Recorriendo Escocia (V)

El quinto día iba a ser una jornada de tránsito. Abandonaríamos la zona de las Tierras Altas para dirigirnos al área de Fort William, por lo que comenzamos esa etapa despidiéndonos del Aviemore Resort y cargando las maletas de nuevo en nuestro autocar.

Salimos temprano y recorrimos un trayecto de espectaculares paisajes de cascadas, lagos y montañas en una nubosa mañana. Así llegamos al famoso Castillo de Eilean Donan, situado en la isla de Donan, un pequeño promontorio aislado dentro del lago al que se accede a través de un puente de piedra.

El edificio es una construcción medieval del siglo XIII célebre por su singular belleza y por haber sido escenario de algunas famosas películas como Los Inmortales. Esta fortaleza de época de Alexander II se construyó para defenderse delas incursiones de los pueblos vikingos.

Actualmente está reconstruido y en su interior se puede ver una exposición histórica que nosotros no nos acercamos a ver, pues aunque mis padres son muy fans de la saga de Los Inmortales y estaban muy entusiasmados con la visita, el tiempo no acompañaba (hace un frío horroroso) y tampoco teníamos mucho tiempo asique los hermanos hicimos presión y acabamos en la pequeña cafetería para los turistas que había a escasos metros del inicio del puente.

La verdad es que la estampa total tenía mucho encanto con el cielo cubierto, las montañas al fondo, esa especie de terreno pantanoso con pequeñas piedras llenas de musgo y todo ello coronado por el imponente castillo. Todo conformaba un pintoresco paisaje que hace comprender por qué fue elegido como escenario para recreaciones tan sugerentes como la de la película Braveheart.  

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La del castillo fue una visita breve pues nos quedaba un largo recorrido en bus hasta nuestro próximo destino: la isla de Skye. Durante el trayecto nos pusieron justo la película de Braveheart en el autobús, que realmente contribuía a entretenernos en el largo camino y además ayudaba a reforzar la ambientación. Esta película era la más adecuada pues además de haber utilizado como escenografía varios de los parajes y monumentos de Escocia, narra una serie de sucesos relacionados con William Wallace, un personaje fundamental para la historia escocesa.

La verdad es que recomiendo muchísimo que si no habéis visto la película la veáis y más si tenéis planeado viajar a Escocia pues trata de manera magnífica parte de los acontecimientos relacionados con las guerras de independencia de Escocia, es en general emotiva y con mucha fuerza y es una forma interesante y amena de conocer más a fondo un fragmento de la memoria escocesa, con especial atención de la Batalla del Puente de Stirling, localidad de la que hablaré en otro post más adelante.

Así entretenidos con este film, nos dirigimos a la más grande y septentrional de las islas del archipiélago escocés de las Híbridas Interiores. Empezamos a disfrutar de las espectaculares vistas a ambos lados de la carretera: enormes montañas cubiertas de verde salpicadas con pequeñas casas características dela región. Pero estas bonitas perspectivas se empezaron a nublar y emborronar con la llegada de la lluvia, aunque eso no fue impedimento para seguir disfrutando de esa exhibición de naturaleza en estado puro.

Llegamos a nuestra primera parada, los acantilados de Kilt Rock, una formación natural de 200 metros de altura que comenzó a crearse hace más de 55 millones de años como resultado de una serie de fenómenos volcánicos que dieron origen a estas curiosas capas de rocas diferenciadas.

Desde el mirador habilitado se puede contemplar la cascada que desde el interior de su estructura desemboca en el mar, y también la llamativa apariencia de estos precipicios. Así el observador puede juzgar por sí mismo si el nombre de “Kilt Rock” es adecuado, es decir, si las capas de piedra de diferentes colores simulan realmente la típica falda tradicional de Escocia, conocida como Kilt. Cabe destacar que a pesar de que el paisaje es extraordinario, el viento es realmente fuerte, por eso de estar frente al mar y a 200 metros de altura, por lo que recomiendo mucho una bufanda para la garganta e ir bien abrigado.

A parte del evidente portento natural que tenía ante mis ojos, en la cima de los acantilados pude descubrir dos curiosidades: la primera, es un cartel que informa de que hace años en las rocas se encontraron una serie de placas con huellas de dinosaurio; la segunda, es una divertida furgoneta de color amarillo que tenía una inscripción bastante peculiar en su parte trasera, y que me llamó bastante la atención: “I don´t have a dirty mind…I have a sexy imagination”. Me resultó gracioso que alguien fuese por ahí con un vehículo “pervertido” y no pude resistirme a hacerle una foto.

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Después de un tiempo prudencial para disfrutar del paisaje y hacer fotos, volvimos como siempre al autobús, que siguió llevándonos por las entrañas de la isla de Skye mientras la guía daba ciertos apuntes a modo de datos interesantes sobre las casas típicas convertidas en apartahoteles, la vida de la gente residente en Skye, el origen del nombre de la isla, el número de habitantes, etc. Las precipitaciones habían cesado pero se levantó una leve bruma haciendo honor al significado en gaélico de la denominación de la isla.

Nuestra posterior detención fue en Portree, la capital y ciudad más grande de Skye. Nos detuvimos aquí esencialmente para almorzar, de nuevo la comida era libre y nos dispersamos después de haber quedado en la plaza de la ciudad dos horas más tarde, previas recomendaciones por la guía de restaurantes típicos en los que servían haggies (plato tradicional escocés hecho con tripas y asadura de cordero, mezclado con especias). En mi familia esto de comer mientras se hace turismo no es así como muy necesario asique el plan era recorrer a tope cada rincón del lugar. El tiempo de nuevo no estaba de acuerdo con nuestros planes, lluvia otra vez (y así tooooodo el día), por lo que buscamos un sitio donde poder tomarnos algo esperar a que amainase.

Cuando vimos un par de rayos de sol nos echamos a la calle como locos aunque nos dio tiempo a ver poco, pero yo creo que vimos lo más bonito de la ciudad: desde un alto al que se subía por una pequeña cuesta pudimos contemplar el puerto precedido por unas encantadoras casas pintadas de diferentes colores.

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Una vez de nuevo en el autobús, nos desplazamos hasta Armadale; esta vez el paisaje que se abría ante nuestros ojos parecía tener una nueva apariencia a través de los matices que daba la potente luz del sol. Nuestro objetivo en Armadale era coger el ferry hacia Mallaig (y así abandonar la isla) asique cuando llegamos estuvimos bastante rato esperando a que saliese, la guía nos repartió las entradas, nos dijo el lugar en el que debíamos estar y la hora (unos 50 minutos más tarde desde que nos dio las entradas) y nos dejó campar a nuestras anchas por los alrededores.

La terminal del ferry contaba con una cafetería con tienda de regalos, pero no tipo suvenires sino que más bien era un establecimiento dedicado a la venta de objetos de lana, que debían de ser típicos de la localidad, había gorros, bufadas, boinas, guantes, jerseys… de los colores más variados que se pueda imaginar. Yo me aburrí un poco bastante al ser ya la enésima o decimoquinta tienda de regalos que veíamos asique me escabullí y me acerqué a la “playa”.

El ferry evidentemente iba por el mar, atravesando el estrecho que separaba Armadale de nuestro destino, por lo que al lado del punto de salida del mismo había una pequeña playa de rocas en cuesta bastante apetecible para alguien que le apetezca sentarse a relajarse un rato mirando al mar (es decir, yo). Este pequeño margen de costa tranquila y casi desierta del que pude disfrutar plenamente, constituye el segundo de esos 3 lugares favoritos de todo el viaje de los que hable en la primera entrada sobre Escocia. Estuve casi todo el tiempo libre sentado en una roca admirando el mar, explorando la orilla hasta donde la marea me permitía avanzar y acercándome a comprobar como de fría estaba el agua del mar del Atlántico Norte.

Entre las piedras que formaban la costa, pue descubrir algo que realmente es insignificante pero me llamó mucho la atención pues había entre unos cantos cubiertos de algas una lata de Pepsi cubierta de óxido completamente. Me resultó más llamativa si cabe porque era el único desperdicio no biodegradable que se encontraba en los alrededores de la playa y por su estado de oxidación debía de llevar ahí muchísimo tiempo, no sé me pareció que de alguna manera era algo único, bonito y triste al mismo tiempo, y no pude evitar capturar esa imagen.

Recorriendo Escocia (V)

Recorriendo Escocia (V)

Recorriendo Escocia (V)

El ferry estaba estructurado en dos plantas: una inferior y techada, con varias mesas y sillas y un pequeño bar para pedir bebidas que amenizasen el breve trayecto, el cual tenía una duración aproximada de 40 minutos; la planta superior era la cubierta con un amplio espacio con sillas de plástico para los que quisiesen observar la travesía por mar de forma más directa y cercana.

Cuando montamos en el ferry empezó a atardecer por lo que el sol se ponía a medida que las temperaturas descendían, lo que sumado a los fuertes vientos hacía de subir a la cubierta una empresa más audaz, si cabe, que la del Lago Ness . Yo soy un apasionado del mar asique nada iba a impedirme subir las bamboleantes y mojadas escaleras para poder disfrutar del paisaje con un poco de aire fresco

Cabe mencionar que no fui el único valiente, pues algunos más, sobre todo turistas de otras nacionalidades (nadie de nuestro grupo) estaban también sentados en cubierta o bien apoyados en las barras que separaban el barco de la caída al mar. Incluso me llamó la atención una familia compuesta por una madre y un padre que portaba un bebé bastante pequeño (apenas tendría 6 meses) que estuvo todo el trayecto en la parte descubierta, parecían ser de algún país de Europa del este o de norte, tal vez incluso del propio Reino Unido, e iban vestidos de mochileros. Suscitaron mi interés precisamente por el bebé, pues parecía que viajaban en plan mochileros, con todo a cuestas y con un bebé tan pequeño, me pareció una estampa bastante inusual.

La experiencia en el ferry estuvo bastante bien a pesar del increíble frío que hacía en la cubierta y fue bonito ver la puesta de sol desde fuera en pleno mar, aunque rápidamente, para variar empezaron a caer las gotas y me metí dentro, ya llegado al embarcadero de Mallaig, por lo que no me perdí mucho.

Una vez en Mallaig, montamos de nuevo en el autobús que había viajado en el ferry con nosotros y nos dirigimos Fort Williamdonde se encontraba nuestro siguiente hotel, en el que tan solo pasaríamos una noche. Llegamos algo tarde a Fort William y además de la leve lluvia estaba empezando a oscurecer, por lo que tristemente no pudimos visitar al pueblo ni los alrededores que prometían merecer mucho la pena.

Recorriendo Escocia (V)

No consigo acordarme del nombre del hotel en el que tan rápido nos metimos para evitar que las maletas se mojasen pero creo recordar que el edificio era una antigua casa victoriana restaurada y acondicionada como hotel.

Esta fue nuestra única estancia en un alojamiento de tres estrellas, lo que se notaba un poco en las habitaciones, aunque dependía de la suerte que tuvieses pues otra familia del grupo fue acomodada en una estancia que tenía bañera de hidromasaje en el baño. En definitiva, parte del hotel estaba modernizado y parte no, o al menos algunos aspectos. Nuestra bañera/ducha resbalaba bastante y las camas eran algo incomodas y estrechas pero todo se veía compensado por los increíbles salones y salas comunes. 

Recorriendo Escocia (V)

Cabe mencionar que nos tocó subir a nosotros las maletas por las escaleras (pues el hotel no tenía ascensor) y nuestra habitación estaba en el tercer piso, lo cual fue un poco bastante incómodo después del cansancio del día; aunque por otro lado este hotel tenía WiFi en todas sus estancias, al contrario por ejemplo que el Hilton de Edimburgo que solo tenía en el recibidor y cuya señal era pésima a pesar de ser un hotel más moderno y con más estrellas.

Después de la hazaña del episodio de las maletas, nos aseamos un poco y ya era la hora de la cena, que como siempre constaba de un menú de tres platos con tres elecciones por plato. Comentaré que en este sistema es realmente importante tener buen ojo a la hora de decidir, cosa que yo no tuve en este caso pero mi madre sí. La cosa es que de primero había el típico paté, ese lo pedimos todos y bien, el problema vino con los segundos: cordero, cuscús o salmón; yo no soy mucho de pescado, y menos si es salmón al horno, descarté es cuscús pues no sé por qué pero fue un error garrafal.

Sólo diré que aquello no era cordero ni se le parecía, yo como de todo aunque no me guste, de hecho habría preferido mil veces el salmón porque aquella carne realmente era incomible y no lo digo yo sino que todos los del grupo que lo pidieron lo dejaron igual de intacto que yo. Frente al cordero enorme que sabía muchísimo a cebo y grasa, resulta que el cuscús que apenas se lo pidió gente, estaba delicioso, cosa que pude degustar gracias a que fue la elección de mi madre. De postre había la tradicional tarta de limón, riquísima como siempre, una de chocolate, o bien una selección de quesos (también bastante ricos).

Otra anécdota curiosa (parecida a aquella de Edimburgo) tiene que ver con mi padre, su asombroso don de gentes, y su pésimo nivel de inglés. Después de comer nos sentamos en el salón a tomar algo y mi padre se acercó a la barra para pedir al camarero, resultando que éste debió de notar al instante que mi padre chapurreando inglés era español, y lo notó enseguida pues el camarero era sevillano, y más tarde conocimos a su compañera granadina, ambos estaban trabajando el verano en Escocia para sacarse un dinero y aprender inglés.

Al parecer Escocia es un gran destino para jóvenes que busquen trabajo en verano, sobre todo camareros, y pretendan mejorar en el idioma. Desde entonces se me ha metido en la cabeza que algún día haré lo que ellos pues realmente me encantó Escocia y no se me ocurre mejorar lugar para trabajar un verano.


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