Una tarde en Monte Isola

Hace unas semanas, cuando estábamos en Italia, llegó por fin el esperado Día del Trabajador del 1 de mayo. Era festivo y no había clase en ningún colegio del país, así que los otros lectores de inglés y yo nos fuimos a pasar la tarde en Monte Isola, una ciudad en el lago Iseo que está en tres islas diferentes. Vimos un poco de cada una, pero solo desembarcados en una de ellas, la más grande de las tres. Su nombre es muy confuso, pues se llama Monte Isola. En este artículo os voy a hablar de las pocas pero maravillosas horas que pasamos allí, ¡y con suerte os animo a visitar el lugar vosotros mismos!

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Cómo llegar

Para llegar a las costas de Montisola, y las de las otras dos islas, es necesario coger un barco. Hay muchos puertos por allí, mi amiga Maggie y yo partimos desde uno en Iseo, y en todos ellos hay barcos yendo y viniendo varias veces por hora.

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El viaje duró unos quince minutos y fue muy agradable. El espléndido paisaje de las montañas era todo un regalo para la vista, tan agradable como la brisa fresquita que nos daba cuando íbamos por el agua. En el camino también pasamos muy cerca del Islote de San Paolo (una de las otras dos), un pequeño trozo de tierra que creo que ahora es una residencia vacacional privada.

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Nuestra tarde

Maggie y yo llegamos a la parada de Sensole en Montisola justo a las 14:30, listas para empezar nuestro ascenso a la montaña entre tanto viento. Por desgracia, los amigos con los que habíamos quedado en la isla aún estaban al otro lado del lago. Decidimos esperarles abajo y encontramos un pequeño huerto de olivos junto a la orilla (al lado del restaurante Trattoria del Sole), donde nos tumbamos a tomar el sol. Nos sentamos con las piernas colgando por el muro y disfrutamos de la sensación de las olas fresquitas cada vez que pasaba un barco.

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Una hora y media después, nuestros amigos nos mandaron un mensaje diciendo que ya habían llegado a la isla, ¡pero se habían bajado en una parada a una milla de nosotras! Fuimos a encontrarnos con ellos andando ya que estaban donde queríamos ir: al inicio de la carretera que sube la montaña. Por el camino pasamos por muchas casas bonitas y playas de césped, además de un adorable refugio para gatos al aire libre. Si has leído mi artículo sobre Lady Dinah's Cat Emporium, sabrás que estoy un poco obsesionada con estos felinos, así que me encantó ver a estos pequeñines correteando por ahí.

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Quince minutos después llegamos a Peschiera Maraglio, el abarrotado barrio pesquero de la ciudad. Mires donde mires hay marcos de madera con pescado fresco colgado para que se seque. Para entonces ya eran las 16:30 y empezaba a preocuparnos que no tuviéramos tiempo de subir y bajar la montaña antes de que partiera el último barco. Fuimos a puesto de marisco frito a pedir consejo y nos dijeron que había un autobús que nos dejaría cerca de allí por solo 1, 5 €. El bus estaba lleno y las carreteras tenían muchas curvas, pero no podíamos estar más agradecidas por la existencia de ese servicio.

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Nos bajamos del autobús a los diez minutos y nos recibieron las vistas del extraordinario paisaje a nuestro alrededor. Por allá abajo el lago reflejaba el sol del atardecer, rodeado de grandes montañas cubiertas en frondosa vegetación. Nos habríamos conformado solo con esto, pero sabíamos que había vistas aún mejores esperándonos en la cima. Encontramos una señal que nos guiaba al Santuario de Madonna della Ceriola, una iglesia situada en lo más alto de la montaña, así que partimos hacia allá.

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No sé si es que estoy en malísima forma o si es que el camino a Montisola era muy empinado, pero sea lo que sea la subida no es que fuera algo fácil. De hecho, Maggie y yo creemos que no habríamos sido capaces si hubiéramos empezado desde lo más bajo, y que todo lo de antes esa tarde en realidad había sido una bendición. Aun así no estuvo tan mal, puede que nuestras piernas estuvieran sufriendo, ¡pero nuestra vista desde luego que no! Había estado lloviendo mucho durante las últimas semanas, así que todas las plantas tenían un precioso color verde.

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Un cuarto de hora después llegamos a la cima agotadas. Enseguida nos encontramos con nuestros amigos que habían subido andando y estaban sentados en una roca, premiándose con mucha cerveza. Pasamos una buena hora allí, charlando y echándonos las típicas fotos de «¡he subido una montaña! » (bueno, o de he subido una montaña en autobús).

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Sobre las 18:15 decidimos que sería hora de empezar a bajar, paramos un momento a ver una iglesia por dentro (foto más abajo) y a ver una pequeña cueva justo debajo en la que había un santuario para la Virgen María. No teníamos mucho tiempo hasta que nuestros amigos tuvieran que coger el tren de vuelta, así que empezamos a barajar opciones: ¿deberíamos bajar la montaña corriendo o coger un autobús? El destino decidió por nosotros cuando llegamos a la parada justo cuando salía uno de los autobuses. Diez minutos después ya estábamos de nuevo al nivel del mar.

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En vez de volver directamente a Iseo, cruzamos el lago desde Peschiera Maraglio hasta Sulzano. Maggie y yo teníamos un poco de tiempo libre hasta que saliera nuestro tren, así que después de despedirnos de nuestros amigos decidimos explorar la ciudad un poco y pillar algo para comer. Durante nuestro paseo nos encontramos con una señal de Los muelles flotantes, una instalación artística de 2016 en la que la gente puede cruzar el lago Iseo en una pasarela amarilla. ¡Ojalá hubiéramos podido ir a verlo!

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Después de recorrer las calles de Sulzano cuanto quisimos, paramos a tomar una cena rápida junto al lago en Mr Bike Cafè. Desde nuestra mesa teníamos unas vistas fantásticas de la puesta de sol tras Monte Isola y de las luces de las casas encendiéndose una a una. Estuvimos admirando el paisaje todo lo que pudimos hasta que nos tuvimos que ir a la estación de tren para volver a casa.

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Galería de fotos



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