Los 45 kilómetros de costa eslovena que no te dejarán indiferente

Publicado por flag-es Claudia Costas — hace 4 años

Blog: Slovenija
Etiquetas: flag-si Blog Erasmus Eslovenia, Eslovenia, Eslovenia

¡Hola, hola! Hoy os traigo el último post de Eslovenia, la primera vez en el Adriático. Este mar, que forma parte del mar Mediterráneo, baña los siguientes países: Montenegro, Albania, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Italia y Eslovenia. Si uno no es un experto en materia de geografía, puede pensar que Eslovenia no tiene costa (yo lo pensaba), pero lo cierto es que sí. Este país no solo tiene paisajes asombrosos en su interior (como podéis ver aquí), sino que en sus escasos 45 kilómetros de costa tiene mucho que ofrecer.

La gente de costa, como yo, al vivir en Bratislava, echa mucho de menos el mar. Hay días en los que lo llevamos mejor, otros peor y hay días en los que no aguantamos más y decidimos salir un viernes de Bratislava para hacer 560 kilómetros del tirón y llegar hasta la costa eslovena. Y así fue. Pusimos rumbo en la carretera y mientras atravesábamos Austria, una tormenta amenazó con acabar con nuestras vidas. Mientras caía una tromba de agua encima de nosotras, cabe destacar que solamente funcionaba la mitad del limpiaparabrisas del coche así que solo podíamos ver la mitad de la carretera. Fue un viaje de emociones fuertes, la verdad. Pero todo eso quedó en un segundo plano cuando al día siguiente nos despertamos, desayunamos y vimos que el cielo estaba completamente despejado y de un color azul claro. Íbamos a la playa.

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Nosotros estábamos concretamente en Izola. De la costa eslovena, no es de los lugares más famosos como pueden ser otros como Piran, Koper o Portoroz, pero merece la pena. Nos alojamos en un apartamento muy práctico ya que estaba andando a dos minutos de la playa. Practicamos italiano con nuestro casero. Lo cierto es que esta zona está tan cerca de Italia que no es extraño escuchar italiano mientras paseas por sus calles.

Es cierto que Eslovenia no tiene playas como las conocemos nosotros. No tiene grandes arenales ni superficies gigantes donde poner tu toalla sino que más bien son pequeñas calas de piedras. El terreno es mucho más salvaje. Muchas veces solo tendrás una especie de pantalán donde atracan los barcos y tendrás que acceder al agua por una escalera de metal o simplemente dándote un chapuzón. En cuanto al agua, cuando nosotras fuimos estaba fría (como en Galicia en los días más fríos, más o menos) pero también es verdad que fuimos a principios de mayo. Quizá en pleno verano está a una temperatura agradable. De todas formas, es cuestión de acostumbrarse, pues te acabas adaptando.

Como nos quedamos allí varios días, estuvimos en dos pueblitos: Izola y Piran. A continuación os cuento qué hicimos nosotros, adónde podéis ir, dónde comimos y mis impresiones sobre ambos.

Izola

Empezando por Izola, justo donde está el área urbana hay muchas playas pedregosas por toda esa línea de costa. El agua es de color azul claro y dan ganas de probarla todo el rato, de estar mucho tiempo nadando y buceando. El paseo por el litoral está muy bien cuidado: el terreno está perfectamente asfaltado y toda esa línea está decorada con macetas que tienen palmeras, lo que le da un toque gracioso al paseo. Por esa zona hay también unos jardines muy bien mantenidos, con los setos podados y muchas flores. Por lo tanto, si lo que queréis es playa y relax, os recomiendo este lugar. Es muy tranquilo, apenas había gente y el ambiente era muy relajante. Está cerca la zona del puerto con todas las embarcaciones, muchas terrazas para desayunar y comer y también muchas heladerías con diferentes helados de muchos sabores a los que es imposible resistirse.

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Strunjan

Si sois más aventureros, la mejor opción es ir a Strunjan. Es un parque natural que está muy cerquita de allí. Nosotros fuimos andando y nos llevó como una hora, más o menos. Entrar es gratis y justo al principio, te dan un mapa donde puedes ver los puntos que más te interesan y hacerte una idea de cómo de grande es el parque.

En Strunjan tienes que caminar si quieres acceder a los mejores lugares. Nosotros caminamos bastante al borde de los acantilados de camino a sus playas. Es bastante peligroso. De hecho, en el camino encontramos una cruz a modo de memorial que recordaba a un hombre que había muerto el año pasado en esa zona. Hay seguridad porque muchas zonas están valladas pero aun así, hay que ir con cuidado.

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Bajando hacia sus playas, se ven paisajes increíbles. Puedes observar toda la línea de aguas cristalinas que ocupa todo el parque natural. Esto solo hace que aceleres el paso para poder llegar por fin a la playa. El camino era bastante empinado y estaba lleno de barro, pero la recompensa no tuvo precio. La playa es un territorio virgen, muy salvaje, lleno de piedritas pequeñas, grandes rocas, troncos de árbol y nadie a tu alrededor. Bañarse allí es una gozada, a pesar de que el agua está fría. Enfrente de ti solo tienes el mar y el ojo humano no alcanza a verlo pero justo delante, está Italia. Estuvimos allí toda la mañana y para volver, no volvimos por la montaña sino simplemente seguimos el camino de piedras que poco a poco nos llevaba al centro urbano de Izola otra vez. De camino, nos encontramos con más playitas y también un muelle donde decidimos pararnos y tomar el sol un rato. Por esta zona también había gente practicando surf y otros deportes acuáticos, también había restaurantes con vistas al mar y platos muy apetecibles. Como se suele decir, una imagen vale más que mil palabras así que aquí os dejo unas cuantas de Strunjan y de sus alrededores. Para mí lo más sorprendente de este lugar es el color del agua, incluso estando nublado tenía un color azul intenso, muy cristalino.

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Nos entró el hambre así que una vez en el pueblo fuimos a un restaurante donde la mayoría pedimos calamares con patatas y verdura. Es un plato típico que me encanta así que los días que estuve allí pedí siempre lo mismo porque no me podía resistir. En Bratislava los mariscos y pescados no son de buena calidad así que siempre que estoy cerca del mar, aprovecho para comer productos que sé que son frescos y están buenos.

Ya atardeciendo, cenamos en un italiano. Yo tomé ensalada de pulpo y la mitad del calzone que le sobró a Pilar. Era un restaurante muy mono, con terraza decorada con pequeño tiestos que pendían en el aire lleno de flores. Después, fuimos al puerto de Izola para ver la puesta de sol. Tocamos el ukelele, cantamos canciones de Shakira y disfrutamos del sonido del mar. Ojo, porque aunque por el día hiciese calor, por la noche entraba el fresquete y todos estábamos con sudadera.

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Piran

Cuando ya habíamos exprimido Izola al máximo, decidimos ir a Piran, seguramente el pueblo más bonito de Eslovenia. A mí me recuerda inevitablemente a Rovinj, en Croacia. Nuestra sorpresa fue cuando intentamos arrancar el coche y no funcionaba. El “starter” estaba estropeado. Entramos en pánico porque en algún momento tendríamos que volver a Eslovaquia y la verdad, traer el coche de vuelta en una grúa no era una opción para nosotros. Intentamos contactar con un mecánico, le pedimos ayuda al dueño del apartamento, y por supuesto, todo esto en una mezcla de italiano e inglés. Nosotros no hablamos esloveno, ellos no hablan español así que esas dos lenguas son las que más teníamos en común. Llegó el mecánico y efectivamente, nos dijo que estaba estropeado el starter y que había que cambiarlo, pero que él no podía hacerlo hasta el lunes, así que no teníamos ninguna solución. En esta situación bastante pintoresca y surrealista, pasaron dos hombres por allí que fueron nuestros ángeles de la guarda. Le echaron un vistazo al coche y nos explicaron cómo arrancarlo. Teníamos que empujar si queríamos que se pusiese en marcha así que eso hicimos el resto del viaje. Esto nos limitó un poco porque a partir de ahí, todos los lugares para aparcar el coche deberían estar en terreno llano. Estando cuesta arriba o cuesta abajo, sería imposible empujarlo y nos quedaríamos estancados.

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Finalmente, conseguimos arrancarlo y fuimos a Piran. Después de encontrar un terreno plano para aparcarlo, un poco a las afueras del pueblo, fuimos andando hasta el centro. Las calles de Piran eran muy parecidas a las de Izola. Casitas antiguas donde destacaban las contraventanas de diferentes colores, restaurantes que desprendían olor de manjares de los dioses y el mar bañando todo el pueblo. Piran es más grande que Izola así que podéis pasaros un buen rato recorriendo sus calles. Antes de entrar en la ciudad, hay un castillo (1’50€ la entrada con la tarjeta de estudiante) desde donde se puede ver Piran entero. Tiene una forma muy peculiar, con vista de dron se aprecia mucho mejor, pero podríamos decir que es como un cabo completamente lleno de casitas. Justo en el final, el terreno es muy puntiagudo, formando un ángulo de 15 o 20 grados, que realmente es lo que hace a este pueblo tan famoso y único.

En Piran podéis ver la Iglesia de San Jorge, desde donde se puede ver el mar en su forma más salvaje y violenta pues allí el viento sopla muy fuerte. También la plaza Tartini, que es la principal, desde donde se ve la torre del reloj de la iglesia, que sobresale por encima de todo. Hay algunas casitas de diferentes colores pero la mayoría de ellas son de colores claros, cálidos y tenues, lo que le da uniformidad a todo el pueblo.

Comimos en un restaurante que estaba enfrente del mar, pero literalmente, lo teníamos a tres metros. No existen mejores vistas que estas para comer. Calamares y pasta fue el menú. Por toda esta zona que da al mar, hay varios lugares donde hay escaleritas para acceder al agua. Nosotros nos quedamos en una especie de muelle desde donde se ven todas las casitas que dan a la costa. El agua estaba fría pero poco a poco me acostumbraba y al final pude nadar un poco. Otra cosilla original que tiene Piran son los dos faros de colores verde y rojo intenso que destacan con los tonos claros de las casas. Paloma y yo estuvimos allí un buen rato sacando algunas fotos.

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Ya acabando, comentar que podéis hacer una ruta más larga que la nuestra e ir a otros pueblos de alrededor como Koper o Portoroz, aunque no tienen tan buenas evaluaciones como estos dos. Creo que no tienen playa, solo muelles desde donde tirarte directamente al agua, lo que para mí no es ningún problema la verdad. También podéis ir hasta Italia, Trieste, pues está solamente a media hora.

Finalmente, empujamos el coche y nos volvimos a Bratislava. Esos días en el mar nos dieron fuerza y energía para aguantar un tiempo sin él. Volví muy contenta pues visitar la costa de Eslovenia no es algo muy común y a mí me encanta conocer sitios que no son tan conocidos y a los que no iría “a propósito”. Con esto quiero decir que gracias a estar en Bratislava, estoy conociendo sitios a los que nunca iría por iniciativa propia sino que simplemente surgen de un día para otro al estar viviendo aquí, y eso es genial. ¡Y hasta aquí el post de hoy! Espero que os haya gustado y que hayáis disfrutado con las fotos. Nos vemos pronto y gracias por leerme.

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Comentarios (2 comentarios)

  • flag- Fátima chamadoira hace 5 años

    ¡Qué viaje más accidentado, con averías y lluvias torrenciales! ¡Todo muy excitante, Claudia! Te seguimos. Enhorabuena. Sigue así.

  • flag-es Claudia Costas hace 5 años

    Pues sí, así fue el viaje ;)

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