Bailes de bienvenida

Debería empezar mencionando que mi instituto en Italia no tenía ningún tipo de baile o fiesta para los alumnos. Lo único que hacíamos era estudiar: ni animadoras, ni asambleas, ni tutorías, ni partidos de fútbol. Por suerte para mí, fui alumno de intercambio en Estados Unidos y viví un auténtico baile de bienvenida. Es como un baile de fin de curso, pero menos formal. Hasta puedes ir sin pareja, total, ¿qué más da? Además, es al principio del curso, mientras que el baile de fin de curso es al terminarlo.

Mi día del baile

Ese sábado tuve que correr mucho para conseguir todo lo que necesitaba para el baile. No tenía unos pantalones buenos, ni camisa, ni siquiera zapatos. Así que fui de compras con mi familia estadounidense. Me lo probé todo y me miré en el espejo. Me sentía raro, raro porque nunca había llevado ropa elegante y nunca había ido a un baile; pero también me sentía bien porque estaba muy guapo.

Bailes de bienvenida.

Después, quedé con unos cuantos alumnos del último año en un parque a las 17:30. Nos hicimos fotos en un puente, cerca del lago y en la zona con árboles. Me di cuenta de que había chicas de mi instituto haciéndose fotos también. Eran del primer año y conocía a algunas, que de hecho me saludaron al verme. Cuando las saludé yo también, se acercaron y una me hizo una pregunta un poco extraña: «¿Nos podemos hacer una foto besándote la mejilla? ». ¿Había oído bien? Quiero decir, soy italiano, estoy acostumbrado a dar y recibir besos en la mejilla, pero me extrañaba que me hicieran esa pregunta, sobre todo porque en Estados Unidos no suelen besarse al saludar, prefieren darse la mano o abrazarse. Accedí a hacerme la foto con una de ellas y de repente las tenía a todas alrededor pidiéndome lo mismo. Seguramente salgo en veinte fotos y ni siquiera sé quién las tiene. Fue muy gracioso.

Bailes de bienvenida.

Tras mi momento de gloria, volví con mi grupo y fuimos a un restaurante muy elegante: Dairy Queen. Sí, la heladería. No me juzguéis, estábamos pelados de pasta y teníamos que ahorrar para ir a un sitio más elegante el día del baile de fin de curso. La cosa es que algunos pidieron helado, otros nos comimos una hamburguesa y otros se bebieron un batido. Luego, aparcamos por ahí y estuvimos hablando y jugando hasta que fue lo bastante tarde como para ir al instituto y hacer cola para el baile.

Bailes de bienvenida.

Siendo totalmente sincero, no sabía qué esperar de ese baile. Pensaba que en algún momento acabaría sentado en los escalones del gimnasio yo solo, pero eso no sucedió, y he de decir que me alegro. Mucha gente que me conocía vino a saludarme, otros incluso me dijeron algún piropo. Incluso estuve hablando con la «Reina» del baile, una chica muy maja (ahora es modelo y se mudó a Los Ángeles, pero esa es otra historia). Me dijo que quería comer conmigo algún día porque parecía simpático, pero nunca llegó a pasar. Estaba en mi grupo de teatro, así que salíamos mucho, pero nunca llegamos a tener una cita o algo así. Algunas de las chicas con las que me había hecho las fotos del beso me invitaron a bailar, así que siempre estaba ocupado hasta que aparecía otra y me pedía bailar. No quería negarme, «no» no era una opción. Estaba de intercambio y quería aprovechar todas las oportunidades que se me presentaran. Pero una de ellas me quiso enseñar cómo bailaban los estadounidenses: se puso a perrear. Al principio me quedé a cuadros, pero luego pensé que si había venido a pedirme bailar sin conocerme y se había puesto a hacer eso, es que yo le gustaba, así que me lo tomé como un cumplido. Estuvimos bailando unos diez minutos. Al rato empecé a sentirme incómodo, se estaba alargando mucho. Lo gracioso es que después del baile, en el que por cierto ni me dijo su nombre, no volví a verla. Creo que la vi una vez en el pasillo, pero no estaba del todo seguro. En el instituto me conocían todos porque era el alumno de intercambio, así que probablemente me vio y le dio vergüenza acercarse y decirme «Hola, soy la que bailó contigo».

Estaba contento, la noche había pasado rápido y me había divertido. Solo había un pequeño problema: mis amigos desaparecieron de repente y me dejaron en el instituto. No sabía cómo volver a casa, por lo que llamé a mis padres de acogida, pero no insistí mucho porque sabía que estarían durmiendo y no quería molestar. Así que me fui andando. Tuve suerte porque mi casa estaba a un kilómetro, más o menos, así que llegué en menos de veinte minutos. Me encanta andar, en Italia voy andando a todas partes porque no tengo carné de conducir ni bono de autobús. Al día siguiente, mi madre estadounidense me preguntó qué tal el baile y si me lo había pasado bien. Después me preguntó: «¿Cómo volviste a casa? ¿Te trajo tu amiga? ». Bueno, había llegado el momento. «No, me vine andando, ella se fue antes». Vi que se puso blanca, así que le dije que no quería despertarla para que me recogiera porque el instituto estaba muy cerca. Ella me dijo que estaba preocupada porque ya estaba oscuro y que si me volvía a pasar algo así la podía despertar sin problema.

El baile de mi amigo

Supongo que mi baile no me pareció suficiente, porque fui también al de mi amigo el fin de semana siguiente. De hecho me invitó él. Es alemán y estaba viviendo en Loveland, al oeste de Greeley. Fui a pasar el fin de semana y dormí en su casa. Ese día en Loveland se celebraba el Oktoberfest, así que fuimos un rato y después fuimos a su casa. Era enorme y estaba junto al lago. ¡Sus padres de acogida hasta tenían un barco que usaban en verano! Estuvimos jugando al tenis de mesa y después nos cambiamos de ropa. Al final no tuve que esperar al baile de fin de curso para esa cena elegante porque fuimos a Olive Garden (que tampoco es que sea lo más elegante del mundo, pero al menos no es Dairy Queen).

Bailes de bienvenida.

Allí conocí a todos sus amigos y a otros alumnos de intercambio. Dos eran de España, uno de Dinamarca, otros de otros sitios y unos pocos de Colorado. Nos hicimos una foto de grupo y fuimos al instituto. Mi instituto era concertado, el de mi amigo era público, por lo que era más grande y hasta el gimnasio estaba mejor decorado. Bailamos y conocí a mucha gente (aunque no la volví a ver después de esa noche). A las once el baile ya había terminado, por lo que uno de sus amigos propuso ir a una fiesta. Al final estuvimos unas tres horas dando vueltas porque no encontrábamos ninguna fiesta que nos gustara. Hasta paramos en un restaurante de comida rápida a por bebidas. Yo me sentí aliviado porque no sabíamos a qué íbamos exactamente y como éramos alumnos de intercambio no queríamos meternos en ningún lío. Sus amigos no dejaban de repetir que no nos podíamos ir a casa sin haber estado en una fiesta de después del baile típica estadounidense, pero al final nos dejaron ir y llegamos a casa muy tarde. Me voy a ahorrar los detalles, pero en resumen así pasé los dos únicos bailes de mi vida.

- Cristian


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