Roma, mamones y mammoni

Publicado por flag- Alejandro Peral Sánchez — hace 12 años

Blog: Roma Profunda
Etiquetas: flag-it Blog Erasmus Roma, Roma, Italia

Por qué Roma. Supongo que no os creeríais nunca ningún argumento que no contuviese ‘mujer’ en el tema central, así que intentaré apañarlo de tal forma que resulte medianamente creíble.


Os sonará la historia de la fundación de Roma: Rómulo y Remo nacieron del dios Marte y fueron amamantados por una loba hasta que descendieron el Tíber y llegaron a las siete colinas romanas, donde ambos, decidieron formar la civilización que daría lugar a nuestras leyes, nuestro entretenimiento de masas, nuestro latín y todas las cosas que los romanos ¿hicieron por nosotros?... Ah, la Vida de Bryan...

Espero que no os hayáis detenido en el verbo amamantar, porque de ser así sois realmente enfermos y realmente geniales. Efectivamente, Roma fue fundada por dos mamones. Dos tíos que le comieron las tetas a una loba. Una loba que, según redactan varios historiadores de prestigio, no era sino una campesina etrusca que vivía cerca de lo que hoy es Roma y tenía unas tetas como globos, a la que llamaban la loba por todos los jóvenes campesinos a los que se beneficiaba en el campo, que encontró a dos pequeños abandonados y decidió cuidarles. Supongo que así contado, Roma no hubiera conquistado el mundo.


Un lugar que nace gracias a dos mamones tenía que ser un sitio cojonudo. Un sitio digno en el cual vivir. Y tanto. Aquí en Italia, el término mammone no es despectivo o degradante como en España. Sí, amigos, aquí, el que no es un mammone es un mamón. No quiere a su madre. Literalmente tiene el mismo sentido, un tío que mama, pero la teoría freudiana del síndrome de Edipo en el país de la bota es el vínculo más importante que existe.  


Una mamma italiana es una figura que evoca a las viejas de los pueblos de Soria o Cáceres, el de una señora grande, con una vitalidad hercúlea, que se levanta la primera y se acuesta la última, haciendo entretanto comidas, ropas, castigos, gritos, risas y golpes, y diciendo "todavía no me he sentado hoy". Una madre como las de antes. En España se perdieron tras la Constitución. En Italia siguen de moda, un poco más delgadas, a veces operadas y con ropa no tan oscura. Pero el comportamiento es el mismo, y la mamma es, además de imprescindible para cualquier casa, sagrada. Y para un hijo, más.


Este mammone italiano no es más que un hijo bien criado, con vitalidad en los ojos, bien alimentado porque su progenitora le ceba. Unmammone que no viviría sin su madre, que hace los mejores canoli y la mejor polenta de toda Italia. Los mammoni no llevan la foto de su chica en la cartera, llevan la de su madre. Tienen a la mamma la primera en el teléfono y, aunque estuvieran en la cama muy ocupados, cogerían la llamada si su mamma molesta para saber a qué hora llegarán a casa.


Este vínculo es algo indescriptible, para mí espectacular. Hace de Italia un sitio donde da gusto ver a niños corriendo y jugando, porque uno de los mayores deseos de la mujer italiana es tener un buen mammone. No sé a qué se debe. Igual a la propia personalidad zalamera del italiano medio, igual al amor desmedido de los latinos o igual al miedo de que los niños anden con quien no deben por las calles del sur de Italia, de donde viene el término. Lo que sé es que un mammone no sería capaz de cambiar a su madre por nada.


Este mammone se convierte en vitalonne cuando pasa una cierta edad. Lo de vitalonne, como imagináis también tiene relación con el nombre, algo así como vividor. Un tío que, antaño fue mammone, pero que ahora es un mamón con todas las letras, que no encuentra (ni se preocupa por hacerlo) ni casa, ni trabajo y al cual, el amor de mammone de unos años antes le permite, en algunas ocasiones, que su madre siga alimentándole con cuarenta palos.



Roma fue fundada por mamones. No está mal llamar mammone a un tío. Qué país para vivir, mamma mía.


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