Bruselas en dos días
Tras un año increíble por tierras británicas, mi corazón viajero no podía ni quería estarse quieto. Tenía ganas de más. Y lo mismo le pasaba al de mi amiga. Antes de irnos a Lille a estudiar durante un mes, no podíamos dejar escapar la oportunidad de ver un poco la capital belga de la que tanto nos han hablado en la universidad. Así que, no se hable más. Los vuelos los cogemos destino Bruselas.
El único problema es que para aprovechar bien el día lo que hacemos es coger el vuelo a las 7 y media de la mañana, que significa despertarse a las 4 y media. Ya desde ese momento se sabe que va a ser un día largo.
Día 1: el centro de la ciudad
Nada más llegar al aeropuerto casi nos perdemos, y los trenes en Bruselas la verdad es que no ayudan mucho a que llevemos maletas grandes. Ni siquiera el tren desde el aeropuerto de Bruselas tiene unas puertas así amplias. No. Tiene hasta unas escaleras para subir.
El hotel que encontramos a última hora tampoco está tan mal. Estaba bastante cerca del centro, y la verdad que para una noche tampoco nos importaba mucho. Dejamos las maletas y nos lanzamos a la calle. Obviamente, aunque estemos a primeros de julio, el tiempo en Bruselas no nos iba a acompañar. Nosotras que veníamos pensando en “verano”, intentando escapar de las lluvias inglesas nos encontramos con el norte de Europa no se diferencia mucho del Reino Unido. En fin, qué le vamos a hacer, menos mal que nos hemos traído un paraguas.
Lo primero que vemos al adentrarnos en la ciudad es la Bolsa de Bruselas. ¿A que no sabías que se fundó por decreto de Napoleón en 1801? Pues sí. Y hace unos cuantos años, en el 2000, se fusionó con la Bolsa de París y con la Bolsa de Ámsterdam para crear el Euronext, una de las primeras bolsas paneuropeas.
Seguimos caminando hacia el centro de la ciudad y llegamos hasta la Grand Place de Bruselas. Una auténtica maravilla, toda llena de color y de detalles dorados. Una pena que hiciera un día tan gris, pero aún mantenemos la esperanza de que en algún momento salga un rayito de sol para así poder ver todo el dorado que se refleja en las fachadas.
Si tienes la suerte de venir en primavera, esta plaza la llenan de una alfombra de flores begonia, que le dan aún más color y vida a la plaza.
A unos cuatro minutos andando de la plaza, se encuentra el famoso Manneken Pis. Se trata nada más ni nada menos que de una pequeña estatuilla de un niño haciendo pis. Es bastante pequeña y se encuentra en una pequeña esquina. Cuando nosotras fuimos, le habían vestido con el equipo de hockey canadiense, no sé muy bien por qué. Se encuentra a lo alto de un nicho con una inscripción que deja leer “In petra exaltavit me, et nunc exaltavi caput meum super inimicos meos”. En español se podría traducir por “El Señor me levantó sobre una roca, y ahora elevo mi cabeza sobre mis enemigos” y hace referencia a la victoria de los bruselenses frente al asalto francés de la ciudad allá por 1965. El único problema es que esta estatua fue robada alrededor de los años 1960, provocando un escándalo internacional. Desde entonces, la estatua del Manneken Pis es una copia.
Lo divertido es que alrededor de 1980, se hizo otra estatua muy parecida, la Jeanneke Pis, pero esta vez, es una niña. También se encuentra muy cerca de la Grand Place.
Después, llegamos a la Place du Petit Sablon, con un pequeño espacio en el que la naturaleza se mezcla con la arquitectura. Se trata de un pequeño jardín en el que a finales del siglo XIX se quiso exaltar el nacionalismo belga. A lo largo del jardín se encuentran estatuas de los diversos gremios medievales, como los albañiles o escultores. Se incluyen también estatuas de famosos personajes históricos belgas, como una del geógrafo Ortelius.
Tras haber estado horas caminando por la ciudad, volvemos al hotel completamente muertas. Pero todavía nos quedaba una cosa por ver, el último símbolo de la ciudad: el Atomium. De camino, nos topamos con la Iglesia Notre Dame de Laeken, que resulta que es donde están enterrados los reyes belgas.
Finalmente, llegamos al Atomium, que es un monumento hecho de acero y aluminio que representa un cristal de hierro, pero 165 veces más grande. Se creó en 1958 para presentarla en la Feria Mundial y desde entonces se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad. Nada más verlo, sentí una inmediata impresión. Realmente es enorme. Después, cierto mareo. Por último, una gran admiración para quien lo haya construido.
Al lado del Atomium está esta otra pieza en rojo, que no representa nada en especial. Es de Arik Levy, y él mismo explica que está hecha para ponerla justo debajo de la gran escultura del Atomium.
Hora de volver a casa y Bruselas nos premia habernos dejado los pies con un poco de sol, que aprovechamos para primero ir a ver la Grand Place de nuevo. Mereció totalmente la pena esos pasos de más, realmente increíble. Y segundo, nos fuimos a lo alto del Mont des Arts a contemplar el atardecer. Sin duda, el mejor mirador de Bruselas, desde el que se puede ver la Grand Place y la torre del ayuntamiento.
Día 2: a las afueras de Bruselas
Si estamos en Bruselas lo que no nos podemos perder es el Barrio Europeo. Siendo estudiantes de Relaciones Internacionales y, posiblemente, futuras trabajadoras de la Unión Europea, se trataba de una visita obligatoria. Bruselas se considera la capital de la Unión Europea, aunque no es oficial. En esta ciudad, se encuentran algunos de los órganos más importantes de la UE. Entre ellos, la Comisión Europea, el Consejo de la Unión Europea, el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo. De hecho, los colores de la bandera de la Unión Europea se escogieron en base a los de la bandera de Bruselas: azul y amarillo.
Esta es una foto del Parlamento europeo, que también cuenta con un trozo del famoso muro de Berlín.
No muy lejos se encuentra el Parque del Cincuentenario, con un enorme conjunto arquitectónico en forma de U lleno de arcos y esculturas. Este monumento fue erigido por el rey Leopoldo II en 1905 en conmemoración al cincuenta aniversario de la independencia de Bélgica. A los lados de los tres enormes arcos se encuentran las esculturas que representan a las distintas provincias de Bélgica personificadas.
Aquí, una foto de nosotras en frente del conjunto arquitectónico.
Nos fuimos a comer con una amiga de aquí que decidió mostrarnos de manera completamente exprés las últimas cosas que nos quedaban por ver de esta ciudad.
Primero, la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, de estilo gótico y construida entre 1226 y 1500.
Y segundo, la Place Royale, una de mis favoritas no sé por qué. El empedrado y el estilo me dan la sensación de antigüedad, pero a la vez de estar en una ciudad completamente moderna.
Justo en esa plaza, por un camino medio escondido, se puede llegar al Museo Magritte. No pudimos entrar, pero de nuevo su arquitectura me impresionó muchísimo.
Y hasta aquí Bruselas. La verdad es que es una ciudad muy internacional. Vas andando por la calle y serás capaz de distinguir diversos idiomas. Todo el mundo parece muy formal y serio, pero a la vez abierto. Son muy amables en todas las tiendas si te trabas con el francés y te recibirán siempre con una sonrisa. La verdad es que si no fuera por el tiempo, que no paró de llover, sería una ciudad en la que me encantaría vivir. Pero bueno, eso ya se lo dejamos al futuro.
Espero que este post te haya ayudado a organizarte un viaje a Bruselas. Si te ha gustado, échale un vistazo a mis posts sobre Viaje exprés a París o nuestro Road trip por Italia.
Galería de fotos
Contenido disponible en otros idiomas
- English: Brussels in 2 days
- Italiano: Bruxelles in due giorni
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