Espíritu Erasmus
18 de febrero de 2016
Existe lo que se conoce como "espíritu Erasmus". Una mentalidad, escribió un experto en su blog, que no podrían entender los estudiantes que no hubieran hecho este viaje de estudios europeo. Antes de irme, frustrado por esta definición, estaba deseando vivir este estado sublime de la vida estudiantil (¡y creo que ese era el objetivo del autor).
Lo confirmo dos semanas después de llegar a la universidad de Presov, tienes que haberte ido de Erasmus para sacar tus propias conclusiones. Pero, como el objetivo del blog es describir mis vivencias como Erasmus, voy a tratar de acercarme lo máximo posible a los hechos para que podáis entender este raro momento de alegría, despreocupación y enriquecimiento personal de la vida.
Empiezan las clases, se establecen las bases de la libertad
La vida siendo Erasmus, que sepáis que no tiene nada que ver con la vida que lleva un estudiante en Francia. Al empezar las clases el viernes 5 de febrero en la universidad de Presov, Ludmila, la coordinadora de los Erasmus, nos advirtió: "Tendréis que trabajar un poquito de vez en cuando, claro, pero tendréis mucho, mucho tiempo libre".
Aquel día (¡Dios, de pensarlo! ), fue cuando nos vimos por primera vez, los alumnos Erasmus, los profesores, los coordinadores, los voluntarios de la asociación de estudiantes Erasmus (ESN). Todo empezó en el Rectorado, ese edificio que parecía un templo romano de grava.
En el concierto de Vlado en Kosice, el pianista de la asociación Erasmus, el 15 de febrero.
Fue la primera vez que les hablé a las dos francesas de intercambio: Manon y Élodie. La primera vez que veía a Vlado, el pianista rubio de coleta, el encargado de la ESN, la primera vez le ponía cara a Daniela, la coordinadora de la universidad. No me hubiera imaginado nunca, con lo reservado que soy, que pasaría unos momentos tan buenos con todos ellos (y los que no he nombrado). Ahora lo puedo decir.
Manon, una de las francesas, por suerte está en el mismo departamento que yo (geografía), aunque ella viene de Clermont-Ferrand y yo de Lille. De hecho, somos los únicos Erasmus que estudian geografía. Tenemos una primera tutoría con el coordinador Erasmus de nuestro departamento, Vladimir Cech, el lunes después de las clases.
Todo claro. ¡Íbamos a tener mucho tiempo libre! Estaríamos un mínimo de 2 horas de clase por semana (eso fue al principio de marzo) y un máximo de 9 horas y media (a finales de febrero). Las clases serían en los despachos de los profesores (catedráticos), casi como si fueran particulares. Pero, a cambio, tendríamos que hacer al menos una exposición por asignatura, dos sobre la geografía eslovaca.
Las fiestas sin preocupaciones
Con tanto tiempo libre, ya entiendo por qué la ESN propone tantas salidas para pasar el tiempo y conocer a los otros Erasmus.
Voy a ser sincero. En Francia, no iba casi nunca a las fiestas que anunciaban en los carteles. Para mí era un aburrimiento, una basura, el reino de las apariencias en todo su esplendor. Iba a una o dos por compromiso.
En Eslovaquia, he desechado ese pensamiento y me he convencido a mí mismo para hacer un pequeño esfuerzo. Empecé por la cena de bienvenida, el lunes de la tutoría con Vladimir Cech. Fui (encima con antelación) con miedo a que la noche se me hiciera eterna. Enseguida me puse a hablar con Daniela (con la que estuve en las primeras clases en Presov), Vlado, que se sorprendió de que llegara antes de tiempo y... en un rincón de la cantina, conocí a una eslovaca morena de ojos sonrientes, Simi. Me avasalló a preguntas toda la noche. Yo también, ¡aunque me costara más hacerlas!
Al final, las horas pasaron como tenían que pasar. Como me gustó mucho la primera noche, fui al resto, sin excepción. Conocí a más gente, pasé muy buenos momentos. Lo que me gusta de estar aquí, lejos, es que no te miran raro, no te juzgan por la ropa que lleves o al mínimo gesto que hagas (como pasaba en las fiestas de mi facultad). ¡He encontrado la libertad que quería!
Clases de inglés fáciles
Antes de irme de Erasmus me daba miedo no entender o hablar bien el inglés. ¡Un horror! Sabía unas cuantas cosas de la tiránica época del instituto, con un profesor que saltaba con nada, como un motor recalentado. Y me ponía a pensar en esos acentos incomprensibles de los neoyorquinos o londinenses. ¡No pillaba ni uno! Tenía que quitarme el miedo al inglés sancionador y castigador propio del sistema escolar francés. El hecho de venir a Eslovaquia me permitiría tener que desenvolverme en inglés fuera del ámbito universitario.
Los antiguos pasillos de la universidad de Presov
Empezar siempre es duro (como en Viena). Pero al final te acostumbras a ir alternando dos idiomas. Por lo tanto, podemos hablar sobre el número de pasajeros de un avión en francés y luego pasar al inglés para opinar sobre la visita de Auschwitz. ¿No deberían ser los suizos los que, por lógica, deberían saber hablar francés, alemán e italiano, los tres idiomas oficiales del país?
En la universidad, me sorprendió entender, tanto fuera de la universidad como en clase, el inglés. Yo, que en la asignatura de medios de comunicación americanos en Francia, sólo entendía la mitad de lo que decía el profesor... ¡Quién lo hubiera dicho! Vivido en la universidad: "Así que ahí está la ciudad de Bardejov", comentó Alena, una profesora. Luego, buscando las palabras: "Hay... eh, sí..., hay... " Manon le ayuda:"... ¡mucho que hacer! " "Sí, eso es, mucho que hacer. ¡Está bien dicho! " termina el maestro con una sonrisa de aprobación. ¡Como nos entendemos, cómo nos importan un bledo los errores en inglés!
Lo mismo que con mi profesora de cartografía, Monika, que me confesó "no ser muy buena en inglés". A pesar de todo, saqué matrícula con ella. Es la única asignatura en la que estoy solo en clase. No tengo horario, vamos organizando cuándo damos clase. Ni siquiera sé cuántas horas a la semana doy con ella.
¡Qué más da! Cada vez que voy me invita a un café por la mañana y después de comer. Corrijo: ¡me obliga! Un lunes, incluso me tomé un tercer café, no por Monika si no por su ex profesor, que además nos trajo un pastel de manzana casero y clementinas. ¡Si seguimos así en nada damos clase en pijama y zapatillas!
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