Praga: chinos imitadores y un guía turístico "hater"
Conectando con el artículo de Budapest, que por si no lo habéis leído:
A las seis y media de la mañana (y con un viento la mar de fresquito) llegamos a la estación de buses de Praga. En Praga no estuvimos en hostal sino en un Airbnb, y el dueño no venía a darnos las llaves hasta las ocho, así que decidimos matar el tiempo de la mejor manera posible: comiendo. Nos fuimos a desayunar a un bar y fue el desayuno más largo de mi vida, de una horita y media. Nos dormíamos de pie del cansancio.
Al fin, a las ocho nos llamó el dueño y quedamos con él para que nos diese las llaves. Pero claro, fuimos al apartamento sólo a dejar las cosas y a darnos una ducha rápida, porque a las once de la mañana teníamos el "Free Tour" (que nunca es "free" porque pagas al final, pero aun así me encanta la idea, ya que pagas lo que quieras en función de la calidad recibida). Así que, haciendo de tripas corazón para no echarnos a dormir, y bebiendo mucho café, nos plantamos en la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga a las once menos cuarto de la mañana. La vida del turista, ¡que es muy dura!
Imagen: Plaza de la Ciudad Vieja (Praga).
Aquí es donde entra el guía "hater". Y no bromeo ni exagero. Se trataba de un chico jovencito que nos recibió muy amablemente (aparentemente todo estaba en orden) pero que luego como guía no sé hasta qué punto lo hacía con ganas. Y es que el chico hablaba y hablaba, ¡pero no de Praga! Para empezar, estuvo como diez minutos contándonos cómo había llegado a Praga, qué había estudiado, qué quería hacer después, etc. Parecía uno de esos profesores que en la primera clase del cuatrimestre te cuenta su currículum al completo.
Pero lo mejor estaba por llegar: dijo abiertamente que él realmente estaba deseando irse de Praga, que no era tan especial ni tan preciosa como la gente decía y que cuatro años ya eran bastantes allí, que no era para tanto. Todos mis amigos y yo, alucinando, nos miramos pensando lo mismo: "Pero vamos a ver, alma de cántaro, ¿entonces por qué eres guía turístico de una ciudad que no te gusta?"
Pero bueno, decidimos continuar el tour. La verdad es que a mí personalmente no me gustó nada, y os aconsejo que si alguna vez hacéis un free tour y veis que en veinte o treinta minutos no os gusta cómo lo hace, busquéis otro o hagáis turismo por vuestra cuenta.
Eso fue lo que hicimos nosotros aquella tarde: buscamos los sitios a donde queríamos ir, hicimos una lista para ir tachando y cuando llegábamos al sitio buscábamos información en Internet y lo leíamos y comentábamos. A mí me encantó, aprendimos bastante y nos lo pasamos bien, aparte de que íbamos en el orden en el que preferíamos.
Una cosa que es obvia, aunque ese guía dijese que no tanto, es que Praga es preciosa, parece sacada de un cuento. Vas por las calles y no puedes no pararte a mirar las fachadas (tengo muchísimas fotos de las fachadas de allí, no es broma). Cada edificio de un color, todo en tonos pastel, súper armónico y verdaderamente bonito.
Además, allí no falta la buena comida. Fuimos a comer a un sitio de comida típica y comimos un montón de tipos de carne con patatas y un montón de salsas riquísimas. Pero lo mejor era el postre, un dulce en forma de barril (allí se llama Trdelnik) que dentro le pones lo que quieras: chocolate, nata, fresas, etc. Eso es un manjar de dioses. ¡Creo que sólo con la foto os entrará hambre!
Imagen (girada hacia la izquierda): "Barril", como le llamábamos nosotros, con chocolate con leche, fresas y nata.
Una de las anécdotas de las que siempre nos acordamos de Praga es en el Puente de Carlos. En este puente hay muchas figuras, es el puente más antiguo de Praga y bueno, hay algunas leyendas que cuentan que en determinados puntos debes hacer ciertas cosas (como en todos los sitios con tradición). En este caso era un punto donde había que tocar con una mano la parte del muro donde estaba un arco con estrellitas, mientras te sostenías sólo con el pie izquierdo.
Imagen: Puente de Carlos.
Nosotros lo que hicimos fue alargar el ritual, de manera que cada uno añadía una cosa (dar una vuelta, saltar, tocar todas las estrellas, etc). Detrás de nosotros se formó una cola de chinos que nos miraban con curiosidad e ¡hicieron "nuestro rito" en vez del básico!
Esto para demostrar lo influenciables que somos, ¡al menos en ámbito turístico!
Imagen: Río Moldaba, el más largo de la República Checa.
Nuestra última noche (bueno, la penúltima pero la última productiva ya que el vuelo era de madrugada) tuvimos un encuentro muy simpático en la Plaza Vieja con un oso gigante majísimo. Y como una foto dice más de mil palabras...
Y esta noche después el encuentro con nuestro amigo Oso, queríamos salir de fiesta a Karlovy Lazne (que tiene la fama de ser una de las discotecas más grandes de Europa Central). Digo "queríamos salir" porque nos quedamos durmiendo. Sí, exacto, así de simple. Después de 3 días a pocos grados, caminando calles sin parar, nuestro cuerpo no podía más. Nos quedamos durmiendo desde las nueve y media hasta las once de la noche. Nos despertamos súper desorientados, y recurrimos al amigo McDonald para poder cenar algo consistente a esas horas a las que Praga ya no te daba de cenar.
Nuestro último día en Praga fue de turismo "by us" como le llamaba yo: no nos fiábamos de hacer otro tour que no nos gustase. El único que hicimos fue al Castillo, que nos habían hablado muy bien, y la verdad es que lo recomiendo: era un sitio precioso y el guía muy profesional.
Una vez terminado nuestro viaje, teníamos que apañárnoslas para llegar al aeropuerto desde el apartamento. Teníamos dos opciones: Uber o transporte público.
¿Problemas? Unos pocos: el Uber no te garantizaba el taxi, y para ir en transporte público nos hacía falta salir una hora y media antes de casa.
¿Solución? Pedir el Uber una hora y media antes para, en el caso de que no viniese, tener tiempo para ir en metro-bus-bus (combinación apartamento- aeropuerto). Así lo hicimos y sí vinieron los taxis, así que tuvimos que estar en el aeropuerto como una hora y media esperando, pero bueno, ¡siempre debemos ser precavidos! Sobre todo, fuera de nuestro país...
Y nada, eso fue todo, a la mañana siguiente ya estábamos de vuelta a nuestra amada Bolonia.
Imagen: Puente de Carlos y Castillo de Praga al fondo a la izquierda.
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