Un mes y un día
Eso es lo que me queda para irme. Un mes y un día. ¿Cómo puedo no pensar en esto? Alguien que no ha vivido fuera de su casa más de una semana, ni ha compartido piso, ni se ha visto sola en un país que no sabe su idioma. ¿Cómo puedo pensar en otra cosa? Si lo único que quiero es terminar el papeleo, comprar las cosas que necesito, despedirme de todo el mundo y tener la maleta lista. Quiero irme, vivir esa experiencia que dicen todos que es maravillosa. Quiero que pase este mes y un día.
Pero el tiempo parece ir más lento, porque queda mucho aún. Aún queda para que tenga que despedirme de todo el mundo y que seguramente vea llorando a algún que otro familiar porque nunca hemos pasado por esto antes, aún queda para tener la maleta lista, aún queda para tener todo el papeleo a punto. Aun me queda tiempo para disfrutar de lo que tengo aquí, porque no tengo que ser egoísta. No tengo que ser egoísta con el tiempo que me queda aquí, porque sé que hay gente que quiere compartirlo y pasarlo conmigo.
Los echare de menos, lo sé, pero lo más probable es que los pájaros de mi cabeza me hayan tirado demasiado alto, como para fijarme que ya no tengo los pies en el suelo. Que estoy lejos de mi casa, que me espera gente maravillosa que conocer allí y que los de aquí seguirán aquí cuando vuelva a tocar el suelo.
Me gustaría que, cuando me quedase un mes y un día para volverme del Erasmus, que se me pasará por la cabeza, que pajaros serán los que me ronden.
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