Excursión por libre por Polonia
5 de mayo
El jueves de Ascensión viví un viaje casi totalmente por mi cuenta. La profesora de la clase de Regiones de Europa, Alena, nos propuso a mi compañera francesa Manon y a mi ir a pasar un día poniendo en práctica lo que estudiábamos en clase y recorrer por etapas la frontera francesa. Era una forma perfecta para ver en persona cómo colaboraban dos países europeos. Pero parecía que eso tan solo era una excusa para enseñarnos a nosotros, los extranjeros, la riqueza turística de Eslovaquia y de la región de Presov.
Llegué a las 9:00 frente al edificio principal de la universidad, este edificio era de estilo puramente soviético. Me sorprendió ver a Manon, a Alena y a Viktor, un profesor que conocí en Bachuren el 15 de abril, me esperaban todos junto a una berlina con conductor. ¡La universidad de Presov lo da todo por sus invitados franceses!
¡L'utina, la Lourdes eslovaca de los greco-católicos!
Nuestra primera parada era L'utina, que está a 30 km al norte de Presov. El pueblo era casi invisible con sus 500 habitantes a la orilla de la carretera. A lo lejos pudimos ver un edificio que hace honor a su reputación. Era la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Se construyó en el siglo XX y fue el primer lugar de peregrinaje greco-católico de Eslovaquia. Cada 15 de agosto iban 50 000 personas hasta L'utina. Costaba imaginarse algo así cuando llegamos con el coche por la mañana y nuestro coche era el único del aparcamiento.
El sol pegaba fuerte y tan solo eran las 10:30. Estaba cegado y apenas podía abrir los ojos. La culpa era mía por haberme quedado hablando por videoconferencia por Skype con un amigo de Francia por la noche. Hacía más de seis meses que no teníamos una buena conversación. Al final acabé acostándome sobre la 1:00 de la madrugada, así que esa mañana también me tocó luchar contra el sueño.
Pese a lo poco en forma que estaba esa mañana pude apreciar la decoración con mosaicos y retablos con los que contaba aquel edificio contemporáneo, que por lo visto son muy comunes. Le pregunté a Viktor por qué el papa Juan Pablo II por qué en 1988 proclamó basílica menor a esta iglesia de pueblo. Y también por qué hay placas conmemorativas sobre su estancia en Eslovaquia, como de cuando estuvo en Kosive o en Presov. "Juan Pablo II era polaco y le gustaba mucho venir a Eslovaquia. ¡Los eslovacos y polacos son dos pueblos hermanos! Me parece que ha hecho tres visitas oficiales a Eslovaquia, en 1990, 1995 y 2003".
Réplicas de madera de las iglesias de la región (en primer plano) y la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (de fondo), donde se celebran las ceremonias greco-católicas.
Cuando subimos el monte un guía nos llevó a un espacio lleno de iglesias de madera en miniatura del norte de Eslovaquia. Viktor nos dijo a Manon y a mi: "Los greco-católicos construyeron iglesias de madera porque eran pobres. Usaron los materiales que fueran más fáciles de extraer de la naturaleza. Pero no confundáis estas iglesias con las de los protestantes (como la de Hronsek), que se edificaron conforme las reglas que impuso el poder católico del Imperio.
Y coronando la colina se encontraba la basílica en tamaño real, una iglesia también hecha de madera que acaban de construir. Aún se pueden apreciar las marcas de la excavación que hay alrededor. El guía con el que íbamos nos subió hasta lo más alto de la torre. Conforme avanzábamos por las escaleras se escuchaba cómo crujían las planchas nuevas. Una vez arriba pensé en que L'utina era como una cáscara de nuez incrustada en la montaña en medio de la nada. Tuvo suerte de que en 1851 saliera a darse a conocer en el mundo greco-católico gracias a unas revelaciones.
Cerveny Klastor, segunda etapa
Retomamos el camino en dirección a Cerveny Klastor, a 73 km al noroeste. En español quiere decir "monasterio rojo". Entraba dentro de la temática del viaje porque hacía frontera con Polonia, tan solo los separaba el río Dunajec, pero ya conocía aquel lugar. Los días 16 y 17 de abril me fui a pasar el fin de semana allí con otros estudiantes de Erasmus de Presov. No quedaba nada de lo que alumbrara el sol que no conociera ya, bueno en este caso por las nubes porque acababa de nublarse. Manon no pudo venir a ese viaje y por eso estamos aquí.
Esperé con paciencia a que mis acompañantes de viaje visitaran el monasterio mientras descansaba sentado en una mesa de madera en la terraza de un bar. Durante ese tiempo muerto pude darme cuenta de algo: el bar aceptó los zlotys de un turista polaco. Y al otro lado, cuando fui a Polonia vi que los comercios aceptaba el pago en euros. La frontera es una zona de transición.
Desayuno en un koliba
No rechacé la comida a mediodía que nos ofrecieron los profesores aunque ya me hubiera comido antes un sándwich. Volví a echarme una cabezada en el coche mientras íbamos a Stara Lubovna, nuestra próxima etapa a 28 km al sudeste.
Cuando pasamos por las afueras paramos en un koliba. Y diréis: "¿Qué es un koliba? " Pues es un chalet de madera tradicional decorado con cosas de los habitantes de antaño donde se puede ir a comer platos tradicionales eslovacos que por lo general están a buen precio. Pueden estar tanto en una gran ciudad como al que vamos nosotros de Stara Lubovna (16 000 habitantes, es bastante grande para ser de Eslovaquia) como en otros lugares más escondidos perdidos por las montañas. Manon había ido a Estados Unidos y comparó los kolibas con las cadenas de restaurantes que hay al borde de las autovías (del estilo de Campanile o Buffalo Bill).
Casi me olvido: ¡los platos los ponen a rebosar! En un mismo plato me pusieron una degustación de la gastronomía eslovaca: prophy (raviolis), halusky (ñoquis) y zemiakova placka (una especie de torta de patatas). Nada más entrar nos sirvieron una sopa típica de allí. La mía tenía bolitas de pasta condimentadas con no se qué especia que sabía a caracoles. Lo que jamás me imaginaba era que los eslovacos no supieran que ese gasterópodo se come. Cuando se lo conté a Alena, la profe de regiones europeas, ¡me miró como si le hubiera descubierto un mundo!
Stara Lubovna, su ayuntamiento está más lejos aún que Polonia
Cuando me espabilé me subí al coche con los demás para seguir de camino al centro de Stara Lubovna. Una mujer rubia nos esperaba en un despacho en el ático del ayuntamiento. Nos explicó con bastante brío las acciones que gestionan en común las ciudades eslovacas y polacas.
Manon provocó que nuestros profesores se partieran de risa y enfadó a la empleada municipal por una cosa que dijo. Hay un programa local que se dedica a enseñar inglés a las personas mayores pero, paradójicamente algunos de los encargados de la región transnacional no entienden nada, ¡porque no hablan inglés! Dejando la anécdota a un lado, hay que reconocer que si quieren que la cooperación entre los dos sea óptima deben superar esos aspectos que les impiden progresar.
La ciudad cuenta con muchos privilegios reales, al igual que Bardejov y Levoca, aunque no es tan bonita como estas dos últimas. En casco histórico de la ciudad se resume a unas cuantas casas antiguas. Lo único interesante que tiene es el castillo, que está a 711 metros de altitud y no está aún en ruinas a pesar de tener 600 años. Pero como no teníamos tiempo y las nubes amenazaban con descargar sobre nosotros decidimos no ir a verlo.
Las termas de Bardejov, aprobadas por Sissi (Isabel de Baviera)
Tomamos rumbo a las termas de Bardejov (Bardejovské kupelé) a 60 km al este, bordeando la frontera entre Eslovaquia y Polonia.
Nos cruzamos con muchos pueblos con carteles de bienvenida bilingües escritos tanto en eslovaco como en ruteno. El nordeste de Eslovaquia
Busto de la emperatriz Isabel, más conocida como Sissi, que vino a Bardejov en 1895.
Cuando llegamos al spa decidimos ver el museo que había al aire libre en plena tormenta, iba con la cámara en una mano y el paraguas en otra. No hay nada más típico de Eslovaquia que ver un museo al aire libre, o como dicen ellos un skanzen. Recoge una serie de copias de viviendas populares que cambian según la región de Eslovaquia. Luego también están las granjas con sus interiores bucólicos o las iglesias de madera multicolores. A la que entramos nosotros deprisa y corriendo era la más antigua del país (1965).
Actualmente me cuesta imaginar que ese spa tan tranquilo fuera a principios del siglo XIX uno de los más populares de Hungría (en aquella época Eslovaquia formaba parte de Hungría). Sus fachadas de color bistre dan fe de ello. O incluso la estatua que hay delante del edificio que ahora están restaurando mientras el sol calienta tras la tormenta. "¿Sabéis ya lo que es? " Nos dijo Alena sonriendo. Dada la belleza de aquella criatura pensábamos que era la emperatriz Sissi, de cuando vino en 1895. Por otra parte, también vino a disfrutar de las aguas del spa en 1809 una francesa, María Luisa, la emperatriz esposa de Napoleón I. Nosotros por desgracia no pudimos entrar. La sala donde estaban los chorros de agua mineral estaba cerrada porque iban a instalar una sala de conciertos.
Son casi las 17:00. El viaje llegaba a su fin. Volvemos a Presov en cuanto lo dijo Alena.
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