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Mis aventuras durante mi estancia en Valencia, España


Mi experiencia viviendo en Valencia, España

Ya os conté cómo encontrar alojamiento en Andalucía, en el sur de España, así que, ahora, me gustaría contaros algunas historias sobre mi estancia en Valencia, en el este de España.

¿Cómo encontré piso?

En marzo de 2017, decidí mudarme a Valencia durante tres meses para hacer mi segundo Erasmus+, esta vez para hacer prácticas en una empresa. Como me iba a quedar en el mismo país, ya conocía algunas páginas web españolas para buscar apartamento, lo que me ayudó muchísimo. Además, también miré algunos grupos de Facebook, ya que, cuando estuve buscando piso en Granada, fueron lo que más me ayudó encontrarlo.

Recuerdo mirar un apartamento donde mi habitación iba a tener solo una ventana y daba a la cocina. Al menos el alquiler eran solo 120 € al mes. Afortunadamente, una chica eslovaca, que estaba haciendo prácticas en la misma empresa española en la que yo había solicitado las mías, me contactó. Me ofreció vivir con ella ya que, su compañera de piso, la cual también estaba haciendo prácticas, iba a volver a casa. ¡Tuve muchísima suerte! Cuando me mando la dirección del piso, lo busqué por Google maps para ver a cuánto estaba de mi trabajo y cuando ví que estaba solo a 3 minutos andando, me llevé una alegría. Después me comentó que el alquiler eran 220 € al mes con todo incluido, lo que me pareció un precio razonable. Cuando me enseñó el apartamento por Skype, supe que iba a ser un buen sitio para vivir en Valencia.

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Foto: Valencia, mi nuevo hogar.

¿Cómo era el apartamento?

El apartamento estaba en la quinta planta, la última del edificio. No había ascensor, aunque no era un gran problema. Había un teatro justo enfrente y otro a unos 200 metros. Habían tres supermercados y fruterías a la vuelta de la esquina, y una tienda china al lado, donde podías comprar todo lo que necesitarás. Los productos eran muy baratos y tenían muy buena calidad. En cuatro minutos llegabas al jardín del Turia, un sitio precioso donde relajarte, hacer deporte, disfrutar de alguna fiesta y conocer gente. Este jardín fue lo mejor de mi estancia. Tiene alrededor de 5 o 6 kilómetros de largo, así que, nunca me cansé de explorarlo y de pasar allí el rato.

Mi apartamento era muy bonito y moderno. Tenía dos habitaciones, más mi propia habitación, un salón, una cocina con balcón y un cuarto de baño. ¿Sabíais que en la República Checa lo normal es que el cuarto de baño esté dividido en dos? Por un lado está el retrete, y por otro el lavabo, la bañera y la ducha.

En el salón había una televisión, y el la cocina un horno, aunque siempre que cocinaba algo se quemaba. Lo mejor del apartamento es que no habían cucarachas. En otro apartamento en el que estuve viviendo después, también en España, ¡encontraba al menos dos cucarachas nuevas todos los días!

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Foto: Era un apartamento muy bonito.

¿Me llevaba bien con mis compañeros de piso?

¡Totalmente! No podría llevarme mejor con ellos. Aunque, la verdad es que vivía sola. La chica que me habló del piso volvió a su país cuatro días después de mudarme, así que, se suponía que iba a vivir con mi casera. Era española, lo cual me alegró mucho, ya que me había quedado aquí en España para mejorar mi español y que mejor oportunidad que vivir con alguien que fuera una hablante nativa.

Sin embargo, y aunque cada vez que nos veíamos me decía que se iba a mudar al mes siguiente, los meses pasaban y pasaban y yo seguía viviendo sola y por el mismo precio.

No obstante, tengo que decir que tenía unos vecinos muy agradables y simpáticos. Me llevaba genial con ellos. Eran una pareja joven muy alegre, y podía practicar mi español con ellos.

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Foto: Vivía sola, pero estaba muy cerca del jardín del Turia.

Cuando empiezan a haber problemas

Lo primero que se rompió fue una persiana de una de las ventanas. El técnico tardó un poco en venir, pero cuando lo hizo, arregló todo, y esa es la historia, más o menos.

Sin embargo, al tiempo, el lavabo se atrancó, y aunque intenté limpiarlo, no sirvió de mucho. Obviamente, llamé a mi casera, que me dijo que no me preocupara, que eso pasaba de vez en cuando y me aseguró que vendría a echarle un vistazo. Al final, y después de un tiempo en el que tuve que lavarme los dientes en el fregadero, vino y le echó unos productos químicos, pero tampoco solucionaron nada. Así que, de nuevo, me dijo que no me preocupara, que buscaría a alguien para que lo arreglara, pero el tiempo pasó y el lavabo siguió igual.

Un día, dos de mis amigas de Granada me llamaron para decirme que estaban organizando un viaje a Valencia y que querían saber si se podían quedar en mi casa. Le pregunté a mi casera y me dijo que no tenía ningún problema, así que, mis amigas se quedaron en el apartamento. Fue un no parar, y el día que se iban, cerré la puerta con llave y las acompañé a la estación de autobuses. Solo estuve fuera media hora y cuando volví me dí cuenta de que la puerta no estaba cerrada con llave. Durante un momento pensé que a lo mejor recordaba mal y no había echado la llave, así que abrir la puerta y... ¡Sorpresa! Me llevé un susto horrible, ¡dentro había dos hombres que no había visto nunca!

¿Conocéis ese sentimiento de que todo ocurre a cámara lenta aunque solo hayan pasado unos segundos? Pues así me sentía yo, de pie en el pasillo con esos dos hombres que no conocía de nada. ¿Cómo porras habían entrado? Uno de ellos empezó a hablar y me explicó que era el padre de la casera, que había venido con un amigo a arreglar el lavabo. Me pareció horrible que mi casera no me hubiera avisado de que venían, pero bueno, al menos el lavabo volvía a funcionar.

Conclusión

Podría contaros muchas más historias, como, por ejemplo, cuando una maravillosa noche dejé a mis amigos y volví a casa porque se suponía que un amigo de mi casera iba a venir a quedarse en el apartamento. Quería estar allí para recibirlo y conocerlo ya que, en principio, iba a vivir con él durante unos días, pero al final me podía haber quedado con mis amigos, porque no iba a venir, y a mi casera se le había olvidado decirmelo.

En otro momento, tuve una visita inesperada. Al volver a casa del trabajo, oí ruidos, pero supuse que eran mis vecinos, ya que solía oirlos cuando tenían comidas familiares los fines de semana. Tardé un poco en darme que cuenta de que los ruidos provenían de una de las habitaciones del apartamento.

Los españoles no suelen quitarse los zapatos cuando entran en un piso, así que, imaginaros: Acababa de limpiar todo el apartamento, había fregado el suelo y todo, y, de repente, aparece mi casera y entra con los zapatos puestos. Se puede decir que todavía estaba intentando adaptarme a su cultura.

Pero bueno, la cuestión es que, no importa donde vivas, siempre habrá algún problema. Ya decidas quedarte en una residencia o en un apartamento durante tu Erasmus, siempre pasará algo. No os preocupeis, es parte de la experiencia, y quien sabe, ¡puede que en el futuro os riais de estas situaciones y todo!

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Foto: El jardín del Turia, donde aquella bonita noche dejé a mis amigos para conocer al amigo de mi casera. Lo bueno es que, a día de hoy, lo recuerdo todo con una sonrisa.


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