De vuelta a la fría Alemania.

Caos informático

Después de la cena de despedida y de una noche muy corta, mi alarma empezó a sonar a las cinco de la mañana. No quería levantarme todavía, pero no pude evitarlo por la emoción. Era el día de mi viaje y por la noche, tan solo en doce o trece horas estaría en Múnich de nuevo y podría ver a mi padre y a su pareja, quienes iban a venir a recogerme al aeropuerto. Mi vuelo salía a las doce y media del mediodía y por supuesto, tenía que coger un autobús en dos horas, pero cuando mi madre se fue me dijo que llegaron tarde al aeropuerto porque su autobús se había atrasado por culpa del tráfico. Y como eso me asustaba decidí coger el autobús anterior, el que salía a las seis de la mañana. Me levanté, me vestí con la ropa que ya tenía preparada del día anterior y puse todo lo demás en la maleta grande. Después de cerrarlo todo, pesé todas las bolsas de nuevo para evitar sorpresas innecesarias en el aeropuerto. Entonces miré en mi armario para cerciorarme de que no me dejaba nada. Cuando vi que no me dejaba nada, me puse los zapatos, miré por última vez a través de mi balcón y dejé la habitación de hotel. Era demasiado pronto pero no podía quedarme en la habitación más tiempo, ya que prefería llegar a la estación de autobús a tiempo.

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Fui a la recepción con mis dos maletas, mi bolso y mi bolsa del portátil; parecía una tortuga. El hombre de la recepción empezó a sonreírme. La sonrisa era una mezcla entre que trabajaba en el hotel y tenía que poner buena cara y que a la vez se estaba riendo de mí. Cuando empecé a hablar en español él se convirtió en la típica persona que tenía muchas ganas de hablar en español, porque la gran mayoría de turistas alemanes solo sabían decir "hola", y como mucho, "gracias". Le di la llave de mi habitación y le pregunté si tenía que firmar o pagar algo más pero me dijo que todo estaba bien y que podía irme. Le pregunté cuando tardaría en venir un taxi y cuánto tardaría después en ir a la estación de autobuses y me dijo que tardaría unos diez o quince minutos. Le dije que me pidiera un taxi pero el simplemente me sonrió y me dijo que era demasiado pronto para ir a la estación de autobuses y que podía desayunar primero. Pensaba que para desayunar en el hotel había que reservar el día de antes, pero me dijo que no era así. Así que dejé mis cosas en recepción y fui al restaurante para desayunar un poco. Así podría ahorrar un poco de dinero en lugar de comer en el aeropuerto, además de que estaba hambrienta aunque hubiera comido unas galletas media hora antes.

El desayuno era bastante mediocre, pero ya sabía que iba a ser así. Todas las cosas que no necesitaban preparación ya estaban ahí, como café, zumos, mantequilla, mermelada y pan. Pero para un pequeño desayuno estaba bien y después de un café, un poco de zumo y un par de croissants ya estaba contenta. No quería esperar mucho más en el hotel incluso cuando sabía que tendría que esperarme en la estación de autobuses. Fui a la recepción y pedí que me pidieran un taxi. El chico de recepción sonrío, pensando que todavía era muy pronto, pero teniendo en cuenta que yo era alemana, seguro que entendía como me sentía después de llevar varios años trabajando en un hotel al que mayoritariamente iban turistas alemanes y británicos. Llamó a un taxi y me dijo que llegaría en unos diez minutos. Hablamos un poco sobre mi periodo en Tenerife, mis experiencias y cosas así y qué iba a hacer cuando volviera a Alemania. En ese momento me di cuenta de que iba a echar de menos estas cosas. El hecho de hablar español en una ciudad turística rodeada de gente impresionante que se alegraba si les hablabas en su lengua materna porque la gran mayoría de turistas no entienden el idioma. El chico me cayó bien, pero después de un rato tenía que irme, así que cogí mis cosas y me dispuse a salir del hotel.

El taxi llegó y el conductor me ayudó a meter todas mis cosas en el coche. Pero cuando entré al coche, me di cuenta de que strong>faltaba algo, pero, ¿que éra? Era mi portátil. Me dejé la bolsa con el portátil en recepción, porque la había dejado detrás de la maleta grande antes de ir a desayunar. Le dije al conductor del taxi que se me había olvidado algo y volví corriendo al hotel (tenía que pagar todo el tiempo, incluso mientras estuviera esperándome). El chico de recepción me miró y me pregunto por qué había vuelto. Cogí mi portátil y le dije que me había dejado lo más importante. Simplemente se río y me dijo adiós de nuevo. Corrí hacia el taxi y entré. Cuando cerré la puerta el taxi empezó el trayecto hasta la estación de autobús y me di cuenta de que estaba respirando profundamente y tiritando sin parar. Ni siquiera quiero pensar en lo que hubiera pasado si me hubiera dejado mi bolsa con el ordenador portátil. No solo iba mi portátil, sino mi pasaporte, el billete de avión y todos los documentos importantes del Erasmus y de la universidad. . El conductor de taxi se dio cuenta de que estaba un poco nerviosa, así que me dijo que me calmara un poco porque todo había salido bien. Intenté relajarme y descansar un poco, pero estaba un poco alterada.

Después de un rato el conductor empezó a molestarme, ya que intentó convencerme para llevarme al aeropuerto por la zona sur, algo que yo no entendía mucho. En autobús costaba unos 9, 55 euros y era una hora y media. En taxi posiblemente acabarías pagando unos 120 euros o algo así. No podía permitírmelo con mi presupuesto de estudiante, aunque tampoco creo que alguien que trabajara fuera capaz de gastarse tanto dinero. No había mucha diferencia entre coger el autobús y el taxi y yo prefería el ambiente anónimo del autobús, ya que en taxi siempre hay un ambiente raro en el que no sabes si deberías hablar con el conductor o no. No quería estar sentada en un taxi durante unas dos horas. Cuando llegamos a la estación de autobuses le di un poco de propina, ya que me había ayudado mucho con las maletas e incluso miró por todo el coche para cerciorarse de que no me dejaba nada de nuevo. Fui a la parada del autobús que iba al aeropuerto y esperé, ya que llegué veinte minutos antes y los autobuses de Tenerife no estaban listos antes de cinco minutos antes de salir. Así que tenía que esperar un cuarto de hora más. Pero no pasaba nada. Ya había sobrevivido una tercera parte de mi viaje a casa al llegar a la estación de autobuses a tiempo. Ahora solo había dos cosas que podían salir mal: perder el avión por culpa del autobús o que hubiera un accidente aéreo. Pero intenté ser optimista y centrarme en mi llegada a Alemania. El autobús llegó a tiempo y después de encontrar un asiento suficientemente cómodo me puse a escuchar música y a descansar. Tardaríamos una hora y medía en llegar y durante el trayecto no tenía que preocuparme por nada.

Acción en el aeropuerto

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El problema con el hecho de que llegara pronto era que había llegado demasiado pronto. Cuando salí del autobús eran las ocho de la mañana y sabía que a esa hora no había nada abierto, especialmente el mostrador para facturar. De todas formas fui a la terminal dónde iba a tener que facturar más adelante y me senté en uno de los asientos del pasillo. Como había wifi gratis hice algunas cosas en mi portátil (que por suerte no me había olvidado en el autobús) y vi una película para hacer que el tiempo pasara más rápido, aunque eso no salio muy bien. Tenía que esperar dos horas y media para facturar y dos horas más para coger mi vuelo. Podía haberme quedado durmiendo un poco más si no hubiera tenido tanto miedo de perder el avión. Pero ya era demasiado tarde, así que me puse a ver la película, a escuchar música, a hablar con mis amigos e incluso llamé a mi padre para hablar un poco. Pero no tenía mucho tiempo porque estaba trabajando, así que después de colgar me sentía sola de nuevo.

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Finalmente, el mostrador de facturación abrió y era casi la primera en la cola. Ahora era cuando tenía que ponerme a rezar, porque nunca se sabe si los pesos del aeropuerto marcan el mismo peso que los pesos que tienes en casa. Pero todo fue bien, nada pesaba mucho y mi equipaje de mano también estaba bien. Así que puede atravesar la puerta y seguir adelante hasta el control de seguridad. Y aquí tuve el problema número dos: como ya he escrito varias veces, si viajas con un montón de equipaje de mano el control de seguridad puede resultar un poco tedioso. Tienes que sacar todos los líquidos, tu portátil, las tabletas e incluso los libros electrónicos. Además, a veces tienes que quitarte los zapatos si son muy gruesos y tienes que hacer todo esto rápidamente, ya que hay otra gente esperando. Pero como siempre, pasé el control de seguridad sin problema y me tuve que sentar de nuevo para esperar dos horas más. No quería tener que esperar más, simplemente quería montarme en el avión y volar unas cuatro horas y media hacia Múnich para ver a mi padre y a su pareja. De verdad no podía esperar más para ese momento, he estado esperándolo desde que me despedí de ellos en Navidad.

Después de sobrevivir esas dos horas, en la pantalla que tenía enfrente salio a que terminal tenía que ir, y tenía que cruzar la terminal porque tenía que ir a la puerta de embarque número uno. Allí, tuve que esperar de nuevo, ya que tenían que abrir las puertas para poder entrar en el avión. Como la gran mayoría de pasajeros eran personas mayores, no entendían esta puerta de embarque, ya que como era la primera, tenía una puerta de cristal delante que más tarde abrirían para poder pasar, pero los demás pasajeros creyeron que esa era la puerta e intentaron abrirla. Muchos de ellos ponían cara de pánico cuando se daban cuenta de que no podían abrirla y se ponían a mirar alrededor para ver que hacían los demás. Después de un rato todo el mundo entendió que no podían abrir la puerta y se sentaron al lado.

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Después de veinte minutos abrieron la puerta de cristal y pudimos subir al avión. Por suerte, no teníamos que coger un autobús y podíamos subir directamente al avión. Mi sitio estaba en la última fila y pensaba que estaba muy bien sentarse ahí. Pero cuando llegué al final me di cuenta de que el espacio que había para dejar el equipaje de mano estaba reservado para la tripulación y tenía que usar el espacio de la fila anterior. Por suerte, todavía no había llegado nadie y pude poner mi maleta y mi bolsa del portátil. Pero esperaba que nadie metiera nada más en ese sitio. Como siempre digo, "el primero que llega se lo queda". Me senté y esperé a despegar dirección Alemania.

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Tardamos un poco en salir, porque los demás pasajeros tenían problemas para colocar su equipaje de mano en los huecos que tenían encima de los asientos, además que un pasajero había llegado tarde y tuvimos que esperarle. Estaba molesta ya que simplemente quería salir ya de camino a Alemania. Como estaba tan cansada me quedé durmiendo en el avión y me despertó la auxiliar de vuelo cuando pasó con las bebidas y la comida. Cómo me alegré de haber escogido la opción de menú a bordo cuando compré el billete por internet. Disfruté mucho de mi bocadillo de jamón serrano con aguacate mientras los demás comían una pasta rara. Estaba delicioso y era la segunda comida del día que hacía, después de ese desayuno tan simple que tome a las seis de la mañana. Incluso cuando había dormido en el avión por primera o segunda vez en mi vida, estaba tan agobiada que sentía que el vuelo tardaba mucho y empecé a impacientarme un poco. No tenía ningún libro para leer, solo una revista que era aburrida, además de estar tan cansada que no podía concentrarme en nada. Así que me quedé ahí sentada mirando a los demás pasajeros. Cada uno o dos minutos alguien se levantaba para ir a los aseos (que estaban detrás de mi), otros estaban durmiendo, e incluso había dos niños sentados cerca de mi unas filas más adelante que eran increíblemente molestos. Estaban discutiendo todo el rato y gritando. Además, había un chico que no paraba de acercarse a ellos a darles chocolate y a dejarles jugar con su Nintendo DS.


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