Mi primer mes: Washington

Para mí, es posible que este sea uno de los viajes más inolvidables de mi vida.

El día 24 de julio, el personal del parque de atracciones Dorney Park organizó una excursión a la capital de los Estados Unidos. Estaba súper emocionada porque había visto la ciudad varias veces en varias películas y en algunas series de televisión, como los Simpsons, y no podía perderme la oportunidad de asistir al viaje.

Llegamos un día súper caluroso pero no me importaba en absoluto. Nos dejaron prácticamente al lado del Capitolio de los Estados Unidos, que resultó estar en obras y desde ahí podías ver que la distancia entre los principales monumentos era enorme, a pesar de que casi todos ellos se podían ver perfectamente. Ni siquiera me acuerdo si llegué a sentarme.

Las construcciones más importantes estaban todas en la misma avenida, pero se tarda más de dos horas y media en ir de un lado a otro. Recuerdo que todo era como me lo esperaba: enorme.

Me enamoré del Obelisco, el Monumento a Washington, y de la Casa Blanca, justo en frente (bueno, en frente significa a una hora y media de distancia en términos de medidas en Washington). No podíamos acercarnos demasiado porque el presidente Obama estaba de camino pero, aunque solo fuera prácticamente echar un vistazo, simplemente el hecho de verla valió la pena totalmente. Hasta nos quedamos un tiempo dándole de comer a las ardillas que jugaban en los árboles de alrededor.

Cuando por fin llegamos al Monumento a Lincoln, sentí una lágrima cayendo en mi camiseta (la de estilo vintage que me compré en Philly, por cierto). Fue increíble, estaba abrumada.

Todo en Washington está relacionado con la historia de Estados Unidos: un monumento al presidente, un monumento por la guerra, etcétera. Tienen un respeto absoluto por sus soldados. Darme cuenta de eso fue algo que me gustó mucho y pensé que deberíamos aprender más de ellos en lo que respecta a ese tema.

Hubo algunos monumentos en concreto que me gustaron especialmente. Por ejemplo, el Monumento Conmemorativo a los Veteranos de la Guerra de Corea o el Monumento Conmemorativo a Martin Luther King, ¡qué expresivo!

También pasamos por el Smithsonian y algunos museos de arte. Comimos en un McDonald's cerca del Capitolio mientras esperábamos al bus que nos llevaba de vuelta a Allentown. Como último apunte, he de decir que las hamburguesas estadounidenses son mucho más grandes que las que tenemos en España. Después de un paseo tan largo casi lloramos de alegría cuando le dimos el primer bocado.

Ojalá hubiera tenido más tiempo para explorar la ciudad ¡pero fue un día genial y lo disfruté muchísimo!

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