Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Hoy ha sido un día tan interesante como emocionante. Ya hacía tiempo que quería visitar el Panóramico de Monsanto. Había leído sobre él en una guía publicada en línea sobre la ciudad de Lisboa, y me dije que sonaba bastante bien como futuro destino. Se trata de un restaurante situado en un antiguo miradero construido hace 50 años. En algún momento, la empresa se fue a la quiebra y dejaron el edificio sin terminar. Y así se ha quedado hasta el día de hoy. Con los años ha ido quedando en ruinas y caído en el olvido. ¡Pero no para algunos turistas! De hecho, he oído hablar muchas veces sobre él y conozco gente que ya ha ido a verlo. Por eso me decidí y esperé a que hiciera bueno para ir. Previamente había leído por Internet que estaba cerrado y precintado al público, sin embargo hay gente que me aseguró que se podía entrar todavía por algunos agujeros en la verja.

Pues eso. Hoy, con el buen tiempo de nuestro lado, me he aventurado con mi amiga rumbo hacia Monsanto. Cogimos el bus para llegar al gran parque y de ahí caminado hasta el restaurante... ¡qué está justo al lado de un puesto militar! Primer punto que nos hizo replantearnos toda la aventura. ¿El siguiente? Llegar y ver un panel con la siguiente inscripción: “Entrada proíbido para pessoas nao autorizadas. A entrada vai ser penalizado com 3 mêses de prisao”. Es decir, la entrada está castigada con tres meses de prisión. Vale, esto ya nos hizo cambiar completamente de perspectiva. A ninguna de las dos nos apetecía ir a la cárcel y ya empezamos a volvernos o, en su defecto, a buscar algún otro lugar con buenas vistas en el bosque. Anduvimos un rato, pero los árboles son tal altos que no podíamos ver nada más. Total que nos dijimos: si ya hay tanta gente que ha entrado alguna vez ahí y nunca hemos oído decir nada de alguien que fuera arrestado. Además el panel era bastante reciente. ¡Y qué demonios, es domingo y la policía tendrá mejores cosas que hacer que vigilar un edificio abandonado!

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

¿Cómo podrían saber si entra alguien? ¿Una cámara de vigilancia? Si fuera así, todos los que antes habían entrado estarían ya al corriente de ello. ¿Una alarma? Lo mismo, y además podríamos escapar. ¿Gente que pasa por ahí? No sé ve a nadie pasar y además qué les va importar que alguien este en ese edificio. ¿Y el puesto militar? La amenaza más probable. Pero, una vez más, estamos a domingo y tendrán mejores cosas que hacer. Pero, es verdad, está muy cerca y con el edificio en ruinas pueden ver muy fácilmente lo que ocurre dentro. Al final, entramos. Solo un ratito. Para ver las vistas, tomar algunas fotos e irnos. Así que, por fin, entramos en la propiedad y fuimos pegadas a los árboles hasta entrar a dentro. No sabemos si entramos por la despensa o el sótano. Estaba todo lleno de grafitis y se veía claramente que no eramos las primeras en pasar por ahí. Pero además desde hace mucho tiempo, porque para hacer las pintadas se necesita tiempo y permanecer ahí durante mucho tiempo me parece peligroso. Había poemas y pinturas impresas sobre las paredes. Ni suelo, ni ventanas. No había puertas, tan solo muros de cemento.

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Tomamos las escaleras para subir al piso de arriba. Cabe mencionar que las escaleras no tenían pinta de ser muy seguras. En el primer piso ya se puede empezar a vislumbrar la silueta de la ciudad de Lisboa. El suelo esta repleto de escombros y hay que prestar atención por dónde se anda. Oímos algunos ruidos y nos asustamos. Pensamos que había alguien dentro. Si eran turistas no pasaba nada, ¿pero y si era la policía? Empezamos a pensar en qué hacer si nos pillaban. En el caso de estar lo suficientemente cerca de la verja, correr y saltar. Si no, lo que siempre nos funciona con la gente que pide dinero en la calle. Simplemente digo: “Sorry, ich spreche absolut kein Englisch und kein Portugiesisch und auch keine andere Sprache außer Deutsch, ich habe nicht verstanden, dass wir hier nicht reindürfen” o cualquier otra cosa en alemán para que piensen que no hablo otro idioma. El único problema era que mi amiga es portuguesa. No teníamos ningún plan, así que rezamos para que no nos pillaran.

Había unos azulejos muy bonitos decorando las paredes y las escaleras en caracol daban creaban un entorno onírico.

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

En el piso de arriba, había todavía más escombros y cuando miramos arriba supimos por qué: el techo estaba cayéndose a pedazos. La mitad ya estaba derrumbada, algunos pedazos estaban colgando con cables que se movían al son del viento. Era ese el ruido que habíamos oído: trozos de escombro que iban cayendo. Nos asustó un poco, porque los pedazos eran grandes y podían hacer mucho daño a alguien. Creo que es esa la razón por la que está prohibido acceder. Intentamos no acercarnos demasiado de los pedazos que estaban colgando, no queríamos morir in situ. Nadie sabía que estábamos ahí, y además no merecía la pena por unas simples vistas. A un lado debía de haber habido ventanas, pero ahora ahora estaban completamente destrozadas. El vidrio estaba por todo en el suelo. Pero, las vistas de la ciudad eran incomparable. Se pueden ver la ciudad, el acueducto y, por supuesto, el parque de abajo. Todo era tan bonito y el ambiente en ruinas y abandono le daban un toque todavía más hermoso y especial.

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

Casi nos pilla la policía... El panorámico de Monsanto

En este piso, había algo así como un medio piso al que no nos atrevimos a subir por su aparente inestabilidad. Tampoco había escaleras para subir arriba, por lo que tomamos las últimas fotos de las bonitas paredes y nos fuimos del lugar todavía con miedo de que nos pillaran. Una vez fuera nos sentimos mejor y pensamos: ¿por qué tanta adrenalina? Si no ha pasado nada. Cogimos partes del cordón policial que antes precintaba el lugar, pero que ya estaba algo roto y empezamos a pasear. Pensé en adentrarnos en alguno de los senderos del bosque y seguimos un sendero fuera del camino. Después de un tiempo, nos dimos cuenta de que estábamos dando vueltas rodeando la propiedad del Panorámico de Monsanto, así que fuimos hacia atrás porque no queríamos que nos pillaran en la mitad del bosque tan cerca de los agujeros en la verja. Volvimos por el mismo camino para coger el bus de vuelta. Entonces, mi amiga en bromas suelta en bromas: ¿Volvemos a entrar? En ese preciso momento, la policía pasa conduciendo a nuestro. Al principio pensé: estarán de camino a algún lugar y simplemente pasan por aquí. O simplemente quieren hacerse ver por estos lares. Pero, entonces, paran justo en el punto exacto de la entrada del restaurante. Me quedé helada de miedo. Teníamos pedazos de la cinta de policía, estábamos andando al lado y además teníamos los móviles llenos de pruebas. Lo único que jugaba a nuestra ventaja era que veníamos desde la mala dirección, no la de la parada del bus, que hubiera hecho más probable que hubiéramos entrado dentro. Los agentes salieron rápidamente del coche, se acercaron a la verja y gritaron algo en portugués. Estábamos demasiado lejos como para escuchar, pero estaba claro que era algo así como “¡Fuera de aquí! ”. Después vimos un grupo de cinco a seis personas dirigiéndose hacia la policía. Parecía que los agentes estaban realmente enfadados y muy serios. Empecé a hablar a mi compañera de piso sobre lo que iríamos a cenar e intentamos parecer totalmente ajenas al asunto. Cuando llegué a la estación, puse la cinta bien al fondo de mi mochila y puse otras cosas por encima. Solo quedaba rezar a que el bus llegara pronto. La estación estaba demasiado cerca y tarde o temprano la policía pasaría por aquí. Si nos hubieran preguntado que hacíamos por el lugar, en el que por cierto no hay mucho más que hacer, y forzado a mostrar nuestros teléfonos móviles hubiéramos estado en un problema. Cuando llegó el bus estábamos exultantes de alegría y muy aliviadas. Nunca hubiéramos pensado que el lugar estaba vigilado. Pero “vigilar” es decir poco. No estaban echando un vistazo, sino que sabían perfectamente que había alguien ahí. Hemos tenido mucha suerte. Si nos hubiéramos quedado un poco más, disfrutando de las vistas y sacando fotos o si hubiésemos estado con alguien más para sentirnos más seguras, nos habrían pillado. A veces está bien sentir miedo y escuchar a tu sentido común. Vale, mi sentido común me decía de no entrar desde el principio. Ciertamente, hubiera sido lo más seguro.

Seguimos preguntándonos cómo hemos hecho para que no nos pillaran. Somos dos de las personas con peor suerte que conozco. Siempre perdemos el bus, el tren, se nos caen y pierden las cosas, tropezamos... todo lo que se os pueda ocurrir. Y ahí nos ves a las dos en el mismo lugar, ¡qué idea! ¡Y justo en el momento más crucial nos viene la suerte!

¡Qué día, qué emoción!


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