Increíble viaje de un día a los acantilados de Moher
Hace mucho tiempo, cuando vi por primera vez una foto de los acantilados de Moher, dije: "¡Quiero ir!". Tras muchos años, tuve la oportunidad de visitarlos. Cuando supe que íbamos a Irlanda, me dije a mí misma que los acantilados de Moher debían ser una de nuestra paradas.
Estos acantilados están en la costa oeste de Irlanda, en el condado de Clare, cerca de Doolin. Son famosos por ser unos de los más altos de Europa y ocupan un total de catorce kilómetros de costa irlandesa.
Antes de ir, investigamos un poco sobre la forma más sencilla de llegar hasta ellos. Miramos qué autobuses y trenes iban hasta allí, pero la mayoría solo llegaban hasta Galway. Desde allí teníamos que coger otro bus o tren, así que no era una opción viable porque el viaje duraba unas cinco horas y era bastante caro. Por ese motivo, decidimos mirar en agencias locales de excursiones que organizaban viajes de un día a los acantilados de Moher. Encontramos una con muy buena puntuación y lo que ofrecía era asequible. Además, ir hasta los acantilados con una agencia no solo nos permitiría ahorrar dinero, sino también tiempo, ya que el viaje duraba tres horas de ida y tres de vuelta. En definitiva, era una muy buena opción.
Tan pronto como llegamos, fuimos a las oficinas de la agencia, situadas en el número 5 de Beresford Place, al final de la calle Lower Gardiner, en Dublín, y reservamos nuestro viaje de un día a los acantilados de Moher. Costaba 45 € o 40 € para estudiantes. El trabajador de la agencia fue muy amable y nos explicó el programa e incluso nos recomendó qué ropa llevar, ya que era probable que hiciera viento y el tiempo no siempre es el mejor.
Cuando llegó el día, tuvimos que despertarnos muy pronto para volver a la oficina de la agencia y allí esperamos a que el bus llegara. Fue un poco caótico, pero el ambiente estaba animado y la mayoría del tiempo no sabíamos qué estaba pasando. Nuestro autobús se retrasó y, cuando por fin nos subimos, el conductor nos pidió los billetes, pero no los teníamos. Se nos había olvidado pedirlos junto al ticket. Se lo dijimos, nos miró con cara rara, empezó a reírse y dijo: "¡Os creo, chicas! ¡Subid!". Creo que solo era una broma típica de gente irlandesa.
Subimos al autobús (que no tenía nada de lo necesario para un viaje) y empezó nuestra aventura. El conductor también resultó ser el guía, era muy amable y divertido. No conseguimos dormirnos porque estábamos pendientes de escuchar sus chistes.
Pasado un tiempo tuvimos que parar a hacer un descanso y él nos llevó hasta el castillo de Bunratty, una torre del s. XV construída en la ciudad del mismo nombre. Era del típico estilo arquitectónico irlandés en el que todo está hecho con piedra y el edificio tiene forma cuadrada.
Tras esta parada, seguimos hacia la ciudad de Doolin y paramos a almorzar en el Fitzpatrick's Bar, donde nuestro conductor nos sugirió pedir un estofado irlandés. ¡Fue una de las mejores decisiones que pudimos tomar! En resumen, es un estofado hecho con boniatos, verduras y carne de cordero. Estaba increíblemente bueno.
Cuando acabamos de comer, nos dirigimos a los acantilados de Moher, donde nos dejaron una hora y media a nuestro aire (tiempo más que suficiente). Sin embargo, hay dos caminos para visitar los acantilados. Le preguntamos al conductor cuál era el mejor y nos sugirió que fuéramos por el derecho. Compramos las entradas, que cuestan 4 € para estudiantes (presentando el carné) y 8 € de normal, y fuimos a verlos.
Finalmente pudimos explorar los magníficos acantilados de Moher desde el lado derecho. Fue alucinante. El día estaba soleado y hacia calorcillo, lo que es bastante inusual en esta zona, así que tuvimos suerte. Poco después de empezar nuestra caminata, llegamos a la torre O'Brien's, que se utilizaba para observar el mar y que se construyó en el s. XIX.
Después seguimos caminando hasta llegar al mirador Pollboy y después hasta otro mirador de los acantilados desde el que pudimos ver las islas Aran a lo lejos. Las islas Aran, tal como nos explicó nuestro guía, son famosas por tener antiguas ruinas de castillos derruidos y son uno de los mejores lugares para visitar. También nos contó que sus antecesores iban mucho allí para pedirle clemencia al mar.
Durante nuestro paseo por los acantilados vimos muchos pájaros diferentes volando, entre ellos gaviotas y rissas. Sin embargo, queríamos ver los famosos frailecillos atlánticos que normalmente hacen sus nidos aquí, pero no tuvimos tanta suerte.
Después del paseo entramos a la oficina de turismo, que más bien parecía un museo futurista. Allí aprenderéis mucho sobre la historia de los acantilados de Moher y sobre cómo se formaron hasta adquirir su forma actual. El museo está dividido en estancias interactivas. Cada una de ellas tiene un nombre: Roca, Océano, Naturaleza y Ser Humano.
Por último, regresamos a nuestro autobús verde (sí, era verde). Creo que los irlandeses están obsesionados con el color de la suerte. Nuestro viaje continuaba y, mientras estábamos en el autobús, teníamos unas vistas preciosas del océano de un lado y de los vastos campos verdes de Irlanda del otro. Nuestro conductor paró cerca del embarcadero de Doolin, donde nos gastó una broma diciendo que aquello eran los "acantilados bebé de Moher". En realidad, razón no le faltaba porque aquellos acantilados, aunque eran diminutos, sí se parecían a los que acabábamos de ver. El sol estaba empezando a ponerse y se creó una imagen preciosa frente a nosotros. Por desgracia, tuvimos que volver al autobús para regresar a Dublín.
Tras un rato, nuestro conductor paró en el pueblo de Kinvara para hacer un descanso. En el puerto vimos unos barcos irlandeses muy interesantes y él nos explicó que eran uno de los principales atractivos del pueblo. Los locales los llaman "hookers galeses". También pudimos ver otro castillo medieval allí. El guía nos contó que el castillo de Dunguaire era famoso por la gran cantidad de fiestas que se celebraban en su interior en el pasado.
Finalmente volvimos al autobús para regresar a Dublín. Aunque no nos pasamos todo el día caminando, estábamos muy cansadas del viaje. Llegamos a Dublín sobre las ocho de la tarde y nos fuimos inmediatamente a casa para descansar.
Consejos para visitar los acantilados de Moher
Lo primero y más importante: buscad qué tiempo va a hacer. Antes de ir a reservar la excursión, consultamos el tiempo porque los acantilados están al otro lado de la isla.
En segundo lugar, no subestiméis a la madre naturaleza. Llevad un par de capas de ropa y, si es posible, poneos un cortavientos. El viento en los acantilados de Moher es bastante fuerte y, aunque nostras tuvimos suerte y hacía sol, hacía bastante frío.
Por último, pero no menos importante: no os acerquéis al borde de los acantilados. Es probable que el personal de la oficina de turismo os lo diga y es mejor que les escuchéis. En algunos lugares, el camino no tiene medidas de seguridad y puede ser bastante peligroso. Además, el suelo no es muy estable y cada año diferentes partes de los acantilados caen al océano. En este sentido, el dicho "la seguridad es lo primero" es totalmente oportuno para este lugar.
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