiente. Una vez más, pregunté a una mujer japonesa que, al parecer, también iba a la Terminal Internacional. El siguiente bus llegó en 4-5 minutos y acabó bastante lleno, sobre todo después de subir nosotros. Me sentí realmente afortunado de no tener que llevar nada de equipaje conmigo, excepto mi mochila.

El trayecto en el autobús fue bastante interesante y pude comprobar, de nuevo, cuán grande era el aeropuerto. Yo estuve de pie en el medio del autobús (que, en realidad, no era tan grande, tal vez algo más de la mitad del tamaño del autobús ZET en Zagreb) e intenté mirar a mi alrededor. Recuerdo que tuvimos que cruzar varios puentes sobre el mar que conectaban distintas partes de las plataformas, fuimos varias veces a la izquierda y a la derecha e incluso paramos, probablemente, un par de veces antes de llegar a nuestro destino. Tuve que estar atento de bajarme en mi parada y la señora japonesa de antes me dijo que me avisaría con tiempo.

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Me dijo que bajara del autobús cuando ella bajó también. Le di las gracias y después de pasar por la estación entré en la enorme Terminal. Yo iba siguiendo a los demás y usé las escaleras mecánicas, que eran bastante largas y altas. Ya en el segundo piso vi la zona con un centenar de mostradores de check-in. Iba caminando por ese enorme vestíbulo hasta que encontré Qatar Airways en la otra punta. Tenía una cola de espera bastante larga, y la más larga de todas las compañías. Fui hacia allí y tuve que esperar unos 15-20 minutos hasta mi turno. Unos chicos coreanos se pusieron a hablar conmigo y nos enseñamos los pasaportes, pero ellos iban a casa. También vi a la tripulación de cabina y luego me senté justo detrás de ellos antes de subir al avión.

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Después de comprobar que todo estaba bien respecto a mi billete aún me quedaban 45-50 minutos hasta que comenzara el embarque. Fui a explorar la zona un rato, encontré una máquina expendedora y no pude resistirme a comprar mi última bebida Pocari. No fue la decisión más inteligente ya que tuve que ir corriendo al baño otra vez.

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Mirando hacia arriba se podía seguir el número de las puertas. La mía era la 110 y, una vez más, tuve la suerte de que estaba cerca de la salida que llevaba hasta allí. Me dirigí a la derecha de Salidas, por donde llegabas al vestíbulo grande o al que tenía unos 10 mostradores de seguridad para el check-in, antes de llegar allí tenías que enseñar el billete de embarque (la mujer de la foto de arriba es la que da permiso para pasar).

Justo cuando estaba a punto de pasar por la puerta de seguridad una mujer que trabajaba allí me avisó de que se me había caído el pasaporte al suelo. Si no me hubiera avisado ni siquiera me habría dado cuenta.

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Por otro lado, tuve que recorrer un pasillo durante 5 minutos hasta llegar a las puertas. Todos los grandes aeropuertos tienen estas "escaleras mecánicas" o una cinta que se desplaza, y que viene bastante bien si estás cansado y no quieres andar con tus maletas; o, si tienes prisa, esto te dará algo de ventaja. Yo decidí no usarla ya que iba andando tan rápido como se movía la cinta. También se pueden ver muchos restaurantes y bares en la zona en la que tienes que esperar hasta embarcar. Yo no tenía hambre ni sed, ni necesitaba ir al aseo. Tenía que aguantar 11 horas en el avión hasta Doha. Lo más gracioso de las zonas horarias es que salimos de Japón a las 0. 30 a. m. hora local y llegamos a Doha a las 5 a. m. hora local. Eso de las zonas horarias y viajar "adelante y atrás en el tiempo" es simplemente alucinante.

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Encontré mi zona y me senté allí completamente relajado. Poco después llegó la tripulación de Qatar Airways y se sentaron detrás de mí. Intenté usar Internet pero no conseguí conectarme al wi-fi del aeropuerto, así que decidí descansar antes de subir al avión. Toda esa zona estaba llena de asientos, además de la construcción de metal y cristal ovalada donde podías ver otro edificio en la parte de abajo y los aviones por detrás. Mi asiento estaba junto al puente o pasillo que se dirigía directamente al avión.

Cuando llegó el momento todos nos pusimos en la fila para esperar (habían dos filas). Después de mostrar el billete y subir al avión me puse a buscar mi asiento en algún lugar del centro, un poco atrás y esta vez en la fila central.

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Ese avión era simplemente enorme. Tenía 9 asientos por fila, 3 en cada hilera, justo como el avión de Doha a Osaka. Encontré mi asiento y puse mi mochila en el compartimento para el equipaje. Esta vez no me senté solo sino que estuve acompañado por una pareja de ancianos japoneses.

Estos aviones sí que llevaban un monitor multimedia y eran bastante cómodos. Nos dieron unas mantas por si hacía frío durante la noche, y la puse rápidamente sobre mis piernas. También había una pequeña almohada para cada pasajero.

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Quería ver el mapa y dónde habíamos estado. Como mi asiento estaba más cerca de las ventanas (pero, aún así a dos metros de distancia) de la izquierda, no podía ver el centro de Tokio, en caso de que eso fuera posible. Estaba muy cansado y solo quería dormir y sobrevivir como fuera a esas 11 horas en el aire.

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Poco después el avión despegó y nos dispusimos a dejar Japón. Aún así tardamos al menos una hora y media en salir del país y dirigirnos hacia China.

Llegando a Doha, Qatar

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