The place to be
Si solo se pudiese escoger una isla de Sicilia, sería, claramente, Taormina. Este lugar te encantará sin ninguna duda por sus callejones característicos, por Isola Bella y por las impresionantes vistas al mar Jónico y al Etna un día de buen tiempo. No obstante, antes de visitarla de verdad, ¡aquí tienes una pequeña descripción de las maravillas que esta ciudad ofrece!
Robert Louis Stevenson tenía razón: «lo importante no es el destino sino el viaje». Simplemente subir al tren ya es asombroso (el viaje de ida desde Messina cuesta 4, 30 euros aunque el autobús ofrece la ida y la vuelta por 6, 80 euros).
Se bordea la costa durante dos horas. El agua azul turquesa hasta el horizonte y la vegetación típica del Mediterráneo es una imagen que no se puede dejar pasar. El tren nos deja en Giardini que, a paso ligero, queda a 45 minutos aproximadamente de Isola Bella y casi al mismo tiempo para subir a Taormina.
Yo, como llegué bastante tarde (alrededor de las 14 h), solo tenía cuatro horas para visitar la ciudad. Por lo tanto, no podía perder el tiempo (ni la energía) en correr, aunque he de decir que el camino que va desde la estación hasta la isla merece la pena por las impresionantes vistas al mar Jónico. No obstante, ir sentado en un Interbus que me lleva por solo 1, 90 € también merece la pena.
«¡Isola Bella! ¡Isola Bella! ». El conductor no necesitó repetirnos durante un largo tiempo que habíamos llegado porque todos estábamos pegados a las ventanas y se nos caía la baba con las vistas. En el autobús, no tuve tiempo de asimilar la excursión porque en 5 minutos, como mucho, se terminó el viaje.
Mazzarò, un paraíso superpoblado
La isla es un paraíso, pero también es un hormiguero por la cantidad de personas que hay. Fui un miércoles por la tarde a principios de octubre, o sea, no en las vacaciones de verano y, aún así, te aconsejo que, si quieres poner tu toalla, vengas muy temprano porque hay poco sitio. Hay que decir que aquí el agua ronda los 23 °C, así que un mes de octubre es más caluroso que el mar Mediterráneo en las vacaciones de verano. No obstante, antes de sumergirte, dirígete caminando a la isla; no te preocupes, solo son 30 segundos desde la playa a la isla a 50 cm de profundidad. Cuando la marea está baja, puedes mantener incluso los pies secos porque es un pequeño trozo de playa que conecta con la isla.
Como buena paparazzi que soy, fotografío cada uno de los rincones de esta postal de tamaño natural. El agua es turquesa y transparente a la vez (¡tan transparente que vemos a los peces nadar! ).
La recompensa fue 30 °C de un solazo y un inevitable recuerdo rojizo en la punta de la nariz.
Después de quedarme diez minutos asombrada ante esta pequeña maravilla de Taormina, saqué 2 euros del bolsillo para visitar la isla (es una ventaja ser un joven menor de 26 años que vive en la Unión Europea; en todas partes tenemos descuentos en las entradas). Te adelanto que merece la pena echarle un vistazo al interior. Hay una casa cuya fachada está cubierta de guijarros con un banco delante; romántico a más no poder.
Este ambiente bucólico y muy «de naturaleza» me recuerda un poco a los Buttes Chaumont en París. Bueno, no nos engañemos, es muy bonito, pero el tour se hizo rápido. Hace falta unos veinticinco minutos para dar el paseo y para tomarte tu tiempo de verdad para admirar las vistas desde la playa y desde las alturas de la ciudad.
Taormina, la Collioure siciliana
Finalmente, después de bañarme durante una hora en este agua transparente, (como ya he dicho ¿no? ) decido irme de la isla, muy a mi pesar. Retrocedo los treinta pasos que separan la playa de la carretera y continúo las indicaciones del teleférico, que se encuentra a unos cien metros de allí, sin saber a dónde me lleva. Puesto que la ciudad está en las alturas y la isla abajo del todo, está claro que puedo intuir el destino, no nos vamos a engañar.
El tiempo se me acaba; solo me quedan dos horas para visitar la ciudad y bajar a la estación, así que decido comprar un billete de ida y vuelta por 6 euros. Sin embargo, para aquellos que tengáis tiempo para disfrutar y la energía que esto conlleva, ¡usad las escaleras de la isla y subid arriba!
En cuanto a mí, metida en ese cubo de vidrio, aprovecho para hacerme una lista de las cosas que quiero ver. En tan solo cinco minutos ya había llegado al «Puerto de Messina». A partir de ahí, me encuentro con un montón de callejones que estaban abarrotados de gente; la gran mayoría eran turistas franceses. Hay que decir que las calles están repletas de pequeñas tiendas de souvenirs y demás.
El programa cuenta con talleres de pintores y ceramistas, tiendas de productos locales (que incluyen limoncello, arancini y cannoli) y el teatro antiguo.
El teatro antiguo en el centro de la ciudad
No puedo perder el tiempo mientras deambulo (a mi pesar) en dirección al antiguo teatro. Después de esperar unos pocos minutos y de tener 5 euros menos en mi cuenta bancaria (me volví a aprovechar de que soy residente de la UE para pagar la mitad menos), llego, por fin, a los pies de estos restos del siglo III a. C. En la entrada, una animación en 3D nos remonta al pasado transmitiendo una reconstrucción del teatro «en ese momento».
A tres pasos más allá, aquí estoy en el corazón del monumento, rodeada de cientos de gradas de piedra. Subo los escalones de dos en dos y llego a la cima del teatro donde, además de ofrecerme unas vistas de todo el teatro, me proporciona un paisaje excepcional: en un primer plano, las ruinas del antiguo teatro y de fondo, el mar. (Está claro que no se pueden comparar las fotos de un teléfono con la realidad, sobre todo, si soy yo la fotógrafa).
Observo estos restos durante una buena hora; tiempo para sumergirme en ese ambiente e imaginar la vida ahí. Me quedo sin palabras ante el enorme trabajo que se ha hecho para construir ese monumento. Pero se me echa el tiempo encima y me voy a la salida para contar con unos minutos más para perderme por las pequeñas calles de la ciudad.
Como muchas personas, preparé un pequeño recorrido por la ciudad a través de diferentes sitios web de guía turística. En mi cuaderno anoté «no te pierdas: Piazza IX Aprile». Me voy para allá, sin querer perderme «las increíbles vistas al mar y al Etna» que me han ido vendiendo a medida que leía. Paso por el lugar sin darme cuenta de que ahí es donde tengo que parar. Y, después de echarle un vistazo rápido al GPS, me di cuenta de que, efectivamente, había llegado a mi destino. Bueno, de todas formas, independientemente de si queremos o no pararnos en este lugar, se necesita pasar por ahí si paseas por Corso Umberto, la calle principal de Taormina.
Primer veredicto: hay muchos (demasiados) turistas que se toman fotos con el mar de fondo. Sin embargo, el Etna no lo veo por mucho que lo busque. Apenas queda tiempo para decepcionarse por las promesas extrapoladas de Internet; es hora de dirigirse hacia el teleférico.
A toda prisa, cogí un billete de ida y vuelta sin pensar que habían autobuses que iban desde las alturas hasta la estación. Por lo tanto, para sentirme satisfecha, cojo el teleférico que me regresa a la isla y luego, espero el (mismo) autobús convencida de haber amortizado el billete de ida y vuelta. Autobús por el cual tuve que pagar de nuevo 1, 90 euros.
¡Atención! Ya te veo montando en el autobús, con la cabeza en los recuerdos de este día tan apreciado, y pedirle un billete al conductor. Hay que saber que en Taormina, los billetes de transporte (cuando hay) se venden en los bares que se encuentran próximos a las paradas, pero nunca (por lo que sé) a bordo.
«¡Stazione! ¡Stazione! » advierte el conductor. Así que, aquí estoy, en la plataforma, esperando mi próximo tren porque el anterior se ha ido delante de mi cara.
Balance de este día: 18, 40 € en transporte de todo tipo, 7 € en la visita; en medio día se puede ver, perfectamente, el patrimonio de la ciudad y tomarse un tiempo para relajar los pies en el agua.
Y para aquellos que cuentan con más tiempo, no dudéis en perderos por los pequeños callejones; probar una granita en Bam Bar; visitar la tienda Don Corleone para admirar las obras de arte y caminar por las escaleras que te dirigen a las alturas, donde puedes contemplar el mar, el teatro, el hotel de la película «El Gran Azul» y toda la ciudad. Lo mejor es hacerlo al atardecer; las vistas son más bonitas sobre todo porque el camino está muy bien iluminado por la noche.
Galería de fotos
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