Camino de Santiago: tercera etapa

Camino de Santiago: tercera etapa

¡Hola a todas y todos! A continuación les hablaré de lo que fue la etapa intermedia de mi camino, lo que en italiano se llama el 'giro di boa', justo el punto medio de mis jornadas de caminante. El trayecto fue de treinta kilómetros entre Palas do Rei y Arzúa, y fue absoluta e indudablemente el día más difícil de todo el camino. Los días anteriores yo había recorrido alrededor de veintitrés kilómetros, pero aquí tenía que recorrer siete kilómetros más (que aunque parezca poco, ya andando se hacen eternos) y además las condiciones del terreno resultaron ser más complicadas que las de los días anteriores.

Alternativa a este camino tan pesado

Para quienes tengan ya la suficiente condición, les recomiendo que realicen el trayecto completo de treinta kilómetros por los siguientes motivos: implicará menos días de albergues y menos días de camino, se llegará antes a Santiago y se disfrutará de la satisfacción que produce el saberse capaz de enfrentar este reto exitosamente. Para quienes no tienen la suficiente condición, no se preocupen, que tienen otra alternativa. Existe la posibilidad de dividir esta etapa en dos, de manera que un primer día habría que ir desde Palas do Rei a la ciudad de Melide, un camino de quince kilómetros, es decir, la mitad de lo que consta la etapa completa; al día siguiente se tendrían que hacer los kilómetros restantes desde Melide hasta Arzúa.
Desde luego también está la posibilidad de salir de Palas do Rei sin ningún plan más allá de caminar lo que se pueda y quedarse a dormir en donde se haga presente el cansancio. Como ya he dicho en las otras entradas, este camino francés, y específicamente el que sale de Sarria, cuenta con muchísimas opciones de hospedaje no solo en los puntos principales ya marcados del camino, sino en distintas poblaciones y localidades que se encuentran a lo largo del camino. De esta manera es posible caminar sin tener reservado ningún albergue ni tener planeado dónde dormir, y simplemente caminar lo más que se pueda hasta que el cuerpo indique que ya quiere descansar y se encuentre un buen lugar para dormir esa noche. He conocido a muchos peregrinos y peregrinas que realizaron su camino de esta manera.
Se tome la alternativa que se tome, hay que pensarlo bien antes de decidir reservar algún albergue con anticipación, ya sea en Melide para dividir en dos la etapa o directamente en Arzúa para completar en un día los treinta kilómetros. Hay que tomar en cuenta que para este punto ya se estará algo cansado o cansada de las jornadas anteriores, y que esta etapa realmente exige una condición física buena, no excelente, pero buena.

El inicio de mi camino

Como recordarán quienes leyeron la entrada anterior, mi albergue para el final de la segunda etapa no se encontraba exactamente en Palas do Rei, sino unos kilómetros más adelante, por lo que en la etapa larga hasta Arzúa tuve la ventaja de que ya me había ahorrado estos kilómetros. De no ser por esto, esta etapa me hubiera parecido todavía más difícil e interminable de lo que de por sí fue.
Salí por la mañana a eso de las seis cuarenta (esta es la hora promedio a la que salí en todas mis etapas). Justo cuando salí venía saliendo una peregrina que se hospedó en mi mismo albergue, una muchacha italiana que me había caído muy bien. Nos fuimos juntas todo el inicio de esta etapa y por la conversación tan agradable y la distracción que esta implicaba los primeros diez kilómetros no me resultaron nada difíciles.
Paramos a tomar una bebida y un respiro en una cafetería que encontramos a las dos horas de haber iniciado (más o menos a doce kilómetros de Palas do Rei), justo antes de cruzar un puente muy bonito de la población de Furelos. Aquí me despedí de mi amiga italiana, que continuó porque deseaba llegar a Melide a probar el famoso pulpo del que les hablaré más adelante. Yo me quedé desayunando y descansando un rato, para después continuar mi recorrido con suficiente energía. Aún me quedaban más o menos veinte kilómetros.

Qué ver en Furelos y Melide

La cafetería estaba justo antes de cruzar este puente tan lindo, y una vez que lo crucé me encontré con un museo sobre la vida cotidiana en Furelos y Melide. El museo era una casa donde se mostraban ciertos aparatos y objetos de uso común para los habitantes de esta población. Recomiendo su visita porque es interesante, muy lindo y acogedor, y además se puede obtener un sello de la etapa del día ahí.
A unos dos kilómetros se encuentra ya Melide, el destino final de la jornada para quienes no quieran hacer la etapa completa, y la mitad del camino para quienes sí. Melide es una ciudad bastante grande, cuenta con supermercados (¡increíblemente estaban abiertos en domingo, el día que yo pasé!), tiendas de ropa, zapatos y artículos deportivos, tiendas de souvenirs y restaurantes importantes. A lo largo de todo el camino escuché tanto a veteranos como a novatos hablar de una sola cosa sobre Melide: el pulpo. Yo acababa de probar el pulpo dos días antes y además eran las nueve de la mañana y acababa de desayunar en la cafetería, por lo que realmente no me apetecía hacer una parada para probar el pulpo de Melide. No me arrepiento, pues no soy muy fan de los mariscos. Pero quiero dejar sobre la mesa la cuestión de que todo el mundo habla de que este pulpo de Melide es el mejor que han probado en toda su vida, para que ustedes lo consideren a la hora de pasar por esta ciudad. Las dos pulperías que más me recomendaron y más suenan son las de Ezequiel y La Garnacha.

Continuación y dificultad de esta etapa

Después de pasar Melide comienza lo que para mí fue la verdadera dificultad y lo más difícil del camino. Después de quince kilómetros y entre tres y cuatro horas sabía que apenas iba a la mitad de lo que debía hacer ese día. El sol comenzaba a quemar cada vez más fuerte y en el camino me encontraba con subidas cada vez más largas y empinadas. Esto fue lo difícil.
El paisaje es bellísimo, pues sigue siendo sobre todo en medio del bosque y entre los campos, pero hay que estar preparados y preparadas para encontrar más pendientes que en los caminos anteriores.
Yo me paré a descansar en unas bancas de madera que encontré en el bosque, todavía me faltaban como ocho kilómetros para llegar y mi espalda ya no podía más. Mis pies estaban cansados, pero el verdadero problema era mi espalda que ya estaba exhausta de cargar la mochila por tanto tiempo. Debido a que este es el tramo más largo y con más dificultades de terreno, es recomendable tomarse descansos al menos cada hora o cada hora y media. Incluso si son descansos pequeños, aunque sea para tomar agua, la espalda necesita descargarse de su peso de vez en cuando y los pies también necesitan descansar un poco.
Algo que deben de hacer constantemente en todos los tramos, pero especialmente en este, es mantenerse hidratados e hidratadas y tomar agua cada que puedan. Afortunadamente se pueden encontrar fuentes en el camino para rellenar botellas y cantimploras, pero no son tantas y nunca se sabe dónde se encontrará la siguiente, así que hay que tomar precauciones con respecto a esto.

Por fin en Arzúa

Los últimos kilómetros me parecieron eternos. Finalmente a la una de la atarde, cuando el sol se estaba haciendo más abrasador, sentí un gran alivio al llegar a mi destino. Cuando llegué a Arzúa solo quería acostarme y descansar. Después de instalarme en mi albergue, comer y refrescarme con un baño, me eché en mi cama y sin planearlo me dormí por dos horas. Fue ahí donde me di cuenta que ese había sido uno de los días más cansados de mi viaje, pues yo no suelo dormir en la tarde, y si lo hago no duro más de media hora.
Me quedé en el Albergue Ultreia, que ahora puedo decir que fue mi albergue favorito de todos aquellos en los que me hospedé. Se encuentra en la avenida principal de la ciudad y justo sobre el camino. Cuentan con una cafetería donde probé una hamburguesa riquísima, y además tienen menú del peregrino que también se veía bastante bien. El personal fue amabilísimo, a pesar de que se encontraban tan apurados y ocupados por tantos clientes que tenían.

La habitación era enorme, nunca supe realmente cuántas camas habían, pero están todas las literas separadas en pequeños espacios que permiten más privacidad y un ambiente más acogedor. La cama de este albergue fue la más cómoda de todas, y después de caminar el trayecto más difícil fue un verdadero regalo para mi cuerpo tan cansado. Todo el albergue es muy limpio, cuenta con cocina y con lavadora y secadora y tiene terraza. Otra cosa que disfruté mucho de este albergue es que en el comedor tiene una máquina de masaje de pies que funciona con una moneda de dos euros. Después de cenar, utilicé esta maquinita que me dio un masaje tan relajante como necesario. Esta noche estaba más exhausta que nunca, pero muy cómoda y muy feliz. 

Al menos tenía la tranquilidad de que la cuarta etapa no sería tan compllicada.


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