Samoa parte 2: Upolu

¡Hora de daros información general sobre Samoa! Es un país formado por nueve islas, las dos más grandes y más conocidas son Upolu, que es la mayor, la capital y donde está el aeropuerto, y Savai'i, a la que se puede llegar en ferri. Nosotros estamos aún en Upolu, donde aterrizamos, y acabamos de llegar a la playa de Lalomanu. Denis nos prometió algunos descuentos en las fales de la playa, que son las típicas cabañas que hay en estos lugares (“fale” significa “casa” en samoano) y no fue así, pero ni siquiera nos sorprendimos. Una fale es una cabaña simple, pero muy bonita, abierta por todos lados. Normalmente tienen una especie de persianas hechas con hojas de platanero o con plástico. En Samoa no construyen muros para poder disfrutar de la brisa. En el suelo hay alfombras y, encima, un colchón con una mosquitera. Solo se cierran esas persianas si hace mucho viento, llueve o quieres tener algo de intimidad. Supongo que os podéis imaginar lo increíble que es dormir casi al aire libre, al lado del mar, mientras oyes y ves las olas llegar a la playa, mientras sientes cómo el aire roza tu cuerpo por la noche y te refresca durante el día. El desayuno y la cena estaban incluidos en el precio y el alojamiento nos costó muy poco dinero. Hacía un tiempo increíble, había playas de arena blanca, el mar tenía un intenso color azul, había palmeras, ropa de cama limpia, una cocina impecable y un baño. Era un pequeño paraíso terrenal y queríamos quedarnos allí, ¡en las cabañas de la playa de Taufua! Eso fue lo que hicimos durante los cinco días siguientes. Para desayunar y cenar había un enorme y variado bufet con productos típicos. ¡Todo estaba muy, muy rico! Ponían música todo el día, la gente era muy amable y tranquila. Nosotros íbamos a nadar, nos quedábamos tumbados en la playa sin hacer nada y tomábamos el sol. Allí lo teníamos todo. ¿Es que acaso podíamos pedir algo más?

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Fuente

Samoa parte 2: Upolu

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Nos quedamos allí con la pareja de argentinos y conocimos a mucha gente increíble, pero, sin duda, nuestro mayor descubrimiento fueron dos suecos; una chica y un chico; que decidieron unirse a nuestro pequeño grupo y con los que continuamos el viaje. Un día fuimos a To Sua y visitamos una piscina natural maravillosa que está dentro de un agujero en la tierra. Era un lugar que siempre había visto (y que sigo viendo) en internet y al que todo el mundo quiere ir. ¡Fue simplemente maravilloso!

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Samoa parte 2: Upolu

Samoa parte 2: Upolu

Los miércoles hacen “la noche de la langosta”, lo que significa que llevan langostas frescas para cenar, ¡estaban deliciosas! Después tuvimos un espectáculo Fiafia en el que los lugareños nos enseñaron sus bailes y canciones tradicionales. Lo más destacable fue la impresionante actuación con fuego y el baile final en el que todo el mundo tenía que participar. Sus tradiciones son muy similares a las de los maoríes, pero con pequeñas diferencias. Por la noche fuimos a nadar al océano porque el agua siempre tiene una temperatura agradable. Fuero cinco días increíbles en los que disfrutamos del buen tiempo (hizo excelente, en mi opinión), a pesar de que nuestro querido Denis nos había dicho que hacía muy malo. Es cierto que llovía una hora al día aproximadamente, pero eso no es nada, ¡de alguna manera hay que huir del calor! No tuve ningún problema en darme duchas de agua fría (e incluso acabaron gustándome) porque la temperatura era muy agradable. Tras estos días de relax, decidimos descubrir más sitios aparte de aquella playa y fuimos a otra isla. Los seis cogimos un bus hacia el puerto y fue toda una odisea. Yo tenía miedo de perder mi equipaje porque no lo llevaba conmigo, sino que estaba en algún lugar del autobús, pero la gente es muy amable y honesta y nos dieron todas nuestras cosas cuando nos bajamos. A lo único que hay que prestar atención es a los precios de los billetes, ya que los aumentan para los extranjeros porque saben que no conocen lo que valen realmente. Perdimos el ferri, claro. Ya había dejado de sorprendernos la concepción que tienen los samoanos sobre el tiempo y la puntualidad. Nunca tienen prisa y no sienten ningún tipo de presión porque nadie llega a los sitios a tiempo. Tuvimos que esperar cuatro horas para coger el siguiente, pero ¡qué más daba, estábamos de vacaciones!

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En general, tengo la sensación de que los samoanos son muy tranquilos y se lo toman todo con mucha calma. Muchos de ellos no trabajan porque no hay trabajo, pero no son pobres porque tienen lo suficiente para comer. La isla está llena de comida y a nadie le importa que cojas plátanos o cocos de cualquier sitio. Además, el calor y la humedad impiden trabajar en condiciones adecuadas y la gente siempre tiene que parar a descansar. La cantidad de comida es lo suficientemente grande como para permitir que la población sobreviva, aunque aquí mucha gente tiene obesidad. Se pasan el día comiendo y no se mueven. También hay que tener en cuenta que fríen todo lo que cocinan, lo que empeora aún más la situación. A pesar de ello, la gente es muy amable y siempre comparten la comida. Son personas muy sociables y con una mentalidad muy abierta.


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