Elegir Bérgamo
Ahora tocaba regresar. Tras haber pasado unos maravillosos días juntas visitando Italia, nuestro viaje acababa. Debíamos regresar de nuevo a Milán para coger el vuelo de regreso, esta vez Milán - Zaragoza tristemente.
La elección de Bérgamo
Teníamos algo de tiempo antes de coger el avión ya que salimos muy temprano de Módena. De modo que todas estábamos convencidas de emplear ese tiempo de sobra visitando Milán, al menos su famoso Duomo y la Galería Victor Manuel II que se encuentra próxima a éste. Pero una de mis amigas sugirió dedicar ese tiempo a visitar Bérgamo que era de donde salía el avión. Nos explicó sus motivos, el primero era que prácticamente todas habíamos estado en Milán y era demasiado grande para pasar solo mañana ahí; y el segundo era que nadie había estado en Bérgamo e íbamos a poder disfrutarla mucho más.
Le hicimos caso y no nos arrepentimos, fue lo mejor que podíamos haber hecho.
Descubriendo Bérgamo
Una de nuestras amigas ya había visitado Bérgamo y nos lo explicó con claridad. Mientras íbamos en el tren hasta la ciudad nos dijo que se divide en dos, la Ciudad Alta Città Alta y la Ciudad Baja, Città Bassa. La alta se corresponde con la ciudad medieval, las calles tienen un trazado más irregular y se pueden ver edificios más antiguos. La ciudad baja se corresponde con los edificios más nuevos. Cuando la ciudad sobrepasó los límites de la muralla que envolvía la Ciudad Alta, se empezó a construir a los pies de la colina donde se encuentra.
Lo primero que hicimos nada más llegar fue buscar una consigna donde dejar las maletas. Todas llevábamos maletas de mano, y en un primer momento cogimos tres taquillas pequeñas y pusimos dos maletas en cada una. Pero nos dimos cuenta de que cogiendo una grande igual cabían todas y esta era la opción más barata. Estuvimos un buen rato intentando meterlas a modo Tetris y al final lo conseguimos, ocupamos con las maletas el máximo volumen de la taquilla y solo tuvimos que pagar 4€.
Ahora que ya llevábamos menos peso, subimos por Viale Papa Giovanni XXIII, Viale Roma y Viale Vittorio Emanulle II que están seguidos. Durante todo el camino podíamos ver al fondo la Ciudad Vieja, más alta que todo lo que nos rodeaba.
El camino de subida
Durante todo el camino hubo preciosos edificios como el de la Banca de Italia o la iglesia Santa Maria Immacolata delle Grazie. Pasamos por un tramo de la calle en el que había dos edificios iguales a cada lado, ambos con columnas dóricas. Luego pasamos por la Torre dei Caduti que se encontraba justo al lado.
Giramos a la izquierda por una calle y comenzó la subida. Íbamos en fila y algunas nos quedábamos atrás. Las calles tenían algunos tramos muy estrechos, otros muy empinados y todos con un suelo de piedras que no era muy cómodo. Hacía mucho calor aunque no era un día especialmente soleado, llevábamos todas los abrigos ya que no había quedado más sitio en la taquilla, y muchas llevábamos los bolsos o mochilas llenos de cosas que no habían cabido en la maleta.
Yo que soy la más quejica no paré de lloriquear en todo el camino, de preguntar cúando llegábamos y de pedir que llevaran en brazos (irónicamente). Pero no podía evitarlo, me estaba arrepintiendo mucho de no haber ido a Milán y no paraba de preguntarme a mí misma que hacíamos allí.
Me animé un poco cuando ya estábamos más arriba y había vistas bonitas de la ciudad, se veían algunos edificios por los que habíamos pasado y paré a hacer alguna foto (y así poder descansar). Definitivamente me había quedado la última.
Tras hacer las fotos comencé a caminar más deprisa y enseguida las alcancé. De pronto comenzamos a ver edificios más antiguos, medievales, ya estábamos llegando, faltaba poco, esto nos dio esperanza. Continuamos caminando y por fin llegamos a la entrada de la Ciudad Alta.
Entrada y calles de la Ciudad Alta
La entrada es fácilmente reconocible, consiste en un monumento blanco enorme con tres arcos de entrada y tiene en lo más alto el dibujo de un león, es la Porta San Giacomo, una de las cuatro entradas que tenía la muralla medieval de Bérgamo.
Antes de cruzar la puerta nos paramos a descansar, aunque yo no me atreví a sentarme en el borde de los muros ya que había mucha altura. Algo que me llamó mucho la atención fueron las zonas verdes que rodeaban la muralla y separaban la ciudad antigua de la nueva, la Città Alta de la Città Bassa. Se podía ver muy bien estas dos zonas en que se divide la ciudad de Bérgamo.
Nos adentramos en la zona medieval de Bérgamo, en la Città Alta. Las calles eran muy empinadas y tenían grandes muros que salvaban las alturas que las separaban. Estos muros eran de piedra y mucha vegetación brotaba de ellos. Nada más llegar a la primera plaza vimos que podíamos haber cogido el Funicular de la ciudad, que sin duda recomiendo por completo. Los edificios estaban bien conservados y en todos estaba muy presente un material, la piedra.
Duomo de Bérgamo
Cuando llegamos vimos el Duomo, era muy grande. Aparecimos en una plaza que formaba con otros edificios, la Basilica di Santa Maria Maggiore, Capilla Colleoni y el Palazzo della Ragione.
Entendimos por qué merecía tanto la pena subir a modo de peregrinación hasta ahí arriba, es precioso y se encuentra perfectamente conservado. Todos los detalles tanto en el interior como en el exterior de estos edificios se pueden ver perfectamente, los frescos se conservan muy bien y yo creo que nunca había sido tan consciente de lo bonitas que eran las catedrales en la época medieval, cuando no habían pasado tantos siglos por ellas.
Tras admirar este lugar, que nos dejó a todas impresionadas y sin palabras, pasamos por debajo del Palazzo della Regione, que se levanta sobre unos arcos y bóvedas preciosos y aparecimos en una nueva plaza.
Se trataba de la Piazza Vecchia, en el centro tiene una fuente, la Fontana di Piazza Vecchia. Esta rodeada de unos leones (si, como en la Alhambra de Granada). Al fondo se podía ver un enorme edificio blanco muy bonito, era el Biblioteca Civica Angelo Mai, era muy luminosa y destacaba entre el resto de edificios de la zona.
Comida y regreso
Estábamos hambrientas y buscamos un lugar para comer. No fuimos muy lejos, el lugar que encontramos estaba junto al edificio de la biblioteca, aparece en la imagen a la izquierda. Se llamaba Albergo Ristorante Il Sole, era un poco caro, pero merecía mucho la pena. Nos sentamos en una mesa de la terraza, que es privada, está rodeada con una tapia de piedra y junto a una zona arbolada. Como era primavera prácticamente estábamos rodeadas de flores y plantas, era muy agradable. Nos sirvieron enseguida y pedimos todas pizza, pudimos ver desde donde estábamos sentadas cómo las hacían en el horno. Estaba todo riquísimo. Sin duda recomendaré este sitio como lugar.
Después de comer subimos paseando hasta el Palazzo Roncalli, se encuentra en la Piazza Lorenzo Mascheroni. Luego pasando por debajo de la torre de la plaza llegamos a la Piazza della Cittadella y cruzándola en diagonal aparecimos en una zona arbolada y volvimos rodeando los edificios que forman la Piazza della Cittadella. Luego volvimos a la Piazza Lorenzo Mascheroni por un caminito con árboles a los lados.
Pronto iba a salir nuestro avión y teníamos que volver a la estación de trenes para coger un bus que nos llevase al aeropuerto. Comenzamos a descender las calles de la Città Alta, ya no se hacía tan pesado. Bajábamos esas calles entre los grandes muros de piedra que salvan la altura de la Città Alta, conscientes de que era nuestro último paseo por Italia.
Llegamos a la Città Bassa y dejamos poco a poco atrás toda la zona medieval, cada vez la veíamos más lejos y volvíamos hacia la estación sobre nuestros pasos. Nos alegrábamos mucho de haber elegido visitar esta preciosa ciudad. Había una sensación en cierto modo nostálgica pero también de satisfacción.
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