¿Tienes claro tu destino? Los mejores chollos en alojamientos son los primeros en volar, ¿dejarás que se te adelanten?

¡Quiero buscar casa YA!

Un viaje mágico a la naturaleza intacta


Perdido en las brumas andinas a cerca de 3000 metros de altura, en la región de Putumayo, hay un pueblo autóctono con una lengua antigua, cuyos orígenes son desconocidos.

Estamos en las tierras del legendario El Dorado, casi a las puertas de Ecuador, lugares en los que el canto todavía tiene la antigua función terapéutica para los males del alma. La tierra húmeda cuenta el terrible genocidio de los ancestros de estos indígenas llamados Kamsá. Sin embargo, la codicia no hizo desaparecer las lejanas tradiciones de este pueblo, fundadas sobre la sabiduría del chamán y los remedios mágicos que ofrece la naturaleza. Las atmósferas de esta región intemporal recurren al espíritu de las emociones ancestrales de apego a la tierra y a sus frutos.

Fuente

El de la foto es el testimonio colorido de un culto ritual de los orígenes perdidos en la antigüedad. Una práctica milenaria de purificación del alma mediante la conocida Ayahuasca, llamada aquí Yagé o Vino del alma. Un simple alucinógeno para Occidente distraído por la rutina cotidiana; para el indígena Kamsá es un medio mágico que le lleva al umbral de la muerte para proporcionar un remedio para descansar en paz. Estas imágenes de contaminación del alma, talladas en madera y adornadas con cuentas de colores, representan almas preocupadas por el rito. En concreto, esta bonita máscara representa el Matachín, una especie de arlequín de los antiguos pueblos andinos, que silva durante los bailes de purificación atávicos.

Fuente

Con los aromas y los colores de la cultura Kamsá en mi recuerdo, organizo un viaje por la jungla andina para el día siguiente.

El alba deja en el cielo trazas de rojo mezcladas con el azul oscuro de la noche. Los jeeps Willies, obligatorios para viajar al interior de Colombia, abandonan lentamente la zona de reunión. Los edificios dejan espacio a una inmensa extensión de vegetación. Ignorando los cientos de especies vegetales que se amontonan a los lados de la carretera, me dejo llevar por esta belleza con el asombro de un niño en los ojos. Debido a estos paisajes, me pierdo las palabras de nuestro guía, Manolo. El camino asciende por los Andes, mientras que se abre un cielo siempre azulado, calentado por un sol intenso.

Fuente

Cuando a nuestro alrededor se dibuja un paisaje en el que es imposible ver un rastro de civilización, los jeeps empiezan a moverse por un camino de tierra inestable. Unos minutos más y llegamos a las pendientes de una alta montaña rodeada de nubes grises. Hemos llegado a nuestro destino.

Los primeros pasos por la selva son inciertos, complicados por el suelo resbaladizo. Ahora el ruido de los yips es un recuerdo lejano en esta burbuja intemporal compuesta por árboles viejos y plantas enredadas entre sí. El guía nos indica que andemos siguiendo una línea y pisemos el suelo fuerte para evitar encontronazos desagradables con las serpientes y los insectos del lugar. Casi me parece exagerado: "Al fin y al cabo, estamos pisando el camino de una ruta turística", me digo. No obstante, tengo que cambiar de opinión muy pronto.

El camino, todo en cuesta arriba, sube abruptamente hasta la parte trasera de una enorme montaña que hemos visto desde el aparcamiento del yip. El paisaje que nos rodea parece acercarse cada vez más, el calor del sol se disipa bajo la gruesa capa de hojas que parecen unir los inmensos árboles sobre nosotros.

De repente, Manolo se detiene. Los más curiosos por detrás de mí intentar comprender qué ha pasado, pero no pueden ver lo que yo veo junto a los pies de nuestro guía. Un enorme ciempiés que se arrastra nerviosamente y con gran rapidez hacia un matorral que está en el borde del camino. Manolo está bastante nervioso y explica que por ese motivo nos ha pedido que andáramos con fuerza por el suelo. En esta zona, se pueden encontrar especies muy agresivas y peligrosas para los humanos. Delante de nosotros un ciempiés gigante amazónico, un animal de alrededor de 30 cm que me fascina. Nuestro guía cuenta la historia de un niño que murió por la mordedura de una escolopendra y de uno de sus amigos que pasó en cama tres días con dolores terribles tras toparse con uno de estos ciempiés en su jardín. Personalmente, si me encontrara estos animales en mi jardín, pensaría en cambiarme de casa. Sin embargo, Manolo nos enseña que cada ser de esta selva tiene su belleza intrínseca. Precisamente en eso reside el inmenso encanto de la cultura indígena de Colombia, ese respeto por la naturaleza, un respeto casi trascendental que desgraciadamente falta en el sistema de valores occidentales.

Fuente

El encuentro, después de todo afortunado, con la escolopendra ha alterado un poco a todo el grupo, que encuentra nueva energía para la escalada de la montaña. No obstante, la complicada naturaleza de los Andes nos devuelve pronto a la realidad. Durante unos minutos estruendo continuo rompe el susurro del río contiguo al camino y los cantos de los pájaros. A través de las frondas cruzadas de los árboles, se puede apreciar que el sol se dirige a un denso grupo de nubes.

Saco mi K-Way de la mochila, un compañero de confianza para las excursiones andinas, y me dispongo a escalar la última cima. De pronto, un panorama de gran belleza se abre ante nosotros. La jungla desaparece, dejando ante nuestros ojos el espectáculo de la naturaleza incontaminada que se extiende hasta donde llega la vista.

Con Manolo, nos paramos todos, en silencio, para contemplar esta inmensidad. No estoy seguro, pero creo que la mente de cada uno de nosotros se ha quedado inmersa en la fantasía del mundo atávico, lejos de cualquier época. Tras unos minutos de contemplación, saco mi sándwich de la mochila y me siento para comer. Ante mis ojos tengo la inmensidad de los Andes. Un almuerzo incomparable que ha reactivado en mí una magia que rara vez había descubierto en mis viajes.

Mi aventura, compuesta por mil aromas, colores, emociones, acaba al montarme en una "buseta" dirección a Pasto. ¡Vuelvo a mi casa con los pulmones llenos de ese aire único que llevaré siempre conmigo y que me acompañarán en los días grises de metro!


Galería de fotos



Contenido disponible en otros idiomas

¡Comparte tu Experiencia Erasmus en San Juan de Pasto!

Si conoces San Juan de Pasto como nativo, viajero o como estudiante de un programa de movilidad... ¡opina sobre San Juan de Pasto! Vota las distintas características y comparte tu experiencia.

Añadir experiencia →

Comentarios (0 comentarios)



¿No tienes cuenta? Regístrate.

Espera un momento, por favor

¡Girando la manivela!