Mi primer día en Ruan

El viaje en tren desde París

Conforme el tren iba acelerando, dejábamos atrás el paisaje urbano y nos adentrábamos en montañas y llanuras. Era comienzos de marzo y el entorno era aun hostil, los árboles estaban marchitos y el sol brillaba en el cielo azul. Mi destino era una pequeña (e histórica) ciudad del norte, llamada Ruan. Cuando decidí volver al día siguiente pude ver las numerosas y coloridas casas góticas, los monumentos y otras cosas que ya contaré más adelante. Sabía que estaba en un lugar que parecía haber salido directamente de un libro animado para niños, por lo que no podía contener la emoción.

Cuanto más nos acercábamos a la ciudad, más casas pequeñas podía ver a través de la ventana. Como cualquier estudiante Erasmus entrando a lo desconocido, sentía ansiedad y alegría a partes iguales. Para aquellos que no hayáis experimentado aun esa sensación, os diré que no os preocupéis, es completamente normal y os lo pasaréis genial, así que no os desaniméis. Y, después de casi 2 horas, allí estaba.

Dando mis primeros pasos por la ciudad

Llegué a la estación de tren sin saber dónde estaba ni dónde tenía que ir, pero sentí un impulso de valentía y empecé a preguntar direcciones (preguntar a la gente es una buena manera de practicar el idioma y de combatir la ansiedad). Después de hacer muchos gestos y malentendidos, me dirigí al casco antiguo, que está justo en el centro de la ciudad. Arrastré mi equipaje por la calle, mirando a todos sitios y haciéndome con la ciudad. ¡Todo era precioso! Incluso cuando no era capaz de encontrar el centro de la ciudad.

Por suerte no estaba muy lejos y enseguida me dí cuenta que lo que había visto antes de llegar era verdad: las pintorescas casas con estructuras de madera en las fachadas, las estrechas calles, las pequeñas plazas, la gente por la calle soportando el frío y echando un vistazo a las tiendas vintage, incluso a las pequeñas cafeterías... todo parecía como una antigua tienda de recuerdos, era una vida como de cuento de hadas. Y los colores eran vivos y los había por todas partes.

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Una de las calles principales que lleva a la plaza Du Vieux Marché (la plaza del mercado).

La catedral de Ruan

Después de ir vagando por ahí, llegué al monumento más importante de la ciudad, la catedral. Como estudiante de Arquitectura, había oído hablar de la compleja decoración y plasticidad de la fachada principal, pero no esperaba algo tan grande y delicado. No conocía la historia del edificio, pero entendí que era el tesoro de Ruan y que a la gente le encantaba salir por la gran plaza de en frente. La grandeza de esta iglesia es hipnotizante y se podía ver la torre (con el capitel de hierro) desde casi cualquier parte de la ciudad. Yo me pasaría un montón de tiempo en frente de ella, tranquila con amigos mientras la dibujo, etc.

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Volveré a analizar detalladamente la catedral más adelante. Después de un rato, pude encontrar el apartamento en el que me iba a quedar los primeros cuatro o cinco días hasta que encontrara un lugar para vivir. Un consejo: intentad estar lo más preparados posibles para buscar casa. Para mí fue bastante difícil, ya que mi semestre empezaba en marzo, lo que significa que los pisos que me podía permitir o los que estaban en mejores condiciones ya estaban cogidos y el frío del norte de Francia no me permitía dormir en el parque. Además, encontrar tú solo un lugar en el centro es mucho mejor que encontrarlo en otra parte de la ciudad, así que merece la pena totalmente pagar un poco más.

El reloj Gros-Horloge

Por la tarde, decidí buscar más sitios y llegué otra vez a la catedral. Al otro lado, hay una gran calle peatonal, llamada "La rue du Gros-Horloge". Sí, lo habéis adivinado, hay un gran reloj en la ciudad y no es como otro cualquiera. Es uno de los más antiguos de este tipo y en su interior tiene un anillo representando a varios dioses que va girando según los días y las fases de la luna. Así que cada día se ve una imagen distinta en el reloj. Esto, evidentemente, no es una cosa que se pueda ver fácilmente, me llevó dos meses darme cuenta de esto. Pero la parte más increíble es que el reloj está situado en uno de los edificios más antiguos de Ruan, el cual forma un arco por el que pasa la gente, como un pasadizo. De verdad, esta ciudad no puede ser más pintoresca.

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Os daré más detalles otro día, ya que detrás de ella se esconde una gran historia. Al fin y al cabo, los estudiantes Erasmus (como auténticos exploradores), donde me incluyo, tenemos un truco para ver el trasfondo y seguro que vosotros también.

Probar algunos dulces franceses

El primer día estaba muy perdida geográficamente. No sabía donde estaba, así que me quedé en el centro. Después de un largo paseo, me tomé un crepe en una tienda típica y emprendí el camino a casa. Justo al lado de este lugar, había una tienda de macarons muy guay situada en un edificio muy colorido. Si vais la calle del gran reloj, tenéis que probarlo, incluso tienen un carrito con macarons como exposición. Os recomiendo ir, sobre todo si sois tan golosos como yo.

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Y este fue mi primer día en Ruan. Terminé agotada y nerviosa por lo que pasaría al día siguiente, pero la ciudad me dio muy buena impresión. Sabía que iba a vivir muchas cosas, así que decidí acostarme y estar preparada para perseguir el siguiente objetivo: mi universidad. Pero esto os lo contaré otro día, tanta información os va a volver locos.

¡Pasad muy buen día y ya nos veremos!


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