En la frontera de Europa (Komarno), en la frontera del lujo (Nitra, Trnava) - La conquista del oeste... eslovaco (3/8)
18 de mayo de 2016
Día 3
Si mi camarada de vagón no me hubiera despertado, no sabía donde me habría bajado. Como el día de antes no encontré ningún hotel en Ružomberok opté por cogerme el tren nocturno hasta Bratislava para recorrerme 270 kilómetros hacia el sudoeste. Pude dormir cuatro horas con la cabeza apoyada malamente con la mochila a modo de almohada. Así me aseguraría también de que ninguna de las cinco personas que compartían conmigo vagón me tocara las cosas.
El tren salía a las 2:19 de la madrugada y a las 6:00 bajé de las nubes y me di cuenta de que ya estaba en la estación de la capital. En febrero fue la primera vez que pisé Eslovaquia, mi aventura Erasmus no había hecho más que empezar.
Me puse las pilas enseguida al bajarme de esa estación gris que, por muy temprano que fuera, ya estaba a tope de movimiento. Tanta actividad te hacía espabilar, se te cortaba el empanamiento de golpe. ¡La confusión que tenía antes se había multiplicado por mil! ¿Qué tenía que hacer ahora? Empieza la improvisación. Le eché un ojo al panel de salidas para coger inspiración, tenía que hacerme un plan entero de nuevo. Decidñi ir a Komarno en el tren de las 7:00. ¿Por qué? Por un pequeño detalle sin importancia: ¡eran dos horas más de sueño!
En Komarno me encontré a gente de toda Europa reunida en la misma plaza
Ya eran las 9:00 en Komarno. Ya no estaba tan cansado, por lo que pude empezar el día andando un poco. Seguí la carretera principal que me llevaba hasta el centro y noté la influencia de Hungría que estaba al otro lado del Danubio. Los carteles empezaban a estar tanto en eslovaco como en húngaro. ¡Pero Bratislava estaba a 100 km al este!
Una vez ya en el centro me puse a buscar de inmediato un sitio en el que darme un atracón porque no había cenado nada. En una pensión conocida de por allí vi que preparaban desayunos bien abundantes (huevos sobre el paprika) perfectos para cargarme las pilas. Conseguí el wifi del sitio y entre sorbo y sorbo de café pude planearme el viaje por etapas para llegar hasta Presov.
La Plaza de Europa en Komarno.
Al salir de aquel sitio saqué tiempo para ir a la Plaza de Europa, que tenía ese aire de originalidad, parecía casi un parque de atracciones. No era muy normal que en un único sitio se juntaran diferentes estilos de arquitectura del antiguo continente. Era como si la arquitectura germánica, escandinava y rusa se casaran y salieran esos edificios tan alegres a la vista.
Detrás del asfalto se encuentra la esplendorosa Nitra, la madre de las ciudades eslovacas
Tras dos horas de "chu-chu" llegué a Nitra, una ciudad de 80 000 habitantes que hay a 80 km de Komarno. Fue bajar del tren y darme cuenta enseguida de que ciudad no era precisamente la mejor palabra para calificar a Nitra. Tan solo hay que ver el embotellamiento de vías rápidas que se abre alrededor de todo el centro que se escondía tras el gran supermercado Tesco.
Desde que llegué estuve preguntándome qué interés tendría un turista en venir a esta ciudad que parecía que estaba muerta, la verdad es que a primeras me dio mala impresión. Tuve que superar las primeras impresiones y quitarme la venda de los ojos para ver que detrás de tanto cemento y asfalto estaba la parte antigua de Nitra. La iglesia de escaropios que había en el casco antiguo de la ciudad fue lo primero que me sorprendió por su estilo barroco.
La Plaza Pribina en Nitra con la estatua del príncipe Pribina y el Seminario (de color rosa). Al fondo se pueden apreciar las iglesias escaropias y monásticas.
Al entrar en la parte alta de la ciudad fue cuando me dí cuenta de por qué estaba allí. El monumental palacio de la región, de color amarillo y blanco, nos prepara ya para el esplendor de la Plaza Pribina que hay un poco más arriba. Tanto el seminario grande y el pequeño como el palacio Kluck con esas fachadas rococó y neoclásicas me recordaban a la suntuosidad de Viena.
En el centro había una estatua negra de 6, 60 m de altura. Es una estatua del príncipe Pribina, que también le da nombre a la plaza. En 828 fue el primer príncipe del territorio actual de Eslovaquia en levantar una iglesia católica. Hoy día, la religión católica representa una mayoría en el país (69%). De ahí viene el mote de Nitra: "la madre de las ciudades eslovacas".
Además, si eres estudiante te lo pasarás genial, yo me reí mucho con las tradiciones que tienen mis colegas de Nitra con la estatua de Corgon (Atlas) del palacio Kluck. Antes de un examen tienen la tradición de ir a tocarle el dedo gordo derecho para que les ayude a aprobar.
Seguí subiendo por la parte alta de la ciudad hasta llegar a la columna de María y a la entrada del castillo, casa del poder espiritual (del obispado para ser exactos). Te puedes imaginar la función que tenía al ver la catedral Saint-Emmeran sobresaliendo por encima de los edificios.
Al volver a la zona antigua llegué hasta una gran avenida (Stefanicova) peatonal llena de vida gracias a los transeúntes. Fue un capricho que decidieron darle a los paseantes. En Nitra entré por primera vez en una sinagoga que estaba abierta porque a las 18:00 había una celebración.
Trnava, impacto de diferentes épocas y de diferentes precios
La Plaza Saint-Nicolas de Trnava una noche despejada de mayo.
Anocheció y yo emprendí mi última etapa del viaje: Trnava, que estaba a 50 km al oeste y a 50 km de Bratislava. Una vez más, como el día anterior, no encontraba ningún hotel, estaba en la calle (literalmente). Pero me vine arriba recordando lo que dijo un expatriado francés que se fue a Banska Stiavnica: "Si no encuentro dónde alojarme no voy a hacer un drama de ello. Desde el principio sabía que Eslovaquia es un país donde no hay turistas".
En Trnava me iba a costar encontrar dónde pasar la noche con el presupuesto que tenía. El problema no era que estuviera todo completo, sino que todo era demasiado caro en comparación con las demás regiones de Eslovaquia.
Además, es más caro dormir solo que dormir con otra persona. Es muy raro dar con un hotel que tenga habitaciones individuales. De hecho, el que va solo tiene que pagar una cama de más. Por eso se dice que los hoteles en Eslovaquia salen tan asequibles. Para los franceses (europeos del oeste como nos llaman los eslovacos) pasar la noche en un hotel cuatro estrellas no es demasiado caro, el precio sigue estando dentro de lo normal.
Un recepcionista de un hotel de tres estrellas de la zona antigua de Trnava me ayudó mucho la verdad. Hablaba inglés de Cambridge, pero me dijo qué hotel era el más barato de la ciudad mientras me enseñaba un billete de 20 € para que me hiciera una idea de por cuánto me saldría. Llamó a la recepción por mi, ¡había hueco libre! ¡Menos mal! Me enseñó cómo llegar con la ayuda de un mapa. Tan solo estaba a unos 10 min del casco histórico: tan solo había que pasar por la pasarela que atravesaba por encima la periferia y llegar... al barrio comunista. Hay un evidente choque de épocas y de precios en esta ciudad.
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