Navidad en Colorado
Estar en Estados Unidos fue una experiencia totalmente diferente para mí, pero algo que me gustó especialmente fue la Navidad. No solo el día de Navidad, sino los meses de noviembre, diciembre e incluso enero.
Empecé a ver mi ciudad de acogida de otro modo. Era mágico. Cada casa estaba iluminada en mayor o menor medida y llena de decoración navideña. Era como si hubiera magia en el aire. Me encanta la Navidad, pero conforme fui creciendo, esta magia fue desapareciendo, hasta que la celebré en Estados Unidos. Por ejemplo, prácticamente todas las habitaciones de mi casa tenían un árbol de Navidad, cada uno diferente. El del salón estaba lleno de adornos que mi familia de acogida había comprado en distintas partes del mundo (había cosas de Italia, México y Brasil), y también tenía cosas que mi hermano estadounidense había hecho de niño o regalos de la gente. El árbol de mi habitación tenía un «sombrero» en la punta en vez de una estrella y las luces eran de un color distinto a las del salón. Seguramente el único sitio sin árbol de Navidad era el baño, pero incluso allí había algo navideño. Por ejemplo, mi cortina de ducha estaba llena de muñecos de nieve.
De película
En el jardín también había luces, que me encantaban, pero es que cuando la nieve dejaba la entrada toda blanca, todo empezaba a parecer cada vez menos real y más mágico que nunca. Parecía que estaba en una película. ¿Sabéis esas películas en las que la gente se queda en una casa enorme el día de Navidad porque fuera hay una tormenta de nieve y todos están dentro comiendo, riendo y creando un ambiente muy acogedor? Pues eso es lo que pasó. No estaba acostumbrado porque en Milán nunca nieva en Navidad, ni nadie tiene una casa grande.
Un concierto tras otro
La época navideña empezó en noviembre, cuando mi familia empezó a poner canciones navideñas en la radio, a poner velas en la repisa de la ventana y a ir a conciertos de Navidad. El primero fue el concierto de Mannheim Steamroller en Loveland, y luego uno en la iglesia. La última semana de noviembre, colaboré en el Festival de los Árboles de Greeley haciendo pines para los niños. También fui a Estes Park a ver mi primer desfile de Navidad. Fue genial ver a todo el mundo sentados juntos en el frío, pero con una sonrisa en la cara y saludando a los camiones que pasaban. A principios de diciembre, fuimos a ver la Orquesta sinfónica de Greeley y al cine a Denver a ver «Cuento de Navidad» y «El Grinch». Ambas películas estuvieron muy bien, los actores eran estupendos. Antes de Navidad, mi familia de acogida y yo fuimos a Denver, que nos gustó mucho con todos los adornos y las luces. En Nochebuena fuimos a una fiesta en la casa más grande de la ciudad, en la que al parecer también estaba uno de los productores de Friends, la serie de los años 90 que me encanta. Después de la fiesta, fuimos a casa a abrir los regalos que ya llevaban mucho tiempo bajo el árbol.
¿No puede ser Navidad siempre?
Una de esas noches, dimos una vuelta en coche por la ciudad para ver todas las casas y las decoraciones. Había un concurso en el que la mejor casa ganaría un premio. Todo el mundo lo hizo genial. Había una con personajes de Disney y otra en la que las luces iban al ritmo de la música. Cada casa era un espectáculo. Ninguno estábamos preparados para dejar atrás la Navidad, así que dejamos las velas encendidas hasta el uno de febrero.
- Cristian
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