Camino de Santiago: cuarta etapa
Camino de Santiago: cuarta etapa
¡Hola a todas y todos! Hoy quiero platicarles un poco sobre mi penúltima etapa haciendo el camino de Santiago más corto (el que va desde Sarria hasta Santiago de Compostela y consta de ciento quince kilómetros). Si leyeron la entrada sobre la etapa anterior, recordarán que terminé más cansada que nunca y que me resultó el trayecto más pesado y difícil de los que había hecho. Al día siguiente, fresca y preparada de nuevo para continuar la marcha, fue cuando tuve el recorrido del que les hablaré a continuación, desde Arzúa hasta O Pedrouzo, con un total de diecinueve kilómetros.
Inicio del camino
Salí del albergue, como siempre, poco antes de las siete de la mañana. Este día estaba particularmente más oscuro que los demás, pues había partes del cielo más nubladas y hubo tramos de mi mañana que me tocó ver mucha niebla.
Ya que mi albergue se encontraba justo sobre el camino, solo tuve que salir y encontrar las señalizaciones para continuar por el camino hasta O Pedrouzo. Me tocó ver un poco del amanecer en Arzúa, pueblo que no tuve oportunidad de conocer a fondo el día anterior porque estaba tan cansada que una vez que llegué al albergue ya no quise salir. Por lo que pude ver en mi salida de Arzúa, no parecía que tuviera nada particular, pues tenía la pinta de ser un pueblo normal, con edificios y construcciones comunes y corrientes. No obstante, algo que me gustó cuando salía del pueblo fue una pared blanca sobre la que estaban colocadas varias macetas con flores muy coloridas, lo cual hacía un contraste bastante bonito. También encontré unas curiosas y simpáticas botas que habían cambiado de función y ahora servían como macetas. Es una buena idea para los peregrinos y peregrinas que no sepan qué hacer con su calzado después del camino.
A lo largo del recorrido hubo unas cuantas pendientes, pero nada realmente remarcable o más complicado que los días anteriores. Cuando llegué a lo alto de una colina pude ver un amanecer precioso sobre los campos llenos de niebla. A decir verdad, no sé cuál de los paisajes de mis días de camino me haya gustado más, pues todo fueron demasiado hermosos y especiales a su manera.
Este trayecto fue el más fácil de todo el camino, y fue verdaderamente un alivio después del extenuante trayecto de treinta kilómetros del día anterior. En menos de cuatro horas caminé veinte kilómetros hasta O Pedrouzo a un buen ritmo y sin necesidad de un descanso más que aquel en que me senté a ponerme bloqueador porque empezaba a pegar más fuerte el sol.
Durante el camino conocí a un muchacho de Korea que planeaba llegar ese mismo día a Santiago, es decir, quería caminar los cuarenta kilómetros que había desde Arzúa hasta Santiago de Compostela. Cada peregrino o peregrina decide su ruta y su tiempo. Es parte de lo bello del camino: cada quién decide hasta dónde quiere y puede llegar cada día.
Llegada a O Pedrouzo
Quiero recomendarles que si hacen una reservación previa en sus albergues, revisen desde antes su ubicación en el mapa, pues dos veces durante el camino me ocurrió que mis albergues no estaban específicamente en el pueblo donde está marcado llegar, sino un poco antes o un poco después. En Palas do Rei me tocó caminar unos cinco kilómetros más sobre el camino para encontrar mi albergue, por lo que gané esos kilómetros del día siguiente.
En O Pedrouzo, sin embargo, me ocurrió lo contrario, pero lo descubrí demasiado tarde. Fue cuando llegué a O Pedrouzo que busqué en Google Maps la ubicación de mi albergue, y resulta que quedaba un kilómetro y medio atrás. Eran apenas las once de la mañana y yo ya estaba en el pueblo, con mucha energía, pero con la espalda algo adolorida porque no me había parado a descansar en todo el trayecto.
Tendría que caminar más o menos media hora de regreso por dondeem había venido. No era mucho, pero sí me sentí un poco frustrada por tener que hacer más recorrido del debido cuando mi espalda estaba tan cansada. Decidí hacer una parada en la iglesia del pueblo para descansar un poco antes de emprender el camino de regreso, pero, ¡oh sorpresa!, la iglesia solo la abren para las misas en la tarde. Ya que estaba ahí y no tenía más que hacer, me quedé a descansar una media hora en el atrio de la iglesia (quería esperar no solo para descansar, sino porque el check-in de mi albergue iniciaba hasta las doce).
Después de este pequeño descanso, regresé por donde llegué y noté que muchos de los caminantes con quienes me topaba me miraban raro, pues estaba yendo en la dirección contraria. Ya ni siquiera me deseaban “buen camino”, porque evidentemente yo no podía estar haciendo el camino si estaba yendo al revés. Incluso me encontré a una amiga peregrina con la que había hecho parte del camino el día anterior y me dijo, como en broma, que era hacia el otro lado. Le expliqué mi equivocación y nos reímos un poco.
Después de un total de cuatro kilómetros más de lo planeado, pero con un trayecto sencillísimo y muy amable, llegué a mi albergue, llamado “Espíritu Xacobeo”. La dueña, Isabel, fue de las anfitrionas más amables que encontré en mis albergues, y eso es decir mucho, pues todos los gallegos y todas las gallegas que me han recibido en este viaje han sido las personas más amables del mundo. El albergue era bastante espacioso y limpio, con cocina, sala de estar, terraza y vistas hacia un lindo campo de maíz.
Por no estar en O Pedrouzo, sino a unos kilómetros antes, se encuentra más o menos en medio de la nada, lo que lo hace un lugar muy muy tranquilo y perfecto para descansar. Ahí cerca solo se pueden encontrar un par de albergues más y un solo restaurante, admito que eso sí es una desventaja, pero también ofrecen la opción de pedir comida (pizza) a domicilio, para no tener la necesidad de salir del albergue para comer.
Yo comí en el restaurante que estaba ahí cerca, caro para mi presupuesto, pero mi única alternativa en ese momento de hambre, calor y desgane. Pedí una pizza riquísima que estaba suficientemente grande para servir de comida y de cena.
Después de este trayecto tan fácil, pero con desvíos innecesarios en mi caso, me quedé toda la tarde en el albergue, descansando para mi última etapa que vendría al día siguiente.
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