Volver con una parte del mundo en la cabeza y en las manos
Cuando viajas, tienes la libertad de explorar y adoptar ciertos aspectos de una cultura que te gusten y que puedas integrar en tu vida diaria. Una de mis cosas favoritas de vivir en otro país es que altera mi estilo de vida de forma permanente. Ya sea incorporando nuevos tipos de comida en mi dieta o escuchando nuevos géneros musicales. A un nivel más profundo, viajar te hace más fuerte, pues te ves en la situación de tener que lidiar con diferencias culturales y crisis que puedan surgir al viajar, ya sea bajarte en la parada de bus equivocada o entrar sin querer en la parte más peligrosa de la ciudad.
Pensé que podría usar este artículo para compartir trocitos del mundo, así como lo que he aprendido y me he traído de vuelta a Canadá. Y si no has tenido la oportunidad de ir a estos países, eso no significa que no puedas explorar e integrar partes de otra cultura en tu rutina diaria.
Amor por los idiomas
Al haber viajado a tantos países y haber estado bastante tiempo en dos de ellos, he llegado a apreciar y a desarrollar un verdadero amor por los idiomas.
Al principio, simplemente me frustraba el mudarme continuamente porque solo aprendía la mitad o un cuarto del idioma y no llegaba a hablar ninguno con soltura. Pero eso ahora me da igual. Hay cierta belleza en poder comunicarte en otro idioma, aunque solo sea con unas pocas palabras y frases.
Lo que ha hecho que me enamore por completo de los idiomas es la sonrisa que le saca a la gente cuando reconoce que no es tu idioma materno. Aprecian el esfuerzo que haces por conectar con un elemento importante de su cultura. Cuando pides un café o intentas tener una conversación en la cena, cambiando las palabras que no sabes por tu propio idioma o por un montón de gestos; creas recuerdos relacionados con esas palabras. Si sigues tropezándote con el idioma, llegará un momento en que ese misterio que envolvía a las palabras empiece a desaparecer, pues empezarás a asociarlas con experiencias emocionales en esta nueva forma de comunicación. Cuando te vayas y recuerdes esas frases y expresiones, te llevarán atrás en el tiempo, transportándote al lugar en la cafetería en el que te solías sentar o a aquella cena con nativos que con sus sonrisas te animaban a seguir, aunque tuvieras problemas con algo que para ellos es totalmente natural.
Quizás lo más bonito es cuando deja de darte vergüenza sonar raro delante de nativos. Dices lo que quieres decir sin tapujos, aceptas que puede no ser correcto gramaticalmente, pero al fin y al cabo cumple la misión de llevar tu mensaje.
Gracias a mis experiencias en el extranjero, para mí aprender un segundo idioma se ha vuelto mucho más que una nota que añadir al currículum, como suelen decir los profesores. En su lugar, he podido expresarme de otra forma, intrigada por el modo en que ciertas palabras se unen, aunque en inglés no tenga sentido alguno. Pero lo más importante, adoro que las experiencias y los intercambios que he tenido en otros idiomas hayan roto las barreras que hacían que estas palabras fueran tan extrañas y desconocidas para mí.
Ahora, cuando voy a comprar y veo vinagre balsámico con la etiqueta Aceto Balsamico de Modena, sonrío al recordar que descubrí esta región y este producto en los pasillos de una tienda italiana auténtica. No puedo negar que también mola poder presumir de esa nueva habilidad al volver a casa, puesto que puedes balbucear lo que sea, tenga o no sentido, para impresionar a tu familia y amigos.
Comodidad en la incomodidad
Asumámoslo: Ir a un país nuevo, ya sea a vivir o de vacaciones, puede suponer momentos incómodos, o incluso aterradores. No puedes llamar a papá o mamá si algo va mal, tienes que buscarte las mañas para solucionar el problema que tengas. Conforme pasas más tiempo en el extranjero y vas acumulando experiencias traumáticas, empiezas a desarrollar un nuevo nivel de seguridad e ingenio a base de haber encontrado soluciones a cada problema.
Ahora, cuando se me rompe el coche y tengo que llegar a algún sitio, en vez de echarme a llorar, me acuerdo de cuando no podía descansar en ninguna parte de la costa de Croacia a las dos de la tarde, o de cuando vi aquel tren saliendo con todos mis amigos en él y yo en el andén. Al recordar esos momentos, me digo a mí misma: «Saldré de esta, igual tardo un poco, pero todo va a ir bien».
Transformación en la cocina
Mi cocina tiene un nuevo surtido de productos después de haber probado platos y combinaciones de ingredientes que no había visto nunca.
Uno de mis favoritos, aunque es simple, viene de la cocina de una mujer de una aldea perdida en los Andes peruanos. Una fría noche de invierno, tuve el placer de compartir esta comida con ella y con su hija. Cuando pregunté si podía ayudar, me dijo que me sentara y peló remolacha recién recogida de su jardín y zanahorias, les echó sal y las puso en un gran cuenco metálico. Le puso aceite y nos sirvió una comida que no solo había hecho en su cocina, incluso había plantado las semillas en el verde terreno que hacía que las montañas tocaran el cielo alrededor de su casa. Aunque me encantan las verduras de esta ensalada, lo que realmente hace que me guste tanto son los recuerdos que me trae. Ahora esta sencilla mezcla peruana forma parte de mi menú y mis amigos también la han probado y han podido oír la historia que hay detrás.
En mis estantes también hay una selección de productos de Italia. Mis favoritos, el vinagre balsámico, los tomates y el café. Tras un largo día de clase en la universidad, meto la cena al horno y mientras se hace, calmo mi apetito con un tentempié que consiste en verduras con trozos de jugosos tomates rojos, todo bañado en vinagre balsámico. Esta sencilla combinación es un delicioso y amargo despertar para mis papilas gustativas.
Antes de ir a Italia, nunca bebía café. Pero tras mis primeros expresos y cappuccinos, desarrollé una nueva adicción que se ha vuelto parte de mi rutina cada mañana.
Música
Una parte cultural que me he traído de las prácticas en Perú es el amor y el aprecio por otros tipos de música. En Perú, descubrí el mundo del reggaeton. Hoy sigo buscando en Spotify emisoras latinas y canciones de los ránkings sudamericanos.
Recuerdos
Cuando quedas con amigos que han estado donde tú has estado, se crea un vínculo especial entre vosotros. Cenando o tomando un café, empiezas a compartir tus experiencias y despiertas sus propios recuerdos. Te emocionas porque esas personas entienden tu experiencia como nadie, pues conocen los olores, los sonidos y las sensaciones que has experimentado en esa ciudad en concreto.
Yo tuve la oportunidad de hacer esto la otra noche con un amigo y mentor, que me invitó a cenar para ponernos al día. Cuando le hablé de mi estancia en París, se le iluminó la cara y su mujer y él empezaron a contarme sus partes favoritas, desde los jardines de Luxemburgo hasta Rue Mouffetard, y fuimos capaces de revivir la magia del lugar, aunque fuera desde las afueras de Ottawa.
Aunque los países en los que he estado están a océanos y continentes de distancia, parte de ellos sigue presente en mi vida diaria. Cada vez que bebo un expreso en una taza pequeña o pongo en la olla trozos de remolacha y zanahoria, sonrío porque no son simples ingredientes o cafés, sino trocitos de lugares que siempre tendrán un lugar especial en mi corazón.
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