Encontarme a mí mismo durante el intercambio

Como se suele decir, viajar te enriquece, en muchos sentidos. Puede cambiar tu manera de ver las cosas, la gente y los países. Puede enseñarte cosas y puede ayudarte a encontrarte a ti mismo. Al estudiar en Estados Unidos, me di cuenta de que todo esto era cierto. Suena típico, pero es lo que de verdad le pasa a la gente cuando viaja con el corazón abierto. Me encantaba ser estudiante de intercambio porque no era un turista y no me dedicaba (solo) a hacer turismo, sino que pude encontrarme a mí mismo y conectar con la cultura estadounidense.

Cuando no estaba viajando, estaba en el instituto, donde tuve la oportunidad de dar varias clases interesantes, además de las que necesitaba para conseguir créditos. Entre las cosas interesantes, había clases de arte como:

  • Obra del instituto (teatro);
  • Cerámica I y II;
  • Dibujo y Pintura I y II.

El gran pandemonio

Lo primero que he mencionado es una actividad extraescolar, más que una clase con créditos. Me apunté porque me había divertido mucho haciendo teatro en Milán, pero lo había dejado hacía mucho tiempo porque no tenía tiempo. De pequeño había participado en obras del colegio, supongo que por eso siempre me ha interesado la actuación. En Estados Unidos quise darme una segunda oportunidad y actué en inglés por primera vez. A todo el mundo le encantaba mi acento y aunque en la obra éramos pocos, me encantaba ser parte del equipo. Sentía que había descubierto, o recordado, una parte de mí que había olvidado que existía.

La obra que representamos se llamaba El gran pandemonio y era la historia de un grupo que estaba ensayando para una obra, así que era la obra de una obra. Algo confuso, pero muy divertido de preparar. En los ensayos nos reíamos un montón, echo de menos aquella época. Cada miembro era muy distinto y me sorprendía que trabajásemos tan bien juntos. Nunca me trataron como el extranjero. Un día fuimos a por batidos y todos en una gran furgoneta parecíamos una familia enorme de madre soltera, ya que conducía una de las chicas.

Encontarme a mí mismo durante el intercambio (Esta es la tarta que nuestra profesora de teatro encargó para la celebración después del estreno. Fue una fiesta increíble, llena de recuerdos divertidos).

Clases de arte

Volviendo a las clases del instituto, en Dibujo y Pintura me di cuenta de que me encantaba hacer obras de arte y que me gustaría dedicarme más a ello, pero no tengo tiempo para hacer todo lo que me interesa, por lo que me alegraba poder dar esas clases mientras estaba allí. Hasta colgaron una de mis obras en la pared del pasillo de arte, me sentí importante. Me gustaba Dibujo y Pintura, por lo que decidí seguir con el segundo nivel, que era más pintura que dibujo. Me gustaba porque era una clase en la que podía escuchar música y dejar que mi mano hiciera lo suyo.

También me gustó dar Cerámica I. De hecho, di tanto el nivel uno como el dos. La di porque mi hermano de acogida la daba cuando yo tenía una hora libre, así que en vez de quedarme en casa, iba con él al instituto. Pero acabó gustándome. No puedo decir que fuera un maestro haciendo cosas de arcilla, pero al menos lo intenté e igual si hubiera seguido, ahora estaría vendiendo jarrones. Ahora en serio, estas clases te dan la oportunidad de ser creativo mientras estás en el instituto, de obtener créditos y de aprender.

Cuando pregunté si podía graduarme, parecía que nadie en ese instituto iba a dejarme intentarlo siquiera, así que decidí coger las clases que simplemente me parecían divertidas, sin preocuparme mucho por los créditos. Solo quería dar lo que no podía dar en Italia, quería vivir mi intercambio sin arrepentimientos. Y ahora que ha acabado, puedo decir que tomé las decisiones acertadas y que deberías hacer lo mismo si estás pensando en ir de intercambio. Puede ser un deporte, una clase o incluso pasar tiempo con tu familia de acogida. Si crees en esta experiencia, de algún modo también te encontrarás a ti mismo.

- Cristian, antiguo estudiante de intercambio de Rotary en Estados Unidos.


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