Día 16. Mercado del libro, centro comercial & máquinas Purikura

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El día 16, y también el último antes del campamento, (supuestamente) decidimos salir a comer a uno de los grandes centros comerciales y luego pasar el resto del día en casa, todos juntos. También era el día que se esperaba que el tifón llegara a la isla de Shikoku y nosotros estábamos justo en el borde del camino por el que pasaría hacia la isla.

Fui al mercado del libro yo solo

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Después de desayunar decidí aprovechar que hacía buen tiempo (mientras durara) para darme un paseo con la bicicleta. Había una tienda de libros que quería visitar con calma para encontrar algo de material, algún libro infantil con imágenes para aprender japonés más tarde. Fui a la oficina y les pedí a los compañeros una llave porque mis padres de acogida y arquitectos no llegarían a casa hasta un poco más tarde.

Tardé unos 10 minutos en encontrar el lugar y pude disfrutar del paseo lento mientras miraba a izquierda y derecha, todo el rato, para no perderme nada. Esta vez había un poco más de gente en la calle y no me sentí tan solo como me había sentido el día anterior. Entré en el aparcamiento (como podéis ver arriba) y dejé la bicicleta junto a las puertas. Cogí la llave del candado y entré.

Saludé a los trabajadores, dos o tres personas que ayudaban a los clientes y que se daban vueltas por allí constantemente. Lo primero que se ve son las figuras de acción de los personajes de Dragon Ball Z. Me sentí tentado a comprar una pero decidí guardarme el dinero y el espacio en la maleta para otra cosa. Al principio no pedí ayuda y creo que los trabajadores no hablaban inglés (aunque, a esas alturas, yo ya estaba acostumbrado y hacia todo lo que podía con el japonés). Fui a las mismas estanterías que había ojeado la primera vez, con mi segunda familia de acogida y empecé a buscar los libros infantiles con buen aspecto y económicos. Había una zona con libros reciclados que eran mucho más baratos que el resto. Quiero añadir, también, que los libros reciclados (y todos los libros, en general) eran mucho más baratos que en Croacia. Al principio me sorprendió mucho y sacaba la calculadora porque no llegaba a creerlo del todo.

Encontré unos cuantos alfabetos ilustrados y unas buenas historias pero aún quería saber si había más material didáctico, cualquier cosa que incluyera un poco de inglés o de cualquier otro idioma. También pedí un diccionario; al principio no nos entendimos y tuve que escribir rápidamente en el diccionario del móvil hasta que el chico me entendió. Esta era también una de mis partes favoritas aquí, ponerme en una situación en la que tenía que preguntar y sobrevivir por mi cuenta.

Compré 2-3 libros infantiles ilustrados por un precio muy asequible y salí de la tienda. Decidí esperar hasta volver a casa para empezar con el aprendizaje y la lectura intensos, pero no pude evitar leerlos cuando tuve algún momento libre en casa. Aún era difícil para mí (ahora ya puedo leer Hiragana sin apenas problemas). Volví a casa por el gran valle en el centro (con un enorme centro comercial) y seguí la calle hasta llegar a un lugar que me resultaba familiar, la casa japonesa tradicional; en varios minutos llegué a casa.

No estoy seguro de si mi hermana de acogida estuvo en el conservatorio ese día, pasó el día entero con nosotros o llegó a casa antes de lo normal, pero, en cuanto la familia estuvo al completo, decidimos ir a otra ciudad a visitar un centro comercial. Mi familia de acogida quería comprar regalos para mi familia en Croacia y también querían comer allí. Lo que pasó al final resultó ser bastante inesperado y divertido. Seguid leyendo para descubrirlo.

El centro comercial, la comida y las "purikura"

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Ya era mediodía y el tiempo empezó a cambiar rápidamente. La mañana relativamente soleada, con los rayos de sol que atravesaban las nubes y el cielo había empezado a ponerse más oscuro y gris. ¡No recordaba que se esperaba que el tifón llegase esa noche a la isla de Shikoku! Nos metimos en el coche y salimos de Gobo.

En realidad, no tengo ni idea de dónde fuimos, no era exactamente una ciudad. El centro estaba en alguna zona de las afueras (puede que estuviésemos en Wakayama, es lo primero que se me vino a la cabeza y no quedaba muy lejos) y tardamos menos de una hora en llegar allí por la autopista. Como todos los centros comerciales, este era también enorme y tenía un aparcamiento muy grande. Me fijé en algunos nombres familiares como Zara, Bershka, etc. en un edificio que tenía un aspecto extraño y algo irreal al principio pero, una vez más, todas esas son compañías internacionales y están por todas partes.

En cuanto bajamos del coche empezó a llover... y no paró hasta el día siguiente. Mientras bajábamos por las escaleras mecánicas, yo me dediqué a observar los grandes carteles que colgaban de las paredes. Todas las caras eran occidentales. Yo esperaba ver gente (modelos) japonesa representando esas famosas marcas en Japón pero, al parecer, en cuanto a moda, ese no era el caso.

Compras, más comidas y música en los aseos

¡Voila! Ya estábamos dentro del centro comercial. Normalmente aborrezco ir a esos sitios y, con mi padre, intento encontrar cualquier cosa rápidamente, sin demasiadas complicaciones y salir de allí. Aquí, sin embargo, me lo pasé genial porque estaba en Japón.

Dimos vueltas intentando encontrar alguna tienda que no fuera muy cara y que tuviera una oferta amplia de productos. Subimos a la segunda planta. Una vez más, vi una larga hilera de marcas internacionales populares, lo que me hizo sentir como si estuviera en el Arena Centre en Zagreb. Aunque rodeado de japoneses.

Hay un par de cosas que me hicieron mucha gracia y quise comprobarlo todo mientras seguía allí. En primer lugar, tuve el lujo de poder ver por encima de todas las cabezas. Cada vez que iba a una tienda o a un mercado en Gobo me sentía como Gulliver. En segundo lugar estaban las tallas de la ropa. Quise ver cuáles eran las tallas más grandes y cómo se correspondían con las tallas europeas (o, más bien, en Croacia, porque incluso en Europa hay diferencias con las tallas). En realidad encontré ambas tallas pero no significan lo mismo aunque el número sea el mismo que en Croacia (o las letras M, L, S, XL... ). Había otras camisetas con tallas que coincidían con las de casa; puede que algo más pequeñas, pero muy poco. Mientras paseaba por una tienda de camisetas encontré una de Son-Goku, y hasta tenían un descuento de 2x1, así que hice una combinación. Mi hermana no se alegró demasiado de que no comprara otra de Son-Goku para ella. No estaba seguro de cuánto dinero me iba a quedar ni, pero aún, del espacio que me quedaba en la maleta. Así que durante la visita al santuario Miyajima con el campamento, compré camisetas para toda mi familia, para que nadie pudiera quejarse. Siempre puedo pedirles a mis amigos de Japón que me compren y envíen una camiseta si hace falta. Mientras escribo esto llevo la misma camiseta que llevaba entonces.

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Había algunos sitios cursis con unas ofertas muy extrañas, como unas cabezas de conejos de plástico coloreadas y colgadas en la pared. No pude evitar pensar "¿Pero qué **? "

Segundo descanso para comer y el aseo problemático

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Decidimos tomar un descanso y nos sentamos en un restaurante. El sitio tenía un aspecto muy parecido al de los centros comerciales occidentales. Había varios cafés y restaurantes, y, entre ellos, justo en medio, un montón de sitios para sentarse, a menudo divididos por pequeñas paredes.

Mamá Sachiyo y Sumire sugirieron ir a un bar donde preparaban tortitas y pasteles hechos con un montón de fruta y nata. Su nombre era Hawaiian Pancake Factory. Tenía un aspecto celestial así que no rechacé la oferta. Esperamos unos 5 minutos porque había mucha gente haciendo cola, ¡pero la espera valió la pena! Pidieron para mí una gran torre de tortitas y fresas con una gran cantidad de nata. Acabé medio muerto, y con la sensación de poder dormirme justo allí. Me pondría a prepararlas ahora mismo, si tuviera los ingredientes. Cuando pedimos la comida tuvimos que esperar unos 7-10 minutos. Parece mucho tiempo pero iban cogiendo muchos pedidos. Ahora llega la parte nueva para mí.

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Nos dieron un pequeño aparato que parecía un walkie-talkie, pero en vez de hablar, tenía una pequeña bombilla que cambiaba de color cuando ya tenían nuestra comida preparada y nos daba la señal de ir a recogerla. No recuerdo haber visto este tipo de procedimiento para pedir y esperar la comida nunca antes. El postre de Sumire fue el primero en ser preparado y, poco después, apareció la señal para Mamá Sachiyo y para mí. Fui a recoger la comida y les di las gracias a los cocineros con un "arigatou gozaimasu". Los 15 minutos siguientes me dediqué a comer y disfrutar lentamente de toda esa comida. Además, tenía que comer despacio porque habíamos comido en casa y esto era más bien un bonus. Me sentía tan satisfecho que no me habría importado dormir en el suelo.

Durante la conversación hablamos de cosas aleatorias y algo que siempre me hacía reír (nada malo, claro) era intentar explicar algo en inglés, especialmente si era algo complicado y tenía que simplificarlo; yo les preguntaba en inglés "Bueno... ¿me entendéis? " y ellas respondían "Sí" pero yo lo dudaba después de contemplar sus expresiones; después pasaba a decirles lo mismo en japonés "¿Wakaru? " - "Iie" (¿Me entendéis? - No).

Cuando una fuerza mayor me obligó a buscar el aseo tuve unos problemas inesperados que había temido desde el día en que llegué a Japón. La posibilidad de no saber cómo se usa el inodoro. Sobre todo porque todo estaría en japonés y me pondría en la situación de "a ver qué hace este botón... ". Una amiga mía que fue a Japón unos años antes me dijo que había presionado sin querer el botón de la alarma anti-incendios y que acabaron yendo los bomberos. Yo no quería pasar por lo mismo. Al final encontré el botón "descarga" un poco escondido por atrás pero, antes de eso, tuve algunos problemas y estuve presionando todos los botones que pensé que funcionarían. También puse la música y todo el mundo pudo escuchar que venía de mi cabina. La parte preocupante es que no se paraba, a pesar de que pulsé casi todos los botones. Al final salí corriendo y esperé que parara pronto (y lo hizo).

Hora de divertirse con las "purikura"

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Después de comer y encontrar una tienda donde compramos regalos (si estáis leyendo esto, ¡gracias otra vez! ) para mi familia, mamá Sachiyo dijo que iba a dar una vuelta para buscar cosas para ella y que Sumire y yo podíamos pasear por nuestra cuenta.

Yo no tenía ni idea de a dónde íbamos pero Sumire dijo que podíamos pasar por los recreativos del centro comercial y pasar un rato jugando allí. Normalmente suelo evitar estos lugares porque pueden ser algo adictivos pero esta era una ocasión especial.

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Llegamos a un lugar llamado Fun Factory que tendría, probablemente, cientos de máquinas de juegos, consolas, tragaperras y cosas por el estilo, donde se podía jugar de forma individual o en grupos. Justo al lado estaba el cine. Tenía curiosidad por ver qué aspecto tenía así que entré. Puede que en un primer momento me sorprendiera ver la gran cantidad de pósters de anime que había, pero luego recordé que Shrek, Madagascar, los Minions y los demás son como anime occidental. Los cines tienen un aspecto similar a los nuestros.

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De vuelta a nuestro "Fun Factory". Sumire me llevó a una máquina y antes de entrar no me fijé en un letrero que había delante. Solo vi un montón de fotografías de chicas en la parte de fuera y me sentí un poco confuso. Pero bueno, ¡Yolo! Dejamos nuestras cosas en el suelo y me dijo que me preparara para una ráfaga de 5-6 fotografías.

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Después de poner unas cuantas caras tontas y de ver nuestras fotos en la pantalla me di cuenta de lo que estábamos a punto de hacer. Nunca pensé que haría esa cosa rara de cambiar mi cara a otra cosa, ¡es el estilo japonés! Había un montón de opciones para editar las fotografías, la pantalla era táctil así que me puse a experimentar con cada botón que encontraba. Si no sabía qué hacer o no entendía lo que estaba escrito Sumire me ayudaba. Una vez terminada la edición cogimos dos copias impresas de las fotografías. ¡Mi propia purikura! Fue muy divertido y apenas podía reconocerme, aunque solo estábamos nosotros dos.

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Una vez que terminamos con las purikura fuimos a buscar a mamá Sachiyo al otro lado del centro comercial. En cuanto la encontramos y compramos todo lo que necesitábamos nos dirigimos hacia la salida y hacia nuestro coche. Aún seguía lloviendo pero no muy fuerte. De camino a casa volví a sentirme somnoliento.

Preparando las cosas para el campamento y las actividades por la tarde

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El 16 de julio se suponía que iba a ser mi último día con mi familia de acogida, y al día siguiente debíamos haber puesto rumbo a Osaka y tendría que haberme quedado allí durante 10 días, con el campamento juvenil, antes de volver a Gobo 2-3 días antes de mi vuelo. Pero, como podéis observar, he usado "se suponía"... porque, debido al tifón, las carreteras se colapsaron por el agua y se cerraron, incluyendo la autopista y las vías del tren.

No sabía si podríamos partir mañana, yo solo me dedicaba a escuchar las noticias en la TV y los problemas potenciales que podrían ocurrir, según mis padres de acogida. Después de tenerlo todo preparado decidí seguir con mi presentación sobre Croacia. Para ser sincero, la terminé la noche antes del viaje, pero fue algo que amorticé y resultó mejor de lo que esperaba.

Seguí tocando el piano con Sumire y compartí unos cuantos consejos más (aunque yo mismo nunca los seguía). Ella me enseñó una partitura de piano japonesa y sonaba muy bien.

Después de cenar y de tenerlo todo preparado escuchamos que, al día siguiente no habría colegio. Era 16 (y 17) de julio y aún había clases en Japón. Al contrario que en Croacia, donde las vacaciones comienzan a mediados o a finales de junio, lo que nos deja con dos meses de vacaciones. Aparte de trabajar juntos en la presentación y enseñarle algunos vídeos y fotografías online, decidimos jugar a Medal of Honour - Allied assault... multijugador online. ¡Y ganamos! Afortunadamente, ella no tenía escuela al día siguiente.

Un atisbo del tifón

Me fui a dormir sin saber qué pasaría al día siguiente, pero antes de cerrar los ojos recuerdo lo que nos dijeron mis padres de acogida; que bajáramos todas las persianas y echáramos las cortinas. Eso era para proteger los cristales y las habitaciones del fuerte viento que hubo durante la noche.

Recuerdo que ese peligroso tifón estaba a unos 150-200 km de nosotros pero, no iba a pasar por donde estábamos ni provocaría muchos daños aquí. Aún así, cuando me puse mi pijama y apagué las luces, recuerdo que podía escuchar el sonido del fuerte viento en la calle y de las persianas sacudiéndose. Yo esperaba que el tejado no se me cayera encima, eso habría sido... bastante malo. Cerré los ojos y esperé hasta quedarme dormido, envuelto en mi cálida manta.

Lo que ocurrió al día siguiente en Gobo y si hubo alguna consecuencia del tifón, podréis descubrirlo en el próximo episodio, ¡el día 17!

¡Gracias por leer!


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