Viaje a Laponia

Por fin he ido a la tan esperada Laponia. Como había prometido, os lo voy a contar.

Domingo 11 de febrero a las 21:00, nos subimos en el autobús hacia Vasatokka, un centro para jóvenes en el que nos alojaremos. El camino para Laponia es largo, muy largo y no es fácil dormir en el bus... En estos momentos te das cuenta de que Finlandia es un país muy grande.

El lunes, de camino a Vasatokka, hicimos una parada en Kemi Snow Castle después de hacer la compra de la semana (no había ningún supermercado cerca de donde teníamos el alojamiento). El Kemi Snow Castle es, como seguramente habréis pensado, un castillo de hielo. Se construyó por primera vez en 1996 como regalo para todos los niños del mundo y desde entonces lo reconstruyen cada año, variando el tema y la arquitectura. El tema de este año es "animales fantásticos".

Aunque lo reconstruyan cada año, siempre mantiene tres elementos: un restaurante, una capilla y un hotel. El castillo se visita rápido pero no por ello resulta menos interesante. Me gustan las "suites royales" del hotel, ¡dan ganas de dejarse el dinero en ellas! El castillo se sitúa en realidad en el golfo de Botnia y al estar congelado, podemos pasar por encima, como se puede ver en la foto de abajo. Tras la visita fuimos dirección Rovaniemi, la ciudad en la que está el pueblo de Papá Noel. El pueblo es súper bonito y hay nieve por todas partes (buen indicador de que hemos llegado a Laponia).

De hecho en el pueblo hay una línea que te indica el lugar del círculo polar. Qué pena, la cola para lo de Papá Noel era tan larga que al final no me pasé a verlo. Estuvimos dos horas allí y luego retomamos el camino para llegar por fin a Vasatokka (sobre las ocho de la tarde). Algunos se alojaron en dormitorios y otros como yo, preferimos pagar un poco más (20 euros) para dormir en un pequeño chalet. Eran de ocho personas y tenían de todo. No es que conociera mucho a los otros, pero bueno, enseguida creamos un ambiente de buen rollo, ¡incluso quedamos en vernos más veces! Lo primero que hicimos al llegar al chalet fue encender la chimenea y comer malvaviscos. Luego nos hicimos algo de comer antes de relajarnos en la sauna para luego disfrutar de un descanso bien merecido.

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El segundo día de viaje fuimos a ver una granja de renos. Lo primero que nos dijeron antes de llegar fue que no les preguntáramos a los samis cuántos renos tenían porque eso es el equivalente a preguntarles cuánto dinero tienen (es algo delicado y pueden tomárselo a mal). Para vuestra información, todos los renos que podéis ver en Finlandia, aunque parezcan salvajes, siempre tienen dueño.

Allí pudimos darles de comer nosotros mismos y luego dimos un paseo en trineo tirado por renos. Tras el paseo, estuvimos practicando cómo atrapar a un reno de mentira con un lazo. Descubrí que no se me daba nada bien. Luego nos fuimos todos a una cabaña y alrededor del fuego nos tomamos un té (o café) con galletitas que los samis habían hecho, mientras que nos contaban su historia. Lo que realmente resultó interesante fue saber que los jóvenes samis intentan a día de hoy preservar su lengua y cultura, de los que están muy orgullosos.

Después de este súper reencuentro con este conocido pueblo, fuimos a ver un museo dedicado a ellos y a Laponia en general. Cuando acabó la visita cultural volvimos a Vasatokka. Por la noche habíamos previsto un paseo cortito por el bosque (llevábamos raquetas en los pies para no caernos por la nieve). Una vez en el bosque, nos dividimos en grupos para encontrar algo con lo que encender una hoguera. Pasearse por un bosque nevado de noche es algo mágico. Sin embargo os aseguro que andar con las raquetas no tiene nada de fácil, te hundes hasta las rodillas. Durante el paseo, aprendí a reconocer huellas de conejo, zorro y reno. De hecho podéis ver algunas en las fotos de la galería de la publicación. Después encendimos una hoguera e hicimos salchichas para cerrar la actividad.

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¡El tercer día fue uno de los mejores! Fuimos a Noruega. Salimos a las ocho de la mañana, y aunque Vasatokka estuviera al norte de Finlandia, tardamos cuatro horas en llegar. Durante esas cuatro horas pudimos ver paisajes increíbles, renos cruzando la carretera como rayos. Mis amigos vieron a uno magnífico que tenía el pelaje rojo y contrastaba con la blancura de la nieve. Me frustró mucho el no poder pararnos a hacer fotos.

De camino a Noruega, pasamos de la taiga a la tundra. Las taigas son los bosques de coníferas y la tundra está formada por arbustos y es más rocosa. Puedo deciros que la diferencia entre los dos es realmente impresionante. De camino pasamos por el pueblo que está más al norte de la Unión Europea. En Noruega queríamos llegar al pequeño pueblo de pescadores llamado Bugoynes. La mayor parte de los habitantes del pueblecito son finlandeses. Pero antes de llegar paramos en una playa cercana para hacer fotos, ir a la sauna y nadar en el Océano Ártico.

Para mi fue de lo mejor del viaje. Aunque la temperatura exterior fuera agradable, la del agua no lo era tanto. Sin embargo, la sensación de pasar de la sauna al agua helada fue increíble. Tras esta pequeña aventura, fuimos a un pequeño restaurante del pueblo de Bugoynes para tomar una sopa de pescado típica, que estaba buenísima, todo sea dicho. Hicimos unas cuantas fotos del pueblo y volvimos a Finlandia.

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El cuarto día no teníamos nada previsto, así que los del chalet y yo pensamos en quedarnos descansando y visitar un poco Vasatokka y sus alrededores. Vasatokka es un lugar aislado de todo. Se encuentra al borde de un inmenso lago, es tan grande que desaconsejan pasear por encima (como puede hacerse en otros lagos). Así que nosotros dimos una vuelta por los bosques que están cerca del centro y paseamos en trineo. Por la noche nos invitaron a todos a una barbacoa. Como era la última noche, todo el mundo miraba al cielo con la esperanza de ver la aurora boreal. Por desgracia el cielo estaba nubladísimo y no pudimos verlas, aunque podía distinguirse algo brillando detrás de las nubes.

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Al día siguiente salimos de Vasatokka a las 9:30 de la mañana para volver a casa. De camino, hicimos una parada en Saariselka para pasearnos en un trineo arrastrado por perros. Al acercarnos a los huskies, estaban tan emocionados por poder correr que nos dijeron que esperáramos a que se desfogaran un poco antes de acariciarlos y echarnos fotos con ellos.

Después de lo de Noruega, creo que esto es lo que más me gustó. Íbamos dos por trineo, uno sentado y otro que conducía y luego cambiaban. La belleza del paisaje durante el recorrido y la velocidad de los huskies, sobre todo en las cuestas, hizo que la experiencia fuera sensacional. Además, tuvimos la suerte de que nos tocaran huskies muy fuertes y que querían correr lo más rápido posible. Después de esta increíble experiencia nos tomamos una sopa en un restaurante del pueblo y luego, como nos quedaban tres horas antes de retomar el camino, dos amigas y yo fuimos a relajarnos al spa, a ver si así conseguíamos dormir luego en el autobús (no fue el caso).

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Volvimos a Helsinki el sábado por la mañana, a las once de la mañana. Tocaba despedirse de la gente, y, por lo menos en mi caso, prepararme mentalmente para hacer los trabajos de la uni que tenía que entregar ese mismo día a las ocho de la tarde.

En cualquier caso, fue un viaje que me costará olvidar gracias a las cosas tan bonitas que he visto y a la gente tan simpática que he conocido.

¡Gracias a todos los que lo han hecho posible!

Besos,

Perrine


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