Presov, visita a domicilio (3/4) - encuentros

Episodio 4: en Presov, dos realidades de la vida

Aunque Presov sea una ciudad y, por tanto, más anónima que un pueblo por definición, no por eso deja de tener numerosos barrios en los que abunda el calor humano. A cinco minutos a pie de mi calle, he hecho amistad con un eslovaco que ha vivido toda su infancia en Presov. Unas semanas más tarde, un día en el que había salido a correr, me alejé de los caminos por los que se suele ir y entonces me encontré con otra persona...

Presov, visita a domicilio (3/4) - encuentros

Encuentro con un ciudadano de las afueras de Presov

Esa noche del 10 de marzo, cruzo el umbral de mi puerta sin miedo. El barrio de Presov en el que vivo (Sidlisko III) se parece mucho a una zona de viviendas de protección oficial, pero con la ventaja de que en el ambiente se respira tranquilidad. Los que vivimos aquí nos sentimos seguros.

Salgo un poco. Las ventanas de alrededor parecen pequeños cuadraditos iluminados en mitad de la noche, que ya ha invadido la ciudad.

No voy muy lejos. Tengo que jugar al laser game (un juego de láser) dentro de poco. La ESN, asociación de Erasmus de la universidad, ha preparado una fiesta en la única zona de actividades de la ciudad, la calle Mirka Nespora.

Sin embargo, cuando me he bajado del autobús (esta noche me ha tocado uno moderno), me he perdido. Sin más ayuda que mi memoria, no puedo encontrar el camino correcto. No veo nada parecido a un local de laser game. No llevo el móvil para llamar a un amigo que pueda guiarme. Decido volver porque, aunque volviera a casa para llamar a alguien, llegaría demasiado tarde. Ya son las 19. 30 h y había quedado a las 19 h. Bueno, no pasa nada, solo me quedo sin probar el juego de láser.

Decido volver andando, dando un paseo nocturno, a pesar del frío. Me cruzo con un señor joven, que lleva a su perro con correa. Es muy alto y lleva puesta una larga levita que se confunde en la oscuridad.

Su perro, un chihuahua de pelo rizado, es bastante agresivo y maleducado conmigo. Ladra constantemente hasta que ya no puede más. El dueño se ve obligado a tirar de la correa para que yo pueda escapar de esos ojos saltones. El joven lo siente mucho y empieza a disculparse a base de «Prepacte» ("lo siento"). Me habría gustado decirle «Nech sa nestalo», «no pasa nada» en eslovaco, pero no me salían las palabras. Como es más probable que el hombre sepa inglés antes que francés, lo tranquilizo con un «No problem. That is OK! ». Cada uno sigue su camino.

Nuestro encuentro podría haber terminado ahí. Pero, al igual que su perro conmigo, vuelvo al ataque. Estoy buscando el laser game y, como seguro que él es vecino de la zona, sabrá dónde está. Cuando le pregunto, no tiene ni idea de que haya ningún centro de juegos por aquí. Me informa de que todo está cerrado. No se conforma con haber encontrado a alguien con quien practicar un idioma extranjero, así que saca su móvil y me dice: «Eres la primera persona con la que hablo inglés fuera del colegio. Apunto tu número y tu nombre, así podremos vernos este fin de semana. ¿Te parece bien? ».

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A orillas del río Torysa, escenario de una conversación con un eslovaco.

Fuente

Como habíamos acordado, quedo con Marek el domingo siguiente, a las 14 h, a orillas del río Torysa. A la luz del día, veo mejor su pelo moreno, donde van apareciendo algunos cabellos blancos; su sonrisa muestra unos dientes que no han conocido lo que es una ortodoncia.

Paseamos rodeados de naturaleza, como a Marek le gusta. Para ir y venir de su facultad, no duda en recorrer al día esos 4 kilómetros junto al río. Ha vivido siempre en Presov y le gusta su barrio «Sidlisko III» porque es tranquilo y se vive sin preocupaciones.

En Eslovaquia, el terrorismo no es una preocupación para la gente, como ocurre en Francia. A Marek, este problema le parece algo lejano. Tan lejano como la distancia que separa Eslovaquia de Francia. A finales de mayo, cuando nos vemos por última vez antes de que me vaya, se preocupa: «¿has visto que tu calle ha salido en las noticias? Un coche se ha quemado en el parking de CBA (un supermercado). Es muy raro que ocurra algo así aquí».

Marek nació el mismo año que yo. Tiene 20 años, la edad en la que todo es posible. Como es normal, nos preocupa nuestro futuro profesional. Él estudia mecánica. Le encanta acariciar la carrocería de los preciosos coches americanos. ¿Su preferido? El Cadillac. Suscrito a miles de revistas especializadas, sabe que no existe ni un solo ejemplar de este coche en Presov. Además, tiene su propia opinión de todas las marcas de coches. ¿Los Toyota? Fiables, pero no demasiado cómodos.

Aunque no pone en duda su pasión, le preocupa no encontrar trabajo el año que viene. Es su último año de formación. Me recuerda: «hace diez años, había muchas industrias en Presov. Ahora, han cerrado muchas de ellas». La tasa de paro en Eslovaquia no es muy esperanzadora: 12, 1 % en el año 2016. Marek me cuenta también: «En Eslovaquia, el salario mínimo es de solo 300 € (son 1500 € en Francia). Y hay gente que trabaja por 2 € la hora».

De vuelta a su calle, como me encanta el pescado, le pregunto a Marek sobre la existencia de pescaderías en Presov. ¿Por qué le pregunto algo así? Porque en ninguno de los supermercados a los que he ido había sección de pescadería. En mi libro de eslovaco, solo aparecían cuatro pescados (salmón, atún, trucha y arenque), mientras que la carne de cerdo se presentaba en forma de salami, salchichas parki, lomo, jamón, patés...

Esta pobreza pesquera se explica por la situación de Eslovaquia, que es un país de Europa Central. Es decir, está en medio del territorio europeo, por tanto, no tiene acceso al mar, como ocurre con Hungría y la República Checa (Polonia es la única excepción). Tan solo los lagos o los arroyos de las montañas proporcionan algo de pescado de agua dulce al país. Eso es todo.

Así que le digo la palabra «pescadería» a Marek en inglés, o sea «fish shop», que, literalmente, significa «tienda de pescado». Al principio se sorprende un poco y luego me dice: «hay una justo debajo de mi edificio. Hace unos cuantos años que está allí. Si quieres, te la enseño».

No me puedo creer que lleve varias semanas aquí y que no conozca este comercio. Nos acercamos. Sobre un escaparate sombrío, vemos un cartel pintado, como si fuera el dibujo de un niño. Es domingo, está «zatvorene» (cerrado). Mientras que él trata de explicarme, yo intento ver algo en la oscuridad: veo tuberías, cubos enormes y, en su interior, movimientos extraños de lazos cortos de color azul y dorado.

Entonces lo entiendo. Es una tienda de peces... ¡de pecera! Sonriente por la satisfacción de haberme ayudado, me explica: «aquí encontrarás todo lo que necesites». En ese momento, empecé a aceptar que no existían pescaderías (de comida) en Eslovaquia.

Un barrio pobre de África en Velky Saris

Puede que los trabajadores de Solivar sufrieran por sus condiciones laborales, pero seguro que no tanto como esta gente.

Estamos a sábado, 9 de abril. Puedo decir que mi curiosidad ese mediodía me hizo descubrir uno de los estados más miserables de la humanidad.

Cada dos semanas salgo a correr y, en esta ocasión, fui de nuevo por la zona de Velky Saris, un pueblo que está a 4 kilómetros al noroeste de Presov. En el camino verde, a la entrada del pueblo, hay una carretera que va hacia la izquierda, junto a un edificio aislado, que parece nuevo. No lo había visto hasta ahora. Hoy decido desviarme un poco.

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En mitad del campo, un asentamiento de gitanos, como muchos otros que (desgraciadamente) encuentras en el este de Eslovaquia.

A tan solo un kilómetro a pie, ¿y qué me encuentro? Un asentamiento de gitanos hecho de unas cuantas casas enanas, junto a la «carretera» (un camino de tierra lleno de escombros). Se podría decir que es una ciudad, salvo porque no hay calles, ni plazas, ni asfalto. Solo hay tierra embarrada. Dentro, un grupo de niños pequeños que juegan al fútbol y patrullan con sus bicis. No tienen otra cosa que hacer. Un niño desaliñado, lisiado y moreno corre hacia mí gritando: «30 céntimos, 30 céntimos por favor». Su situación era tan desastrosa como su aspecto. ¿Qué iba a hacer?

Los más mayores y los adultos se van a cortar madera al bosque, cargan cantidades enormes de leña. Con eso y otros materiales (plástico, lona, harapos, etc. ) construyen la prolongación de sus barrios. Como porches ya destruidos, incluso antes de ser utilizados. Podría decirse, sin duda, que se trata de un barrio marginal de África. Salvo porque, desgraciadamente, estamos en la Unión Europea.

Presov, visita a domicilio (3/4) - encuentros

¿Por qué se da una situación así? Cuando pasé por otro asentamiento de gitanos, en la zona de Lipany, un poco más al norte de Presov, un profesor de la universidad llamado Viktor, me explicó que: «en la época soviética, esta gente trabajaba porque todo el mundo, hasta los menos cualificados, tenían que ir a las fábricas. Con la caída del sistema en los años 90, los gitanos se vieron en el paro y se encerraron en sí mismos. Desde entonces, entre ellos y los eslovacos hay una desconfianza enorme».

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Este asentamiento que vi mientras daba un paseo no está precisamente asilado de Eslovaquia. Su situación es más grave en el este, donde está Presov. El 90 % de los gitanos que hay allí están en el paro. Atrasados, a menudo analfabetos, sufren el rechazo de los eslovacos. Sin embargo, y es todo un récord en Europa, representan el 10 % de la población del país, es decir, 500 000 personas. Reconozco que Eslovaquia, en mi opinión, tiene pocos defectos (su hospitalidad es impresionante, los paisajes, preciosos.... ), pero el problema de los gitanos, sin duda, es uno de los peores defectos.


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