Rindiendo homenaje a Hachiko

Aunque cuando viaje con mi familia a Osaka en el 2017 ya había rendido homenaje a Hachiko, quería volver a visitar la estatua del icónico akita en Shibuya. Como amante de los perros que soy, me conmovió mucho la historia de Hachiko, el perro fiel que siempre esperaba a su dueño, Dr. Ueno, en la estación de tren.

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Una turista posa frente a la estatua de Hachiko.

Cuando vi la adaptación de Hollywood de la historia de Hachiko (protagonizada por Richard Gere), empecé a aprecias el vínculo entre los perro y los humanos. Al final de la película, estaba llorando a mares. Ahora entiendo porque mis amigos se quedan destrozados cuando mueren sus perros. Es doloroso perder una mascota que es importante para ti.

Esto es solo para explicaros un poco como empezó mi amor por los perros. Uno de los miembros de mi familia es alérgico a los animales peludos, así que no podíamos tener un perro en casa. La una forma que tenía de tener uno era adoptándolo en el juego de Nintendogs.

Ya que no tenía mucha relación con nuestros amigos peludos, termine desarrollando fobia a ellos. Cada vez que visitaba la casa de mis amigos, sus perros grandes me gruñían. Si eran pequeños, me solían perseguir por toda la casa. En general, odiaba a los perros porque pueden oler el miedo, y (aunque sea sin querer) intimidarte.

Por suerte, pude superar mi miedo a los perros cuando visité a un primo que me presentó a su simpática y amable pomeranian.

Cuando viaje el mes pasado a Tokyo, sabía que mi viaje no estaría completo sin visitar a Hachiko. Cogí el tren en el Jardín Nacional Shinjuku Gyoen con destino a Shibuya.

Encontré maquinas expendedoras, tiendas, comida y todo tipos de recuerdos por toda Shibuya en conmemoración del perro más famoso de Japón.

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Vi esta máquina expendedora a la salida de la estación de tren de Shibuya. Muchas máquinas expendedoras de Shibuya tienen este diseño.

La estatua de Hachiko está justo al lado de la estación JR de Shibuya. Me costó un poco llegar al paso elevado que está a la izquierda de la estación. Menos mal que le pregunté por direcciones.

Seguí los carteles hasta que vi un gran grupo de gente, formado mayoritariamente por tours, que se estaban echando fotos con Hachiko. Lo que me pareció una monada es que habían dos gatos grises acostados a los pies de la estatua.

Aunque, al principio, no me di cuenta de que estaban ahí, porque su pelo era del mismo color de la estatua.

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Si te fijas verás dos preciosos gatitos acurrucados entre las patas de Hachiko.

Me alegro mucho de que una turista italiano me echara una foto. También me ofrecí a echarle una foto a su grupo. Uno de los grandes inconvenientes de viajar solo es que no tiene a ningún amigo ni persona de confianza que lleve tus cosas o te eche una foto.

Me daba un poco de vergüenza pedirle a un extraño que me hiciera una foto, pero los turistas y los japoneses suelen echarte una mano siempre que lo necesites. A cambio, me ofrecía para echarles fotos.

Estuve diez minutos allí antes de ir al famoso cruce de Shibuya, que está al lado de la estatua de Hachiko.

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Rindiendo homenaje al fiel perro que nunca se olvidó de su dueño.


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