La comida de Navidad en Bélgica

La cena de Navidad en Bélgica es sagrada. Nos reunimos en familia, pero a lo grande, con los primos, las tías, los tíos y los abuelos. La comida también es sagrada. Un menú excelente que dura más de cuatro horas. Voy a intentar contaros lo mejor posible mi experiencia para que podáis imaginar una Navidad en Bélgica (en Ardenas, siendo más precisos).

Estaba impaciente por la llegada de la Navidad, porque llevo en España más de 3 meses y todavía no había visto a toda la familia. La gran diferencia entre la Navidad española y la belga es el verdadero árbol de Navidad en vez de uno de plástico. Decorado con gusto, cuidado, a la moda y diferente año tras año. Debajo reinan los regalos. En mi familia, son los niños los que regalan a los padres y los abuelos a los nietos. Pero en otras familias, se hace el amigo invisible donde se hacen regalos a todos (a veces con gran presupuesto y todo).

La comida de Navidad en Bélgica

A continuación, la comida se desarrolla en dos partes: una primera parte para los entrantes en el salón y luego otra parte para el resto de la cena en el comedor.

Los entrantes son trabajosos. Los preparamos el día anterior durante todo el día. Al principio del menú va el vino espumoso. Nosotros elegimos la Clairette de die. Alguien quería añadir un toque original y congelamos cuberdons (dulce belga) durante una hora para añadirlo al vino. A veces bebemos también l'Asti. Yo no era muy fan de la técnica esta con los dulces, pero bueno. Es la magia.

La comida de Navidad en Bélgica

Luego, poco a poco nos tomamos los entrantes. Los aperitivos primero, con tostadas de paté, queso fresco con hierbas, ensalada de cangrejo, jamón, huevos, tomates, morcillas y salchichas... ¡Delicioso! Y la famosa espuma de salmón en las tostadas, preparada la víspera. Este año habíamos cambiado un poco el menú y en vez de las fondues de queso habituales, preparamos el queso haciendo bolitas. Así, nos las comimos con los entrantes. Una delicia también. Para hacerlas, se prepara una salsa blanca con queso rallado y jamón york, luego se hacen bolitas que se recubren con harina, huevo y pan rallado. Nos comimos también dos quiches cortadas en rectangulitos para repartirlas mejor.

Después, tras una buena hora de entrantes durante la cual nos dimos los regalos, pasamos a la otra habitación para cenar. De primero, teníamos el foie-gras, acompañado de pan brioche y cramique con trocitos de dulces y pasas.

Luego, tenemos la costumbre de tomarnos un sorbete después del plato de foie-gras, pero este año nos lo saltamos para que no hubiera demasiada comida. Luego nos comimos el pescado (lenguado) al vino y con verduras. No hay nada más fácil que prepararlo: se cogen puerros blancos, un poco de cebolla y trocitos de zanahorias. Se saltean en la sartén con margarina y luego se ponen encima del pescado, que se cuece al vapor. Después, se añade un poco de vino blanco y nata para hacer la salsa. ¡Riquísimo!

Por fin, llegamos a la habitación grande. Tocaba encebollado de cierva con croquetas caseras, peras y arándanos. La cierva estaba dos días en adobo y la víspera la cocinamos una primera vez. Las croquetas estaban en la despensa.

Cuando nos terminamos la pieza, atacamos con pan un plato de quesos de la región. Algunos se pierden esta fase, el objetivo es no comer mucho para no acabar lleno. Por fin, terminamos con la bûche de Noël (dulce navideño tradicional), de crema y mantequilla; y otra de helado artesanal de una heladería de la esquina (de fresa y vainilla).


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