Locura de cumpleaños
Como ya he mencionado en una entrada de blog anterior, el 20 de diciembre era el cumpleaños de otra chica. Para ella las actividades eran algo importante, así que planeó unas cuantas para celebrar su día especial. Al principio solo quería salir a un restaurante a cenar, y a mí me parecía buena idea. Pero como siempre, los planes cambian un día antes. Ahora ella quería comida mejicana el sábado por la noche, después coger un autobús a La Laguna, ir a un club de salsa de allí, y después ir a Santa Cruz a una discoteca donde ponen techno, recomendada por una amiga suya. Como a mi no me gusta mucho la fiesta, prefería la primera opción, porque estaba segura de que no aguantaría toda la noche en tres sitios distintos. Pero eso no era todo, al día siguiente, un domingo, quería hacer un picnic en la playa para así ver el atardecer.
Para mí, todos estos planes eran demasiado, ¡yo nunca habría planeado tantas cosas para mi cumpleaños! Pero bueno, yo no era ella, así que se lo comenté a la otra interna. A ella tampoco le gustaba demasiado la fiesta, así que estuvimos trabajando en nuestro plan maestro durante la última semana de trabajo. Iríamos al restaurante, luego con ellas a La Laguna, y después volveríamos al Puerto de la Cruz. Durante mi estancia en Tenerife, tuve problemas con ese grupo de chicas. Siempre organizaban viajes para salir de fiesta y muchas otras actividades, como bailar, comer o ir de compras. Menos con la salsa, la fiesta y la ingesta de alcohol, no tenía problemas con lo demás, yo tampoco quería quedarme todo el semestre en casa viendo la televisión. Pero era demasiado. Todos los fines de semana, viernes, sábados y domingos teníamos planes. Y si dejabas de ir un solo día, más tarde te enterabas de que no te añadían a los grupos de Facebook y Whatsapp, y se "olvidaban" de avisarte de sus planes. Odiaba ese sentimiento, y hizo mi estancia en la isla aún más difícil. Soy del tipo de personas que solo necesitan una o dos amigas cercanas para hacer planes, ir a tomar un café, cenar... Pero estaba harta de las discusiones infinitas, sobre la hora, dónde quedar, qué hacer, y demás cosas, ¡había que discutirlo todo! Y al final se hizo como "la cumpleañera" quiso. Y después nos llamaba cariño, nena, y para mí ya era demasiado, yo no era el tipo de persona para ese grupo. Así que cada fin de semana deseaba ver a mis amigos en Alemania, y a cada uno que pasaba, ellas me importaban cada vez menos. Ya no me importaba el que podrían pensar o decir de mi cuando yo decía que quería quedarme en casa, o si les dejaría de caer bien. Solo me quedaban 2 meses allí, y al menos tenía a la otra interna conmigo, que la mayoría de las veces pensaba como yo.
Aquel fin de semana me daba igual lo que ella pensara de mi cuando viese que me iba antes de que acabase la fiesta. Encima, a mí ni siquiera me gustaba el techno, así que no quería pagar para entrar a una sala techno. La otra estudiante pensaba igual, así que quedamos en frente del restaurante mejicano para comer algo. Aunque hubieran cambiado la hora, todas queríamos quedar media hora antes, menos la otra estudiante, que llegó demasiado tarde. Estaba acostumbrada a ello, incluso los alemanes llegan siempre entre 10 y 30 minutos tarde, cosa que me resultaba muy molesta. Así que a las 8 p. m. finalmente estábamos todos sentados en la mesa que habíamos reservado, y pidiendo la comida. Le regalamos un vale que contenía un viaje para hacer senderismo como regalo de cumpleaños, y algunas otras cosas, como una tarta, globos y chucherías. La otra interna y yo compartimos algunos deliciosos platos mejicanos (y por supuesto nuestra comida llegó la última), y bebimos margaritas con sabor a fresa. Me encantó aquel restaurante, y disfruté mucho de esa parte de la noche, comimos, charlamos y reímos. Pero nos llevó mucho tiempo. La organizadora había planeado llegar a La Laguna en autobús a las 21:49 justas. Pero a las 21:30 ni siquiera habíamos pagado, y eso lleva tiempo, ya que en España siempre dan una cuenta conjunta, y eramos 16. Así que de postre tomamos la tarta, e inmediatamente después pedimos la cuenta. Todo el mundo empezó a ver que tenía que pagar cada uno, pero no teníamos tiempo, así que dividimos la cuenta entre todos los que estábamos, y cada uno tuvo que pagar 15 euros.
Casi tuvimos que correr hasta la parada de autobús, algunos se fueron antes y no quisieron venir a La Laguna con nosotras, y tanto la otra interna como yo habríamos preferido hacerlo, pero su cumpleaños empezaba a medianoche, y era un poco raro irse antes. Por supuesto, el bus llegó tarde, y corrimos para nada. Pero al menos no lo habíamos perdido, y ya estábamos de camino a La Laguna. Era el bus mas lento, ya que paraba en casi todos los pueblos, y como habíamos comido tanto teníamos el estómago lleno y nos mareamos durante el trayecto. Finalmente llegamos a La Laguna, y dejamos que la cumpleañera nos guiase hacia su club favorito de salsa. Yo no quería ir de ninguna manera, no me gusta bailar y ni siquiera tengo talento para ello. Pero a ella le encantaba bailar, y como era su cumpleaños, no era nuestro momento para decidir. A la otra estudiante tampoco le gustaba bailar, así que nos sentamos a mirar a los demás. Al principio nadie bailaba y era un aburrimiento, porque a las 22:30 no había casi nadie allí. Pero nos pusimos a hablar y el tiempo pasó, así que al rato gente nueva entró en la discoteca. También había una pareja "famosa" bailando, lo hacían muy bien, competían, y habían sido invitados para servir de ejemplo a los demás. Algunos de nuestro grupo bailaban mientras nosotras bebíamos agua y esperábamos que pasase algo. Desgraciadamente, algo si que iba a pasar... Una clase de salsa que empezaba a las 11 p. m. Y la persona que sostenía el micrófono, el bailarín de la pareja famosa, invitó a todo el mundo a participar. No quería, pero era la única que no se había levantado, por lo que él pensó que no le entendía, y estuvo hablándome durante 5 minutos con su molesto micrófono. Pasé mucha vergüenza, y quise hacerle entender que simplemente, yo no quería bailar.
Me quedé sentada y le ignoré, así que por fin comenzó la clase. Empezó con pasos fáciles, siguió con ejercicios raros, y la dificultad aumentó. La otra chica empezó a participar, pero al rato lo dejó porque estaban yendo demasiado rápido para alguien que no había bailado nunca. Después de 45 minutos comenzaron a realizar actividades en parejas, y me alegré mucho de no haber formado parte del taller, odiaba tanto bailar con extraños... Al principio pensé que una clase así duraría entre 45 y 60 minutos, pero después de 90 minutos, todavía no había terminado. Ya era el cumpleaños de la chica, pero no pudimos felicitarla porque todavía estaban bailando. En parejas, solos, en círculo... Hacían de todo. Después de más de 2 horas, ¡la clase terminó! Todos estaban cansados, y la discoteca se llenó bastante. De hecho, a la otra estudiante y a mi nos habría gustado irnos antes de la 1 a. m., pero como la clase duró tanto, no habríamos podido abrazar a la cumpleañera. Después de la clase, alguien (un compañero de salsa), nos trajo una copa de champán (barato y desagradable) a cada uno, y justo después, nos pudimos ir de la discoteca y volver a la estación de autobús.
Casi todos los demás iban a ir a Santa Cruz después, pero antes querían ir a otra discoteca de La Laguna, ya que no era tan tarde para ir a la sala techno de Santa Cruz, ya que abría a las 4 a. m. La interna y yo fuimos hacia la estación, con otro chico que estaba en nuestro grupo, pero que no conocíamos. Era un poco rarito, hablaba de cosas raras y su humor era... Interesante. En la estación también había gente rara, algunos nos hablaban, otros no, pero finalmente todos nos pusimos contentos cuando llegó el autobús. La moraleja de la noche: definitivamente no me gustan las discotecas que ponen salsa, y menos las que dan clases de ello. Además, el grupo de las chicas era agotador para mí, y echaba demasiado de menos a mis amigos de Alemania. Pero también estaba contenta, ya que el "fin de semana de cumpleaños" ya había acabado para mí, y al día siguiente solo tenía que relajarme y ver la tele, no iba a ir con ellos a ver el atardecer, porque había oído que casi nadie iba a ir y que quizá ni siquiera lo harían, ya que estuvieron de fiesta hasta el domingo por la mañana. Acabé echándome en la cama, feliz, relajada y contenta de estar ahí.
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