El Tigre

Ayer salí con mi compañera de piso a comer por la ciudad y a tomarnos unas cervezas. Mi amigo italiano nos propuso ir a El Tigre y le hicimos caso porque ya había vivido en Madrid cuando hizo su Erasmus hace siete años. Yo conozco muchos bares de tapas en Madrid, pero a El Tigre solo había ido una vez y hacía mucho tiempo.

Fuimos al que está cerca de la estación de metro Gran Vía, pero dimos tantas vueltas que no creo poder encontrarlo otra vez. La última vez que fui, fui a otro bar El Tigre, en una calle en la que hay dos. Me acuerdo perfectamente porque había quedado con mis amigos, pero el móvil se me quedó sin batería y no podía contactar con ellos. Llegué a la calle que era y vi el bar El Tigre, pero cuando entré «¡Genial! », pensé, «¡se habrán ido y seguramente me han mandado un mensaje, pero no puedo responder porque no tengo batería! ». Por suerte, cuando salí del bar, había una chica repartiendo panfletos que me preguntó si estaba buscando a mis amigos. Sorprendida, le dije que sí, pero que ya no estaban allí. Ella me dijo que probara en el otro bar El Tigre, que estaba a tan solo unos metros de ese. Se suponía que el otro era más grande y efectivamente, así era. La verdad es que todavía no entiendo por qué pondrías dos bares que se llaman igual en la misma calle, a tan solo un par de portales de distancia. Para mi sorpresa, ambos sitios estaban llenos de gente. Y por fin encontré a mis amigos.

Así que ayer fuimos al que está en algún lugar de Gran Vía. Lo primero que me chocó al entrar fue que el suelo estaba asqueroso. Estaba lleno de papeles sucios y huesos de pollo. Se lo comenté a mis amigos y mientras no sentábamos en una mesa vacía en una esquina, mi amigo italiano me explicó que era costumbre en los bares de tapas de España que cuando la gente come, tira las servilletas al suelo. Hacen lo mismo con huesos de pollo y de otros animales. Menos mal que no había puré de patatas para irlo pisando... No me entusiasma esa costumbre. De hecho, es bastante incómodo comer así. Y no sé cómo no me he dado cuenta antes. He estado en un montón de bares de tapas en España. Y ahora que lo pienso, es cierto. Recuerdo que el suelo también estaba sucio en La Risueña la primera vez que fui. Quizás no me fijé mucho, pero ahora que lo pienso, también estaba lleno de servilletas y papeles. Qué costumbre más rara. No estoy acostumbrada a tirar papeles al suelo, ni siquiera en la calle. ¡Mucho menos en un bar al que se va a comer!

Bueno, la cosa es que ayer en El Tigre me bebí la mejor sangría del mundo. La mejor sangría de la historia, la mejor que he probado nunca, y eso que en estos meses que he estado en España he bebido muchas. Me recordó a un mojito porque tenía azúcar y menta, pero estaba buenísima. Lo único es que era un poco cara, me costó cinco euros, pero valió la pena. A partir de ahora, cada vez que quiera sangría, iré al bar El Tigre. ¡Llevaba como una semana queriendo beber y estaba buenísima!

Fuente

Además de eso, nos pusieron un montón de comida gratis. Mis amigos pidieron cerveza y como éramos tres, nos pusieron tres platos con distintas comidas: patatas bravas (patatas españolas con salsa picante; o al menos, se supone que es picante, pero yo no creo que pique), unos montaditos (pequeños bocadillos) con queso y jamón ibérico y albóndigas. El jamón ibérico es el jamón famoso de España, que a mí no me gusta porque está crudo y duro, pero eso nunca se lo digas a un español, que se enfada. Y nunca le preguntes a un español cuántos dialectos hay en España. Te gritará que no son dialectos, son idiomas. Aparte de eso, están muy orgullosos de las regiones de las que proceden y te dirán que su ciudad es la mejor de España, que tienes que ir y que Madrid no es nada comparada con su ciudad.

Y así, una simple visita a uno de los bares de tapas más populares de Madrid se convirtió en una lección sobre otro hecho fascinante sobre las costumbres españolas. Sin mencionar la riquísima sangría y los enormes platos de tapas con los que cenamos.

Os recomiendo a todos ir a El Tigre.


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