Mi hermano de acogida y yo

Antes de irse de intercambio, todos los estudiantes tienen un período de incertidumbre. Les surgen preguntas y dudas. ¿Va a ser el mejor año de sus vidas? ¿Tendrán buena relación con sus familias de acogida? ¿Les gustarán a sus hijos?

Esta última pregunta es importante, pensadlo. Si vuestro hermano de acogida no es como vosotros, lo más posible es que no os presente a sus amigos y, si vais al mismo instituto, ni siquiera os hablará. O sea, puede pasar. Hoy me gustaría hablar de la relación con mi hermano de acogida, una relación que ya fue el tema principal de otra de mis publicaciones, aunque esta vez lo trataré desde una perspectiva diferente. Para haceros llegar bien el mensaje, necesito comentar algunas de las cosas que pasaron entre nosotros.

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(Es uno de ellos, intentad adivinar cuál)

El primer día de instituto

Era la persona más feliz del mundo porque estaba en Estados Unidos, pero igualmente quería que la gente se preocupase por mí, además seguía igual de tímido que en Italia. Fui a la primera reunión del instituto, lo que viene siendo el primer día de clase. No tenía con quién sentarme así que me senté detrás de mi hermano de acogida. De pronto, se levantó y se fue corriendo. No tenía ni idea de por qué, ¿tenía que seguirlo? ¿o tenía que quedarme sentado? Cuando fui a mirar el móvil, vi que me había enviado cuatro mensajes que decían: "¡Date prisa! ¡Tengo que irme! ¡Cristiaaan! ¡Tengo cita para cortarme el pelo! ". Salí corriendo porque sabía que me estaba esperando, simplemente le pedí perdón por hacerlo esperar. Pero lo cosa acabó ahí, yo simplemente me sentía raro y y confundido, ¿estaba enfadado? ¿por qué no me dijo que saliese en persona y se esperó a estar fuera para enviarme un mensaje? Nunca lo sabré.

La primera vez que me pidió jugar en su habitación

Mi habitación era la única que estaba en la planta baja. La única razón por la que el resto de mi familia bajaba allí era para hacer la colada, así que intentaba estar siempre arriba para no aislarme. Un día mi hermano de acogida vino y me preguntó si quería jugar con él a la Xbox. Me sorprendió y, aunque no soy uno de esos chicos que juegan a la Xbox, no dudé en decir que sí porque al fin tenía la oportunidad de pasar un rato con él y conocerlo mejor. Acabé yendo a su habitación para jugar a la Xbox y ver Netflix prácticamente cada noche (más bien cuando no teníamos clase al día siguiente porque nos tirábamos despiertos hasta las 4 a. m. ).

Vacaciones de primavera en Playa del Carmen, México

Pasó el tiempo y acabamos siendo buenos amigos, era como un hermano pequeño para mí (y lo sigue siendo). Llegó el momento de ir a México por vacaciones de primavera. Todos estábamos muy emocionados. Ellos ya habían ido, pero para mí era la primera vez por lo que yo estaba aún más emocionado, si es posible. Llegamos, hicimos el check-in de la habitación y no tardamos ni en segundo en irnos a la piscina. Una de las cosas que más me gustaban era pasar la tarde y la noche con él. Íbamos a un espacio para adolescentes en el que había un montón de videoconsolas, una Wii con proyector, una mesa de billar y mesas con sillas para beber. Jugábamos un poco al billar y nos bebíamos unos batidos. Yo solía hablar con el barman (quién apenas hablaba inglés) y luego dábamos una vuelta por la piscina. De noche la iluminaban con colores. Una de esas noches estábamos acostados en una hamaca hablando de cosas sobre las que nunca antes habíamos hablado. Apenas habíamos hablado de asuntos personales hasta esa noche. Fue muy agradable. Sé que no fui el único estudiante de intercambio que había ido a su casa, pero se lo pasaba bien conmigo, lo que me hacía sentir bien. Después volvimos a la habitación y llamamos al servicio de habitaciones porque queríamos comernos una hamburguesa... Sí, a la una de la mañana. Nunca habría imaginado que haríamos ese tipo de cosas cuando llegué.

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Vino a Italia a visitarme

Llegó el momento de irme de Estados Unidos, así que le dejé una carta a cada miembro de la familia y me fui al aeropuerto. Cuando volvieron a casa y las encontraron, me enviaron un mensaje. Mi hermano de acogida me envió un Snapchat con mi carta que decía: "echaré de menos a mi hermano italiano". Pasó un año y en verano vino a visitarme a Italia. Pasamos tres semanas juntos, lo llevé a Milán, Venecia, Florencia, Lucca, Pisa, Roma, Lago de Como y Cinque Terre (hay muchas publicaciones al respecto).

Volví a Estados Unidos

Esta vez fui yo el que estaba de vuelta en casa, desde mi casa. Él ya podía conducir, por lo que me llevaba a todas partes, una de las cosas que recuerdo muy bien fue el último. Vino a la una de la mañana y me dijo: "bueno, ¿quieres que vayamos a McDonald's? Me apetece una hamburguesa". Era un poco raro, quiero decir, a mi no me apetecía una hamburguesa a esas horas pero le dije que sí porque, ¿por qué no? Así que fuimos. Fue muy divertido, me acordé de esa vez que pedimos la hamburguesa en México. Fue muy raro pero me alegro de que me pidiese acompañarle porque al menos así no me quedé en mi habitación intentando dormirme por última vez en Estados Unidos.

Ya está creciendo, ahora tiene dieciocho años. Es todo un experto conduciendo. Cuesta creer que mi hermano de acogida de quince años ahora es más alto que yo. Lo que os quiero decir es que aunque ahora creáis que no aguantáis a vuestros hermanos de acogida o que no les caéis bien, ¡dadles tiempo! Tenéis todo un año para entablar una buena relación con ellos.

Cristian


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