Desde el Oriente Antiguo a la actualidad (1/4)
“En boca abierta entran moscas”, proverbio sumerio común, muy próximo a nuestro proverbio “En boca cerrada no entran moscas”. ¿Realmente nuestra cultura nace con el pensamiento griego y la literatura bíblica? Esta unión de la sabiduría popular por encima del tiempo nos hace reflexionar… Miles de tablillas de arcilla y papiros demuestran que nuestra cultura verdaderamente tuvo su origen en Oriente Próximo, de la mano de los sumerios, en la palabra y el pensamiento de Oriente.
Según Jean Bottéro, el cristianismo fue la religión que dinamizó la civilización occidental; el cual, a su vez, surgió de la convergencia entre la cultura grecorromana y la doctrina bíblica, vías feudatarias en el lejano mundo sumerio y babilónico.
Es imprescindible remontarse muchísimos miles de años atrás, con anterioridad a los griegos, antes de Homero, de las tablillas micénicas y de la Biblia, para llegar a nuestros antepasados más remotos: los pueblos del Oriente Antiguo; los antiguos griegos y los viejos judíos prerromanos ya lo sabían.
Como R. Rtskhiladze demostrara tiempo atrás, cuando Heródoto citaba a los orientales se refería a los bárbaros, pero a modo de elogio, los que hablan otra lengua. Heródoto consideraba que la Historia de los pueblos del Oriente Próximo suponía una valiosa contribución para la civilización humana. Resulta interesante que, cuando los judíos deportados a Babilonia invocaban a Sión, tenían en mente el zigurat del templo de Marduk, prototipo de lo que sería la torre de Babel. Por ello, sería un error estancarnos en la Antigua Grecia y en el mundo bíblico si lo que pretendemos es saber acerca de la Historia del pensamiento y la cultura.
Teogonías y cosmogonías, sistemas religiosos y rituales, cultura política y administrativa, matemática, astronomía y física, literatura, historiografía, ciencias de la naturaleza, medicina, arquitectura… todas las disciplinas tienen sus raíces en Oriente. Pero más allá de Estas, Oriente es el pilar del espíritu observador, ordenador y científico que constituye un pensamiento singular, una forma de analizar y exponer: una cultura profunda.
Los primeros textos escritos tienen origen en una voluntad de racionalización administrativa, proyectos estructurados por un cuerpo de especialistas. En ellos estaba la necesidad de recopilar datos, organizarlos mediante códigos y conservarlos. Se trata de una experiencia de la lógica que se remonta al 3500–3200 a.C. La cultura y el pensamiento del Oriente componen la primera expresión de madurez intelectual de la humanidad, miles de años antes de que Sócrates se preguntara sobre el todo.
Un poco de Historia
En el pasado siglo, muchos expedicionarios y curiosos europeos emprendieron el redescubrimiento del Oriente a través de sus propias vivencias en Egipto, Turquía, Siria, Iraq, Irán, Arabia y las montañas de Omán; vivencias cuyos testimonios en libros constituirían la literatura orientalista. Todos tenían un conocimiento profundo de las lenguas de los países que visitaron, de sus costumbres y de sus gentes. Pero lo que podría considerarse un viaje imaginario a lo imposible, parece hoy convertirse en una fuente perversa de la relativización (orientalista). Cuando E. W. Said critica la reconstrucción europea simplista de Oriente a través de esta literatura, se refiere al hecho de considerar Oriente Antiguo semejante entre sí, en el tiempo y en el espacio, como esta literatura tendió a tener en cuenta.
En un gran espacio montañoso, cubierto por desiertos, ríos y mares, se dio una historia durante casi 4000 años. La riqueza, complejidad, amplitud y pensamiento de estos pueblos no comenzaron a salir a la luz hasta 1875, con el hallazgo por parte de G. Smith de un texto cuneiforme que relataba la creación. En 1836 Edward William Lane publicaba un libro en el que señalaba la importancia que las particularidades físicas de un país tenían sobre las costumbres y el carácter de una nación: la geografía es un condicionante de la cultura humana; los múltiples paisajes y pueblos del Oriente Antiguo son al tiempo escuela de diversidad e imposición de la naturaleza. Es un continente enorme hacia el que convergen rutas, mares y vientos diversos: la diversidad cultural es inevitable.
El relato se inicia en Uruk, al sur de la actual Iraq, en torno al 3500 a.C. Por vez primera se comenzaron a escribir allí unos documentos balbucientes, escritos sobre barro, fruto de una acción intelectual, llevada a cabo por gentes que deseaban guardar su memoria y el registro de sus actividades. El año 636 d.C., los árabes musulmanes del califa Ornar derrotaban en Qadisiya a los sasánidas de Yazdegird III. Entre una y otra fecha, reinos e imperios diversos se fueron sucediendo.
Los mil quinientos primero años de nuestra Historia tienen como protagonistas a sumerios acadios, sirios y elamitas. En Mesopotamia se fue desarrollando la cultura de Uruk y las ciudades estado sumerias (3500-2350 a.C.), en cuyos templos y archivos se fueron registrando los mitos, las cosmogonías o las más viejas leyendas; al mismo tiempo que se llevaban a cabo las primeras operaciones deductivas, clasificatorias y especulativas. Luego, con los acadios y su primer imperio (2350-2150 a, C.) tendría lugar la más temprana centralización administrativa y cultural. Simultáneamente, apareció una lengua nueva capaz de expresar el espíritu práctico y enérgico del genio acadio. Finalmente, tras la desintegración de aquella estructura imperial, durante el último siglo de la brillantez sumeria (2100-2000 a.C.), bajo la égida política y cultura de Ur, se desarrolló una sorprendente síntesis sumerio-acadia del saber mesopotámico habido a lo largo de más de un milenio.
Durante aquellos siglos, lejos de Mesopotamia, otros pueblos y distintas culturas seguían su propio camino. En Siria, en la ciudad de Ebla y otras, se producían esfuerzos similares: allí también se han hallado archivos o documentos. En Irán se culminaba otro proceso original iniciado al tiempo que el de Uruk, a mediados del cuarto milenio. Con un sistema de escritura propio, difundido por todo Irán antes de que fuera "normalizado" al cuneiforme mesopotámico, los iranios expresaron idea, mitos y organización.
En el segundo milenio, pueblos, reinos y lenguas se multiplican enriqueciendo y complicando la cultura y el pensamiento oriental. Se abre el horizonte hitita en Anatolia (1700-1200 a.C.), que da entrada a la cultura indoeuropea. Pero antes habría que recordar la madurez babilónica con Hammurabi (1792-1750 a.C.) y con la dinastía de los casitas (1570-1155 a.C.), pues en torno a Babilonia se comienza a tejer uno de los más sólidos centros de referencia cultural válido para todo el Oriente. Y al norte, Mitanni (1500-1350 a.C.) se configura como manifestación última del genio hurrita. Asiria mantendría su cultura hasta mediados del primer milenio a.C.
En Occidente, los amorritas de Aleppo y Mari lideran la cultura y la historia de los mundos cercanos a la Siria Septentrional o al Eúfrates Medio durante la primera mitad del milenio. A posteriori, disueltos sus reinos en los territorios de las grandes potencias emergentes, los cananeos de Ugarit y otros reinos de Palestina y Siria determinarían la segunda mitad del milenio con la cultura del mundo semítico occidental.
Los hogares centrales de la cultura y el pensamiento se establecen en las ciudades asirias y su Imperio; después en Babilonia hasta la entrada de Ciro en el 539 a.C. En torno a estos, pequeños estados como los luvitas, los arameos, los urartios o los iranios tienen su cultura propia aunque ligada al núcleo asirio-babilónico.
La conquista de Babilonia desplaza el núcleo creador hacia Irán. Todo el Oriente Próximo estuvo hasta la conquista alejandrina (331 a.C.) bajo Reyes aqueménidas. La introducción del arameo produjo el abandono de las antiguas lenguas y el olvido de los conocimientos que difundían. Así, la importancia de Mesopotamia se debilitaba hasta apagarse definitivamente tras la fundación del Imperio parto. Las luchas del imperio de los partos contra seléucidas y romanos o las del Imperio Sasánida contra Roma y Bizancio aspiraban a una restauración, pero la batalla de Oadisiya y el Islam pusieron punto y final.
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