Los primeros días
… En la publicación anterior platiqué un poco de los días previos a mi viaje a Nuevo Vallarta, mi nueva vida, en esta publicación hablaré un poco de los primeros días en Nuevo Vallarta.
Creo que esta demás decir que el viaje de once horas de Toluca – Riviera Nayarit estuvo muy cansado, viaje por la línea de autobuses ETN porque según es de las mejores para viajes largos, pero creo que aún no alguna que sea cien por ciento confortable.
Llegué a las 9:30 o casi 10:00 a mi destino final, ahí, un amigo me fue a recoger y a llevarme a la oficina para que conociera las instalaciones y encontrarme con quien me iba a dar las llaves del departamento, las primeras impresiones siempre son cruciales, o al menos son las que más se te graban en la cabeza, tu primer beso, tu primer materia reprobada, tu primer amor, tu primer relación, tu primer vez que te volaste una clase, etcétera, la primer vez que entré a lo que sería mi lugar de trabajo de manera indefinida me dejó un poco sorprendido, me imaginaba el lugar un poco más grande o con más gente pero esa sorpresa no me cayó en desagrado y rápidamente la supe llevar, conocí a los compañeros de trabajo, conocí un poco como funciona el sistema y la ubicación de archivos en el servidor y finalmente le puse rostro a la voz que dio seguimiento a todo mi proceso, me acompañó al departamento (que por fortuna se encuentra prácticamente en el mismo complejo de edificios y fue así como oficialmente comenzaba mi vida en Nuevo Vallarta.
El departamento es amplio, con dos recámaras y una amplia sala y cocina que llenaron rápidamente mis exigencias al momento de cocinar, pero saltaré todos estos detalles externos para hablar un poco de uno de mis pensamientos ya establecido en el departamento.
¿Qué estoy haciendo aquí?
En que momento mi vida dio un giro y terminé trabajando y viviendo en una playa, además en un lugar que nunca me imaginé, para ser honestos si me veía saliendo de la Ciudad de México, pero para mudarme a otro país, a hacer un internship. Una maestría o algo así, pero al final parece que el mundo esta lleno de sorpresas.
Es extraño y retador mudarse a una ciudad en la que no conoces a prácticamente nadie, y donde la población fluctúa enormemente para la temporada alta, o al menos la temporada alta del turismo extranjero, es decir, noviembre, diciembre, enero; que son los meses en donde los estadounidenses y canadienses huyen de su frio y se resguardan en el increíble clima de México, ¿Cómo hacer más amigos además de los compañeros de trabajo? Repito, es todo un reto.
Los primeros días.
Como lo mencioné anteriormente yo llegué el sábado por la mañana y la tarde y noche la dediqué a explorar la zona, conocer los alrededores, caminar por el lugar y visitar la playa, el domingo fue para realizar la despensa y seguir explorando el lugar, caminé a lo largo de la playa hasta llegar al muelle de embarcaciones de Nuevo Vallarta, regresé por el camino peatonal y fui recogiendo una extraña fruta y unos cuantos mangos, una de las principales bellezas de este tipo de lugares es que las frutas crecen al por mayor, del tiempo que llevo aquí me he ya topado con arboles de mangos, papayas, almendras, plátanos, cocos, pitayas; y otros frutos que nunca había visto.
Para la siguiente semana fui al trabajo y conocí oficialmente a todos mis nuevos compañeros de trabajo, me presentaron plenamente cono funcionaba el sistema y pues las típicas cosas que uno debe saber cuando empieza en una nueva empresa, me invitaron a jugar futból y como buena oportunidad de congeniar con los compañeros y porque amo el deporte asistí sin pensármelo dos veces.
Resumen de daños de la primera semana:
Lesión en la rodilla.
Primer partido con el equipo de la oficina (que por la lesión en la rodilla no pude ser participe).
Dos cascaritas con el equipo de la oficina.
Conocer diversos proyectos en los que había participado la constructora.
Un exquisito waffle.
Un alto número de días que consumí cerveza, probablemente en todos los días me tomé, aunque sea una.
Nuevos amigos.
Un elevado número de horas bajo el aire acondicionado, probablemente más del ochenta por ciento de mi estancia aquí.
Un frasco roto de salsa de tomate marca Prego (porque se me cayó una estantería del refrí, llevándose consigo el restante de huevos que había comprado).
Un delicioso vaso de agua de coco extraída de uno de los cocos que me encontré en la calle.
Dos almendras de las que recolecté.
546 pesos de luz (justo hoy llegó el recibo por eso me sé el número con tal exactitud).
Observar una puesta de sol en el mar.
Toparme con un tigre y unos pericos.
Ver a un cocodrilo de lejos.
Y un tanto de cosas más.
Sigan pendientes si quieren ir sabiendo como voy sobrellevando un cambio tan drástico como lo es moverse de una de las ciudades más pobladas del mundo a una playa en reciente crecimiento…
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