La primera visita de mis amigos

Este fin de semana mis amigos belgas han venido a visitarme por primera vez desde que empecé las prácticas. Les propuse en su día varias fechas porque necesitaba que alguien viniera a "cargarme las pilas", como suelo decir, este último antes de volver a Bélgica (de vacaciones).

La llegada:

Vinieron para quedarse cuatro días. El problema en Murcia es que durante la temporada baja no suelen haber muchos autobuses que salgan desde el aeropuerto. Los dos aeropuertos (tanto Alicante como San Javier) están muy mal comunicados. Alsa, la compañía que se encarga del transporte del aeropuerto, había quitado los autobuses que salían a partir de las 19:00, pero tanto los buses del aeropuerto como los de Alicante. Así que no quedaban muchas más opciones.

  • Pasar la noche en Alicante y pagar un autobús hasta la ciudad que costaría unos dos euros con cincuenta y dormir en la habitación de un albergue, que son otros 20-25 euros.
  • Ir hasta Alicante en autobús (dos euros con cincuenta) y coger el tren hasta Murcia (el billete cuesta diecisiete euros, tampoco es barato).
  • Buscar algún Blablacar, pero no había ninguna publicación para ese fin de semana.
  • Hacer autoestop
  • Ir a otro lado. Al final hicimos esto. Había autobuses de la compañía costa azul que costaban hasta veinte euros, así que nos fuimos al Mar Menor. Pero tuvieron que coger un taxi igualmente para ir hasta Atlet (el pueblo que hay al lado del aeropuerto de Alicante), que valía como unos ocho euros, para poder coger el autobús desde allí (el billete nos salió por cinco euros). Era la opción más barata aunque seguíamos sin estar aún en Murcia. Sin embargo, además de ser la opción más barata también era la más larga, ¡eran diez minutos en taxi y dos horas en autobús!

Cuando llegamos a San Javier, ¡no había ningún autobús! Tuvimos que coger un autobús (de la compañía Latbus) hasta Santiago de la Ribera y llegar hasta la estación de taxis, que está junto a la parada de autobús, y coger un taxi hasta el aeropuerto. Todo esto sale por unos cuatro euros con cuarenta en el caso del bus y cinco euros por el taxi (sale a menos si sois más).

El viernes:

Finalmente llegamos al mar (Mar Menor, Los Alcázares) cuando por fin se acabaron todos los problemas con la organización. Cenamos todos juntos enseguida para poder ir después a dar un pequeño paseo por la playa. Hacía bueno aunque en la playa siempre hay unos grados menos que en la ciudad, donde tuvimos que protegernos del viento entre los edificios. Para hacernos la cena tuvimos que improvisar porque como era de noche todas las tiendas estaban cerradas. Por suerte había un chino abierto y pudimos ir a comprarnos alguna que otra cosa de comer.

El sábado:

Nos levantamos tarde y salimos a desayunar a un bar que había cerca de la playa. Como no tenían chocolate con churros, que es el desayuno típico español, nos pedimos unas tostadas con mermelada. También las hay con aceite y sal. Están muy buenas. También hay tostadas con tomate rallado. Sabe muy fresco y está bueno, además le echan aceite por encima (a veces demasiado) y es muy refrescante para tomarlo por la mañana. La cuenta siempre sale muy bien, nos tomamos también un café y tocamos al final a dos euros por persona. Unos se pidieron un americano, es un café doble sin nada de leche. Los demás se pidieron unos con leche, que es un café de cafetería italiana a la que le añadimos mucha leche, y unos bombones (café con leche condensada), ¡buenísimo!

Después de eso fuimos a enseñarle la playa a nuestros amigos. El club náutico, los restaurantes, los bares... Hacía algo de frío como para quedarse así que nos metimos en las terrazas que había cubiertas y con calefacción.

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A mediodía nos hicimos una paella y nos pusimos las botas. El sol empezaba a calentar más y como hacía buen tiempo pudimos salir a comer en la parte de fuera, ¡en noviembre eso es todo un lujo! Le echamos tanto carne como marisco a la paella para que le gustase a todo el mundo. En el centro del pueblo (que es igual de grande que una ciudad belga) había una pescadería y una carnicería. El pescado que venden es fresco y está muy bueno. Además sale muy barato. Después nos echamos una siesta cuando volvimos de dar un paseo para poder disfrutar del sol, ya que en invierno oscurece muy pronto (en España es menos temprano que en Bélgica, sobre las seis de la tarde).

Por la tarde jugamos a varios juegos y nos fuimos al karaoke que hay en el centro. Estaba muy chulo, sobre todo porque no suele haber mucha gente en los karaokes y así nos daba menos vergüenza cantar. Como en Japón, donde cada grupito de amigos tiene su propio cuarto con su micro y su pantalla.

El domingo:

El domingo encontramos dónde desayunar chocolate con churros. Fue un poco decepcionante porque estaba claro que los habían hecho por la mañana temprano y estaban blandos, fríos y no crujían nada. Pero el pudin de chocolate estaba muy bueno. Y digo pudin porque el chocolate estaba tan espeso como un pudin. Lo que se hace es mojar los churros dentro. El mejor sitio al que podéis ir a comprarlos es en una churrería, son como pequeñas caravanas ambulantes que se colocan o al borde de la carretera o en los pueblos. Pero en los bares también hay, aunque la mayoría de veces te los servirán recalentados y no están tan buenos.

A la hora de comer nos comimos lo que sobró del día anterior y nos fuimos a un bar de tapas que se llama Los Ramones. En este sitio hay platos que os recomiendo que probéis, como por ejemplo el chuletón, hay otros que también pero que son ya muy caros para lo que son. Como las tapas por ejemplo. Nos pedimos varias cosas: unas berenjenas fritas (no estaban muy aceitosas pero el rebozado no me gustó mucho), magra de cerdo con tomate (está muy bueno), pulpo (muy bueno), unas gambas rebozadas con una masa cuyo nombre he olvidado pero que estaba muy buena igualmente y por último el famoso chuletón. Le hicimos caso al consejo del camarero y nos pedimos unas tapas de entrecot. Pero fue un chasco: como la habían cortado antes de servirla se había hecho demasiado. Además, se notaba que la habían descongelado rápido y corriendo. Al final cuando vimos la cuenta salió caro, no es tan barato en comparación con otros bares, pero lo recomiendo solo por algún que otro plato en concreto.

Después fuimos a limpiar todo el apartamento para poder coger el último autobús que iba a Murcia. El último autobús pasaba a las siete y veinte de la tarde. Era de la compañía Lycar. La parada donde había que cogerlo no era frente al ayuntamiento (esa es la parada donde se para el bus cuando viene de Murcia), sino en la calle perpendicular. La parada para la ida y para la vuelta es distinta.

Una hora más tarde llegamos a Murcia, sobre las ocho y media. Fuimos a pasearnos por la ciudad para verla de noche.

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Lunes:

El lunes decidimos ir a la montaña. ¡Así ya tendríamos vistos el mar, la ciudad y la montaña! Ese día nos levantamos un poco antes para poder ir. Quedamos en que saldríamos a las nueve y media pero al final, en lo que tardamos en estar todos listos, se nos hizo un poco más tarde. Tampoco suponía un problema porque a la montaña está a diez minutos de Murcia en autobús. Se podía empezar a subir desde Algezares o desde la Alberca. Los autobuses son de la compañía Labus y está el número 6, 50, 59, etc.

Queríamos bajarnos en los Algezares para andar unas tres horas (subir por el Relojero y volver por La Fuensanta). Lo malo es que me equivoqué de parada. Así que tuvimos que parar en el otro pueblo, los Gares, y subir la montaña desde allí. Pasamos por el cementerio. A la izquierda hay un camino que pasa por detrás del cementerio. Fuimos por ahí pero a los quince minutos os quedamos sin camino. No queríamos dar la vuelta de nuevo, así que decidimos seguir por un sendero que subía muy empinado durante una hora. Al final cuando llegamos a la cima de la montaña había un camino, ¡habíamos encontrado la ruta! Era un camino pavimentado que llevaba hasta la Cresta del Gallo.

¡Qué alegría nos dio! Pero aparte de orgullosos también estábamos agotados por la subida. Acabamos llegando a un cruce. Uno de los caminos seguía subiendo, el otro giraba a la derecha. Ya sabía de antes que el de la derecha llegaba hasta la Fuensanta porque ya había ido por ahí antes. Queríamos bajar por ahí pero no queríamos ir por el camino asfaltado, sino andando entre los árboles. Al final continuamos subiendo hasta la Cresta del Gallo. Después de dos horas caminando, acabamos llegando una hora más tarde de lo previsto. Después de eso ya era todo más fácil, solo había que coger el camino de tierra que había arriba en la cima de la montaña. Ya después, cuando empezamos a ver edificios a lo lejos a las faldas de la montaña, significaba que ya habíamos llegado a la altura de la Fuensanta.

Hay un sendero que te baja y te lleva directo hasta por donde hemos empezado a subir. Una vez ya bajado el sendero y estés ya en el camino de nuevo, tenéis que subirlo y esta vez girar a la derecha. A partir de ahí está todo señalizado. Llegaréis por detrás de la Fuensanta por la izquierda, ahí tendréis delante todo el paisaje. ¡Por ese camino llevad los ojos bien abiertos porque está lleno de ardillas! Cuando llegamos a la Fuensanta fuimos a un bar desde el que teníamos unas vistas preciosas de Murcia. Estábamos muertos de hambre y de sed, así que nos pedimos unas tapas y salimos a diez euros cada uno. Las tapas no estaban mal, pero tampoco eran para tirar cohetes. Las croquetas estaban muy buenas, pero el pulpo era de bote. Os aconsejo que os pidáis ensaladilla rusa, que también está muy buena.

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Después fuimos corriendo para intentar coger el autobús que pasaba por delante de la Fuensanta a en punto (pasa uno cada hora). Pero lo que no sabía es que eso era solo los fines de semana. Así que cuando vimos que no pasaría ningún bus (porque era entre semana) bajamos por el pueblo por la izquierda, por el camino que había delante de la iglesia, y encontramos una parada de autobús por donde pasaría el bus media hora más tarde. El autobús que pasa por la Alberca es el cincuenta. Este también es el que va hasta la Fuensanta, pero solo los fines de semana. Así que si vais entre semana podéis bajaros en la Alberca e ir andando hasta la iglesia (son unos quince o veinte minutos andando a paso tranquilo).

Cuando por fin llegamos a la ciudad fuimos a darnos una ducha bien merecida. Ese mismo día, un poco más tarde, fuimos al Museo de la Muralla Árabe, en la Plaza de Santa Eulalia en el centro de Murcia, junto a las tascas. Este museo es totalmente gratuito. Es pequeño y se puede ver muy rápido. La verdad es que me gusta mucho por lo interesante que es. La primera vez que fui, la señora me hizo una visita guiada y estuvo muy chulo. Pero esta vez no lo hizo. Es más, como esta vez ni siquiera nos puso el vídeo, tuve que pedírselo. Mi consejo es que se lo pidáis, es mucho más fácil así.

Finalmente vimos el vídeo, que solo lo tienen en español subtitulado en inglés. Habla de todo por lo que tuvo que pasar la ciudad a lo largo de su historia (que pasó de manos de los árabes a los cristianos). Hablan sobre la conquista de Granada. A continuación te enseñan cómo se construyó la muralla y en la planta baja hay un trozo de muralla. En la segunda y última planta se pueden ver las maquetas de la ciudad de Murcia y como ha ido cambiando (el Río Segura se desvió de su trayectoria en la Edad Media).

Al terminar, nos fuimos a comer a la ciudad, al restaurante Rojo Vivo. Es un restaurante de tapas de hamburguesas donde sirven dos minihamburguesas por tres euros con algo. Están deliciosas y mezclan lo dulce con lo salado. La carne también está muy buena y las hay muy originales. Os recomiendo que probéis las ensaladas de patatas. Por ejemplo la ensalada de patatas con queso brie. Son patatas calientes con queso fundido por encima, ¡están riquísimas! Hay dos restaurantes que se llaman igual pero no sirven exactamente los mismos platos. De hecho mi consejo es que vayáis el que está en el centro (en la calle que hay frente a la Universidad de la Merced), porque ahí las ensaladas son mejores. Si te pides un entrante, un plato, el postre y las bebidas, ¡te puede salir todo por unos diez euros! Es un chollo.

Por desgracia, por la tarde estaba todo cerrado porque era lunes y porque estaba lloviendo. Nos fuimos a pedirnos un cóctel a la Ronería (un bar que hay cerca de Santa Eulalia donde tienen un montón de tipos de ron). Luego nos fuimos a las tascas y fumamos cachimba. ¡Lo hicimos en un kebab! Al entrar a mano derecha había unos divanes con cachimbas, ¡os aseguro que a primera vista no me habría fijado!

Al día siguiente fuimos a cenar a un restaurante llamado Las Mulas (bar de tapas), ya era su último día. Me pedí el menú del día, llevaba sopa, carne de res que sabía a carne de caza y un postre. ¡Estaba buenísimo y no era nada caro!


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