¡Lanzarse!

Lo esperamos con impaciencia, nos lo imaginamos y pensamos en él durante todo un año, pero cuando llega el día, dudamos. Eso es lo que yo sentí en el momento de irme de casa. Lo desconocido siempre asusta, pero ¿por qué temer al miedo? La experiencia me ha ayudado a atacar el problema.

Tengo que decir que me gustaba planificarme, organizar las cosas con anterioridad y así limitar la improvisación a la hora de vivir el momento. Hacerlo me hacía sentir segura. Como podréis imaginar, y salvo que estés en una obra de teatro, en la vida real nada sucede exactamente como uno lo planifica. Intervienen diferentes factores, y la viviencia puede convertirse en un mal recuerdo o, por el contrario, ¡en una maravillosa improvisación! Mi Erasmus fue más lo segundo. Puede parecer extraño, pero crecí muchísimo como persona al estar lejos de mi familia. Tuve que abrirme al mundo que me rodeaba y a las personas que se cruzaban por mi camino, pues a más de 2000 km de casa no podía contar con mi gente, o más bien apoyarme en ella. ¡Debía escribir mi vida y vivirla al máximo! Cuando uno se lanza, admito que no es fácil, se sufre la distancia y la añoranza. Uno piensa en su idioma, actúa como si estuviera en su país o su ciudad. Al final, uno no es más que un turista que ve con ojos extranjeros y no deja de comparar sus propias costumbres con las del país que lo acoge. La etapa de descubrir fue demasiado fascinante para mí. Fue necesario asimilar muchas cosas en poco tiempo, ya que las clases de la universidad comenzaron apenas llegué. A medida que el tiempo pasa, uno adquiere reflejos, pasa a formar parte de la multitud, ¡y ahí es cuando empieza la verdadera experiencia! Pasé de ser un pajarito que observaba a uno que actuaba, sediento de nuevas aventuras y descubrimientos.

Mi consejo es muy simple: invito a todas las personas a ir a estudiar al extranjero, a adaptarse como los camaleones. O lo que es lo mismo, imitar a los habitantes nativos y vivir al ritmo del país. Cambiar de hábitos nunca ha hecho daño a nadie, e ir de Erasmus debe ser ese cambio. Es esencial lanzarse a la aventura, experimentar todo lo que nos llama la atención sin prejuicios. En definitiva, la experiencia es corta, ¡no hay tiempo para el arrepentimiento! ¡Vamos!

¡Lanzarse!

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