Qué hacer cuando no puedes seguir viajando

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Durante los primeros meses de mis aventuras por Europa, cada vista, fenómeno arquitectónico y maravilla natural era fascinante y atractiva. Con la frase «No sé si volveré a estar aquí» todo el rato en mi mente, mis amigos y yo madrugábamos cada mañana en busca de todos los sitios que no nos podíamos perder.

Pero en los últimos meses de intercambio empezó a aparecer el cansancio de tanto viaje nocturno en bus, excursiones a primera hora de la mañana a la estación de autobuses y un calor cada vez más mortal. El ambiente de cuento de hadas que antes envolvía cada castillo que visitábamos comenzó a disiparse y después de ver doscientas iglesias, ya no aguantaba hacer más colas, daba igual quién fuera el maravilloso artista detrás de esos intrincados capiteles y vidrieras.

A pesar de sentirme así, seguía la rutina que había desarrollado de planear cada minuto del viaje antes de llegar, madrugar para ir a todos los puntos de interés turístico, además de alguna cafetería, iglesia o vecindario fuera de lo común. Aun así, el cansancio iba a más, así como la indiferencia que sentía hacia los lugares que visitaba.

Todos estos signos eran síntomas de una cosa: viajar demasiado.

Citando a Einstein, «locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes». Me di cuenta de que necesitaba cambiar mi modo de viajar si quería disfrutar de mis últimas semanas en Europa.

Empecé a hacerlo en Praga, donde la amiga con la que viajaba y yo decidimos tomárnoslo con calma, sin presión por hacerlo todo, deambular por las calles y hacer largas pausas para el café, intentar leer carteles en otro alfabeto, maravillarnos con los coches lujosos mientras escuchábamos un idioma que nunca habíamos oído.

Si tú mismo te notas síntomas de viajar demasiado, intenta poner en práctica estos consejo para romper con la rutina y no decepcionarte al visitar lugares mágicos.

No todo tiene que estar planeado

Como ya teníamos experiencia viajando, empezamos a buscar los sitios más interesantes en Trip Advisor y algunos fuera de lo común sobre la marcha. A algunos esto no os hará mucha gracia, pero nos hizo estar mucho más presentes en la ciudad, pues no nos pasábamos la tarde preparando nuestra siguiente parada en vez de disfrutando del sitio en el que estábamos. También fue útil pedir indicaciones a gente por la calle o pedir a los camareros que nos recomendaran sitios para saber qué teníamos que ver y qué sitios era mejor evitar.

Busca una cafetería guay y quédate un rato

El chico que nos alojaba en el Airbnb nos dio una lista de cafeterías cerca del piso que recomendaba. En vez de empezar a hacer turismo nada más salir el sol, salíamos un poco más tarde y primero seguir los consejos de alguien que llevaba años viviendo en Praga.

Al entrar en la primera cafetería que recomendaba, entendimos por qué lo hacía. Oculta entre casas blancas, tuvimos que mirar dos veces para darnos cuenta de que una puerta era distinta y ver un letrero con el nombre que ponía en nuestra lista. Tenía un rollo hipster y había mucha gente trabajando con su portátil en vez de leyendo guías turísticas, era sin duda un sitio más del barrio. Sin esa necesidad de beber a toda prisa e irnos, me tomé mi tiempo para observar a la gente, como el hombre con calcetines a rayas cuyos dedos apenas se despegaban de las teclas de su ordenador o la mujer que hacía malabares con un niño en brazos y otro en el carricoche mientras intentaba pedir lo que imaginé que sería su dosis diaria de café para sobrevivir.

Al permitirnos tener un par de horas de paz por la mañana, estábamos mejor preparadas para afrontar las multitudes y el calor que nos esperaban más adelante y así disfrutar más de los barrios antiguos y modernos de la ciudad.

La cafetería a la que fuimos

  • La cafetería que nos recomendaron era Café Pod Lipami, situada en Čechova 1, 170 00 Praha 7. Presta atención porque se camufla con las casas de su alrededor, pero merecerá la pena cuando te sientes y disfrutes de una buena bebida.

Sé flexible

El segundo día teníamos planeado ir a ver el puente de Carlos, pero nos dimos la vuelta al ver la aglomeración de gente que había allí. Meses antes, habríamos hecho el esfuerzo de quedarnos porque si no ahora, ¿cuándo?

Más tarde, a la vuelta, decidimos ir por otro camino que resultó que llevaba al Parque Letná, uno de los mejores lugares de Praga para admirar la Ciudad Vieja. Conforme nos adentrábamos en el parque, pudimos ver mejor el castillo, que se reconocía por las torres negras de la catedral que se alzaban imponentes como los cuernos de Maléfica. Gracias a los focos que iluminaban parte del castillo, la catedral y el puente, el misterio que rodeaba la Ciudad Dorada se hizo presente.

El brillo cautivador del castillo nos animó a seguir andando, a pesar de que ya empezaba a refrescar. Al hacerlo, descubrimos que el camino que daba paso a donde íbamos estaba cerrado por la noche. Yo me empecé a estresar porque mi idea era llegar al puente cruzando el parque y la zona del castillo para así tener tiempo de ver otras cosas al día siguiente. Pero pronto me calmé y me convencí de seguir con este modo alternativo de viajar.

Al volver, me di cuenta de que la gente se estaba agrupando en varios puntos a las afueras del parque. La luz que venía del barrio medieval hacía que esos grupos de gente sentada junta se vieran solo como siluetas. Unos metros después vimos otro grupo de gente. Curiosas por saber lo que miraban, nos desviamos de nuestro camino, lo que hizo que nos topáramos con un cine al aire libre. Nos sentamos juntas y vimos una película estadounidense rara pero interesante, con las luces de la ciudad de Praga como telón de fondo tras la pantalla.

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Conoce mejor a tu acompañante

Cuando llegamos a la cima de la colina del Castillo de Praga, mi amiga y yo nos dimos cuenta del hambre que teníamos. A pesar de que nos faltaba el aliento y nos dolían las piernas, conseguimos bajar y fuimos a comprar algo al supermercado (#problemasdeestudiantesindinero). Mientras nos comíamos las cosas raras que habíamos comprado, hablamos de todo un poco, desde cuál era nuestro chocolate favorito hasta nuestros sueños y esperanzas para el futuro.

Al no tener un horario fijo ni obligaciones, podíamos meternos de lleno en un ambiente totalmente distinto al de nuestro país, lleno de muros medievales, tiendas artesanales y caminos de adoquines, además de conocernos mejor la una a la otra.

Haz lo que hagan allí

Cuando las atracciones turísticas ya no tienen la misma gracia que tenían antes, ve a lo poco convencional y explora los lugares a los que la gente de allí va a diario. ¿Y qué mejor sitio que un supermercado? Ir al supermercado fue una experiencia cultural en toda regla, pues descubrimos una variedad de marcas que nunca habíamos visto. Entre las coloridas etiquetas y las distintas maneras de colocar la carne, al final estuvimos una hora deambulando por los pasillos. Nuestro favorito fue el del chocolate, lleno de envoltorios brillantes e ingredientes que nos hacían la boca agua.

El supermercado al que fuimos

  • Billa-Letnà, a unos minutos de nuestro piso, es uno de los supermercados más grandes. Está lleno de cosas chulas, atrévete a comprar algo que no haya en tu país.

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