Alienígenas en Turku
No, con aliens no me regiero a alienígenas de verdad, ¡me refiero a los humanos!
Este verano he tenido la suerte de ir a un campamento de verano de astrobiología en una ciudad de Finlandia, Turku, organizado por el Campus Europeo de Astrobiología sobre la historia del universo, de la Tierra y de la bioesfera. Este es el quinto y último al que he ido este verano (me dejo lo mejor para el final).
Estábamos a doce grados cuando empezamos el 20 de agosto, lo que todo el mundo pensaría que es demasiado frío para ser verano. Bueno, pues mirad la foto de abajo de un finlandés normal dando de comer a su oveja y disfrutando de su día normal de verano finlandés. Cada día que pasa me pregunto «¿CÓMO? ¿QUÉ GENES SON ESOS? ».
Para los que venimos de regiones tropicales doce grados es invierno, y muchos de nosotros odian el frío y prefieren el calor. ¡No es mi caso! A mí me encanta el frío, la brisa, la lluvia, todo. Un final perfecto para mi verano. Al principio pensaba que este campamento de verano sería como los demás, en el que estudiamos todo el día y hacemos lo que queremos a partir de las cinco o seis de la tarde. Pero este era diferente, aquí cada día después de clase nos esperaban actividades emocionantes y divertidas.
El primer día, un domingo antes de empezar las clases, tuvimos que hacernos tarjetas con nuestros nombres. Cualquier adulto maduro escribiría solo su nombre y se lo pegaría, pero yo quería ser diferente (¡no me apetecía ser aburrida! ) y mirad lo que hice:
Obviamente mi tarjeta era la mejor, así que la gente se me acercaba e incluso me pedían que les hiciera otra a ellos. Hice otras cinco aparte del mío, ¡incluso para los coordinares! Poco después, todos esos adultos tan maduros empezaban a comportarse como yo (me reía por dentro).
Al final del día nos llevaron al observatorio de Tuorla a ver una película sobre el espacio. ¡Qué divertida! Imaginad estar tirados así, en un sofá súper cómodo, mirando al techo circular en movimiento y viendo una película sobre el espacio a plena luz del día. ¡Maravilloso!
Por si fuera poco para hacernos felices el primer día, por fin llegamos a la parte que estábamos deseando durante todo el día: ¡la comida! Tuvimos una fiesta de bienvenida después de la clase de introducción en el observatorio, con comida, bebida y juegos para conocernos de manera informal. Fue larguísima, y cuando terminamos nos tiramos a la cama después de un largo día.
El segundo día, después de las historias tan interesantes sobre cómo se originó la vida en la Tierra, ¡nos fuimos a remar! ¿A que parece increíble? ¿Cómo podía ser todo tan guay? Nos dividieron en tres equipos de seis jugadores cada uno, ¡y nos echamos una carrera hasta una isla! Cuando parecía que la cosa no podía ir a mejor, nos encontramos allí con una cena de crepes con mermelada. La verdad es que todo lo que comimos durante los días de campamento lo quemábamos de una manera u otra.
Después del festín de crepes con mermelada fuimos a ver las ruinas de un castillo que había allí, ¡qué vistas tan bonitas!
El tercer día después de clases nos habían organizado una tarde de sauna en una de las islas cercanas a Turku. Este sitio estaba en medio del bosque, donde había preparada una hoguera con perritos calientes para cenar hechos por la hija del coordinador, que nos estaba preparando nuestro menú veraniego.
Sí, ¡ese es el lago helado en el que nos metimos!
Al parecer es una tradición nórdica el meterse en una sauna a unos 100º C (suficiente como para hervir el 75 % de agua de tu cuerpo) y salir corriendo a saltar en el lago helado más cercano (o al menos helado para una chica de una región tropical). La temperatura del lago estaba a unos 10º C o incluso menos, me quedé con los dedos y los pies congelados. Salté al lago helado para ver qué tal la experiencia, y literalmente no podía sentir mi cuerpo por encima de la cintura. Decidí que yo no soy Jon Nieve y que sí podía acabar congelada si seguía ahí, así que me metí en el jacuzzi exterior que teníamos. ¿Os podéis imaginar un verano mejor que este?
Pues esperad...
El cuarto día volvimos a la sauna, pero esta vez a una sauna húmeda (el día anterior habíamos estado en una seca), y a una zona de juegos al aire libre en la que neustros amigos finlandeses nos enseñaron un juego típico del país. No recuerdo cómo se llama, pero se parece mucho al juego indio Lagori.
Fue tan divertido que casi nos olvidamos de comernos la cena que nuestra querida Kertu (la hija del coordinador) nos había preparado.
Después de comer, jugar y meternos en la sauna, nos sentamos junto a una hoguera y charlamos sobre muchas cosas. Se suponía que tenía que discutir sobre el origen de la vida y las teorías al respecto, pero eso solo era bajo supervisión de un adulto (guiño, guiño).
Ah, antes de que se me olvide mencionarlo, algunos de nuestros profesores se unían a nosotros la mayoría de veces, pero como apenas hablábamos del origen de la vida o de astrobiología se solían ir antes que los demás.
Nos dormíamos a la una de la mañana todos los días y nos despertábamos a las ocho para desayunar e ir a clase. El quinto día, cuando nos dimos cuenta de que quedaba poco, nos llevaron en barco a una isla cerca de Turku a cenar. El vino elegante y la orquesta del barco nos hacía sentir gente algo importante.
Después de cenar nos pusimos a bailar en la cubierta y los pasajeros borrachos bailaban como si no hubiera un mañana en una isla (que era más bien una roca, ¡pero muy chula! ), y los que no eran orientales aprendieron unos cuantos movimientos. Incluso un chico finlandés me pidió que bailara con él (viví uno de esos momentos de bailar con un desconocido como en la peli de Pardes).
Después de cenar y de bailar tuvimos que emprender el viaje de vuelta, que mejoraba todavía más con el cielo estrellado sobre nosotros. Todo el mundo disfrutaba de las vistas y del amplio océano.
Esa soy yo con el desconocido de Pardes.
El último día, cuando todo el mundo estaba llorando por dentro, en vez de dar clases por la mañana y actividades por la tarde hicimos una caminata de 14 km. La llamamos la excursión del tiempo, la hicimos en grupos y habría un ganador (que por cierto no ganaba nada excepto la satisfacción personal).
¡Ganó mi grupo! Estos somos nosotros:
¿Yo? Yo estaba echando la foto.
Después de la locura de caminata hasta el centro de la ciudad, nos compramos una bebida o dos (unas 12 botellas de vino y de cerveza) para esa noche, en la que pensábamos ahogar las penas y despedirnos a lo grande. Todos nos preparamos para la última sauna y la cena allí (suena raro, ¡pero era el mejor sitio! ).
Llegó la cena y la hora de empezar a emborracharse porque solo se vive una vez, nos dieron los certificados e hicimos llorar a nuestros coordinadores con los discursos emotivos (sobre todo a Kertu, ¡era una más del grupo! ). Ella es la de enfrente a la derecha, la de la chaqueta marrón, y yo soy la que está sentada delante mirando al otro lado y preguntándome qué temperatura haría esa noche (¡es broma! ).
Pero miradnos, ¡qué felices y contentos!
Si creíais que había terminado es que no habéis leído la parte en la que he dicho que habíamos comprado 12 botellas de alcohol en el centro, ¡era para la fiesta de después!
Volvimos con Kertu al hostal y quedamos en la habitación de alguien para acabar este campamento con una noche llena de diversión, juegos y alcohol.
Empezamos emborrachándonos y de ahí nos pusimos a jugar al Twister, ¡ese era difícil! Deberíais probarlo.
Al final llegó la hora de marcharse y despedirse, el momento por el que todos habíamos llorado por dentro en el penúltimo día había llegado. ¡Yo no estaba triste por que hubiera acabado, estaba feliz de que hubiera pasado!
¡Una última foto en la isla de una roca!
Espero que todos podáis ver lo maravilloso que es este sitio.
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