Amabilidad sin parar
Creo que ser humilde y amable es esencial. Tenemos que ayudarnos entre nosotros, en vez de intentar destruirnos. Y hoy quiero hablar de unas cuantas cosas que he hecho para ayudar a desconocidos.
Mexicano busca italiano
El primer episodio que recuerdo ocurrió hace más de un año. Estaba mirando Facebook cuando vi una publicación en un grupo de estudiantes de intercambio de Rotary de un tío que había puesto: «¿Hay algún italiano en este grupo? ». Como ya ayudé una vez a una chica que buscaba un nativo italiano para sus deberes, pensé que sería algo parecido y respondí: «Yo, mándame un mensaje privado si necesitas ayuda». Pero no necesitaba ayuda para hacer una redacción, necesitaba que alguien le diera alojamiento en Italia porque tenía ascendencia italiana y quería venir a aprender sobre esa cultura de la que no sabía nada. «Lo siento, tío, no te puedo hospedar, vivo en Milán y mi piso es diminuto. ¡Prueba con Workaway! ». Me mantuve en contacto con este chico para ver si conseguía encontrar una familia que lo acogiera. Al final pudo estar con tres familias distintas en Umbría y Liguria. Le encantó Liguria y cuando fui a Cinque Terre con mis amigos, le dije que se podía venir, y así es como nos conocimos. Un tío muy majo e inteligente. Lo pasamos muy bien y seguimos en contacto. Incluso vino a Milán y se quedó una noche en mi casa, pudo ver la ciudad y me devolvió el favor acogiéndome en Savona. A veces lo pienso y me parece increíble que Facebook sea tan útil. Si no fuera por esta red social, no nos habríamos conocido.
Francés contra italiano
Una vez estaba en el lago de Como con mi amiga de los Países Bajos. Había venido a verme una semana y quería enseñarle Milán y sus alrededores. En la estación de Como había dos mujeres francesas intentando hablar con el empleado de la taquilla. Lo único que querían saber era si les podía dar un horario de los trenes, pero el italiano tras el cristal no hablaba ni inglés, ni francés. Y aquí es cuando aparezco yo. Les dije a las mujeres que era italiano y que me podían decir en inglés lo que querían preguntar y yo se lo traduciría. Tampoco hice gran cosa, pero las mujeres no dejaron de darme las gracias y me sentí muy bien por hacer una buena acción. «Trata a los demás como quieras que te traten».
Necesito un boli
De camino al lago de Como, estábamos en el tren y entró una pareja sin escanear los billetes porque no les daba tiempo y habían subido directamente. Necesitaban un bolígrafo para escribir la fecha y la hora en el billete y que no les pusieran una multa. Como oyeron que mi amiga y yo hablábamos en inglés, la chica le dice al chico: «¿Les puedes preguntar si tienen un boli? Yo no sé decirlo en inglés». Como los oí y vi que el chico tenía cara de «Venga, yo puedo, ánimo... », les dije directamente que era italiano, que los entedía y les dejé un boli. Salvé al chico de hacer el ridículo, ya que se notaba que no se sentía cómodo hablando en inglés, y le di el boli, que era lo que necesitaba.
Techo para tres
(Las vistas desde el piso del que os voy a hablar).
Esto pasó antes de todo lo que he contado en este artículo. En este caso, soy yo el que recibe la amabilidad de otra persona. Vale, creo que todos sabéis que fui estudiante de intercambio en Colorado y que tuve una familia de acogida maravillosa. Pues esta familia también acogió hace años a un chico de Copenhague, la ciudad en la que iba a pasar cuatro días con un par de amigos. Como tenía a este chico en Facebook, le mandé un mensaje que decía: «¡Hola! Hemos hablado antes, yo también estuve en Colorado y nuestra madre de acogida me dijo que eras de Copenhague. ¿Sabes de algún sitio barato en el que mis amigos y yo nos podamos quedar unos días? ». No sé cómo o por qué tuvimos tanta suerte, pero me respondió que justo en esa fecha iba a estar en Nepal y que estaría encantado de dejarnos su piso para el fin de semana, incluso sin él allí. Sus amigos vinieron a recogerme al aeropuerto en coche y me llevaron a la casa. Me dio su número para llamarle si necesitaba cualquier cosa o si tenía alguna pregunta sobre el piso. No me lo esperaba para nada. Lo pasamos genial, el piso era increíble y era muy fácil llegar a la ciudad porque estaba justo enfrente de la estación de tren. Fue muy amable por su parte dejarnos estar allí, Copenhague es una ciudad muy cara y quedándonos allí, ahorramos mucho dinero. También podíamos cocinar en vez de tener que comer fuera porque había supermercados nada más cruzar la calle. Sus padres también eran muy amables, supongo que lo ha sacado de ahí. De hecho, me hospedaron dos veces cuando volví a Copenhague. Lo gracioso es que nunca he visto al chico, ¡solo a sus padres y a su hermano!
Creo que el karma existe y que lo malo que hagas tendrá consecuencias. Sé amable con los demás y los demás serán amables contigo.
- Cristian
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