La majestuosa ciudad de San Petersburgo

Ale, ya puedo quitar una ciudad más de mi lista de ciudades pendientes. Sí, acabo de pasar tres días de viaje en San Petersburgo. El viaje lo había organizado Timetravels, la misma organización con la que me fui a Laponia. A continuación os contaré las aventuras y los infortunios con los que nos topamos en esta maravillosa ciudad.

El miércoles, 28 de marzo por la tarde, por fin subimos a bordo del ferry Princess Anastasia. Aunque el personal no fuera muy agradable que digamos y aunque mi amigo y yo no pegáramos ojo en toda la noche, no se nos oyó quejarnos ni una sola vez en todo el trayecto, todos sabemos ya que no le gusta dormir en los barcos. Al día siguiente por la mañana, llegamos a San Petersburgo con un poco de retraso. La gente empezó a amontonarse a las 9:00 (hora prevista) para poder salir del barco, pero no nos dejaron desembarcar hasta las 11:00. Luego tuvimos también que pasar por la aduana. Como éramos los primeros de la fila, fue relativamente "rápido", pero por desgracia, uno de los inconvenientes de hacer viajes en grupo es que hay que esperar a los demás y los últimos acabaron no acabaron hasta las 15:30. Al parecer todo este lío se debía a que días antes había habido un incendio que dejó las ventanillas, donde normalmente se hace el proceso, totalmente inservibles. Aunque yo creo que también tenía algo que ver el hecho de que tardaran 10 minutos en verificar la identidad de cada persona. Bueno, íbamos con retraso, pero al acabar nos dispusimos a hacer la visita guiada que teníamos organizada por la ciudad. Sin embargo, solo nos quedó tiempo para ir a ver la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, pero el guía que nos tocó fue muy majo y nos explicó toda la historia de la fortaleza en la que se encuentran enterrados los emperadores rusos. Ahora puedo contaros por ejemplo que Pedro I el Grande fue el fundador de San Petersburgo y que levantó la ciudad hace poco más de 300 años donde antes no había nadie, este hecho convierte a la ciudad en la única ciudad artificial de Rusia (artificial en el sentido de que no se ha ido creando progresivamente como Lovaina la Nueva por ejemplo).

La majestuosa ciudad de San Petersburgo

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Tras esta visita, fuimos al hotel para hacer el check-in y nos tiramos ahí otra hora más para que todos se registraran uno a uno. Por suerte, al final acabamos el día a lo grande ya que fuimos a cenar comida tradicional rusa tal y como venía en el programa. La cena fue en una sala impresionante. Nos sentimos como si fuéramos príncipes y princesas. La comida consistía en dos entrantes, una ensalada buenísima de patatas y verduras seguida de unos champiñones con la bechamel. Como plato principal nos sirvieron un puré con carne y champiñones (a mi que no me gustan los champiñones y van y me echan en todos los platos! Pero bueno, he de reconocer que a pesar de todo, estaban buenos). Y para terminar, nos pusieron de postre unos crêpes con mermelada de frutos del bosque. Y obviamente, entre plato y plato brindamos como hacen los rusos de verdad con un buen chupito de vodka. Durante la velada también pudimos disfrutar de un espectáculo de cánticos y danzas tradicionales rusos. Luego, de vuelta al hotel, pudimos ver la ciudad iluminada por completo, ¡fue impresionante!

Al día siguiente fuimos al Palacio de Catalina. Estaba algo lejos del centro la verdad y, a lo largo del camino, pudimos ver la pobreza y la miseria en la que viven algunos de los habitantes de la ciudad. Aunque los edificios tengan una arquitectura espléndida, la mayoría no siguen ningún mantenimiento, así que al final acaban convirtiéndose en ruinas y la gente los ocupa. Al acabar ese camino lleno de emociones muy contradictorias, llegamos a ese magnífico palacio de estilo barroco, el cual podéis ver en las fotos que os dejo a continuación. Hicimos una visita por su interior con nuestro guía y luego estuvimos disfrutando de los jardines por nuestra cuenta.

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Después de esta visita, volvimos al hotel. Al llegar nos dejaron un poco de tiempo libre para pasearnos por la zona si queríamos. Nosotros fuimos a ver el monasterio, que estaba justo delante del hotel y era de entrada gratuita. Vimos la iglesia del monasterio y pudimos disfrutar del breve concierto que nos ofrecieron las campanas.

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Cuando ya era por la tarde, los que habían reservado una entrada para ver el ballet del Lago de los Cisnes se separaron del grupo. Yo no me apunté a verlo porque no me apetecía pasarme 4 horas sentada para ver algo que no me interesaba, solo por eso, por mucho que me hubieran dicho que no podía perdérmelo si iba de viaje a San Petersburgo. Como estábamos en una plaza, mi amigo turco, que estaba igual, y yo, fuimos a mezclarnos un poco con el ambiente de la ciudad. Estuvimos horas andando por la ciudad y os puedo asegurar que es enorme (sobre todo si la comparo con nuestra pequeña Helsinki). Nos dio tiempo a hacer las fotos que no pudimos hacer antes desde la ventana del autobús y a pasarnos por alguna que otra tienda de recuerdos. Pudimos palpar el pánico que tienen a que les roben porque en todas las tiendas pasa, por eso hay varios guardias de seguridad y los vendedores no se separan de los clientes. He de decir que las tiendas tienen muchos recuerdos típicos de Rusia (como por ejemplo las muñecas rusas llamadas Matrioshkas), que por lo general suelen salir caros. También venden en muchos sombreros de piel de cuero de verdad que valen carísimos.

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Cuando se hizo de noche, de vuelta, llegamos a un restaurante que hay junto al hotel. Allí tuvimos un problemilla con una camarera que no nos quería servir si no le enseñábamos los pasaportes, pero el problema estaba en que nuestros pasaportes los habíamos dejado en el hotel para no perderlos y, aunque estábamos dispuestos a ir a por ellos, como la camarera no entendía muy bien inglés se empezó a mosquear con nosotros. Por suerte, al final le valieron nuestros carnets de identidad. Al acabar de ponernos las botas, vi que ya era tarde y que tocaba irse a la cama, pero no sin antes darme un buen baño caliente (el primero desde que llegué a Helsinki).

Al día siguiente ya era nuestro último día por desgracia, ¡pero como hacía sol fue un día perfecto! Empezamos con una visita al museo del Hermitage, que sorprende mucho más al verlo por dentro que por fuera. Lo que está claro es que en esta ciudad en la época de los Zar, a todos les encantaba la decoración ostentosa. Nuestra guía nos hizo un tour por todo y nos explicó todo lo que íbamos viendo. Como podéis ver, había tantísima gente que casi todas las fotos que hice fueron del techo.

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Después de esta visita tan instructiva, pudimos disfrutar de un poco de tiempo libre en el patio antes de irnos a ver una de las tres magníficas catedrales de la ciudad. La primera la reconoceréis a la primera en las fotos, es una de las más famosas de San Petersburgo. Se trata de la Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada. La segunda es la Catedral de San Isaac, que oficialmente es la tercera catedral más grande de Europa (por eso no te dejan hacer fotos dentro) y luego está la Catedral de San Nicolás de los Marinos.

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Después de haber descubierto todos estos lugares tan maravillosos, llegó el momento de volver al puerto para volver a coger el ferry Princess Anastasia. Como podréis imaginar, la verdad es que fue mucho más fácil volver a Finlandia que ir a Rusia. Y aunque Helsinki estuviera menos iluminada que San Petersburgo, nos alegramos de volver a ver a nuestra pequeña ciudad y a sus simpáticos habitantes. Aunque por otra parte nos dio bastante pena que acabara, porque aunque hacer viajes en grupo de muchos problemas, al final acabas haciendo amigos inolvidables.

Espero que os haya gustado descubrir esta ciudad conmigo y os doy las gracias de corazón por seguir mis aventuras.

Hasta pronto.


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