Redescubriendo París
París
Mientras que yo escogí para hacer mi Erasmus la ciudad de Bruselas, una de mis amigas más cercanas de la universidad escogió París. Así pues, tan solo unas semanas después de haberme mudado a Bruselas, ya estaba planeando mi visita de fin de semana a la ciudad de la luz. Ya había estado en París dos veces anteriormente, pero por entonces era muy joven y no me acordaba de mucho, así que estaba muy emocionada por el viaje. Solo me costó llegar 2 horas de autobús y 7 euros. El viernes por la noche ya estaba allí, lista para aprovechar mi visita la máximo.
Pigalle
El apartamento donde vivía mi amiga, y donde yo iba a quedarme, estaba muy cerca de la estación de metro de Pigalle, justo enfrente del famoso molino rojo Moulin Rouge. Mi llegada al apartamento fue toda una aventura. No estaba del todo preparada para los enormes sex shops y las luces de neón que me rodeaban. Sin embargo, a pesar de los evidentes estereotipos que rodean a este barrio, los bares y las terrazas estaban llenos y me sentí bastante segura. Al entrar en el apartamento lo que más me sorprendió fue lo pequeño que era y la cantidad que pagaba por él. Era el doble de lo que yo pagaba por un mes de alquiler por un apartamento la mitad de pequeño que el mío. No me arrepentí de haber escogido ir a Bruselas. Me cambié y fuimos a dar una vuelta por la ciudad, preparadas para tomar unas copas y para practicar nuestro francés. De alguna manera, acabamos en un karaoke rodeadas de hombres de mediana edad que preguntaban por nuestros números de teléfono mientras cantábamos las clásicas canciones de Britney Spears. Mientras nos dirigíamos al siguiente bar, desafortunadamente, casi nos vimos envueltas en una especie de reyerta. Después de esto, decididnos regresar a casa. No fue el mejor comienzo, pero tampoco había sido un completo desastre y queríamos seguir disfrutando de la ciudad al día siguiente.
Día 1
El sábado por la mañana, nos levantamos temprano y salimos a hacer turismo. Lo primero que hicimos fue ir a ver el Moulin Rouge, y desde aquí cogimos el Petit Train de Montmartre hasta llegar a las empedradas calles de Montmartre y el Sacré Coeur. Durante el viaje en este trenecito, nos explicaron por unos altavoces la historia de todos los lugares de interés por los que íbamos pasando, incluyendo la cafetería que aparece en la película de Amélie (película que había estudiado en el colegio) y otros muchos edificios preciosos. Traqueteamos a través de las callejuelas impregnándonos de cada sonido y de cada olor. Al llegar a la cima, bajamos del tren para admirar las vistas: la extraordinaria ciudad de París extendiéndose en el horizonte, con la icónica Torre Eiffel destacando en toda su gloria. Nos sentamos en los escalones del Sacré Coeur mientras escuchábamos tocar a los músicos callejeros hasta que empezamos a tener hambre, así que nos dirigimos a una cafetería para comer algo. Debido a los elevados precios, solo pudimos permitirnos un sándwich cada una. Pero fue suficiente para nosotras, y escogimos una mesa frente a una ventana para poder ver cómo unos artistas dibujaban caricaturas de los turistas en el exterior. Después de calentarnos los huesos con una taza de té, volvimos a subirnos al tren para llegar al otro lado de Montmartre y continuar explorando este maravilloso lugar.
Cuando terminamos nuestro tour por Montmartre, cogimos el metro hasta los Campos Elíseos y recorrimos toda la avenida hasta llegar al Arco del Triunfo. Como estábamos a principios de noviembre, el sol proyectaba preciosas sombras doradas sobre el Arco y fue algo muy bonito de ver. Desde aquí, caminamos rápidamente (hace mucho frío en París en el mes de noviembre) hasta la Torre Eiffel. Decidimos que no subiríamos a lo alto de la torre, sino que pasaríamos por debajo de ella. En ese momento, mis padres me llamaron por FaceTime. No tenían ni idea de que estaba en París debido a un problema de comunicación que fue culpa mía, así que creo que les sorprendió bastante ver la Torre Eiffel detrás de mí. Pero estaban encantados de ver que me lo estaba pasando muy bien. No pasamos mucho tiempo en este monumento. Sé que para muchos esto puede resultar una perdida de tiempo y no entiendo porqué, pero soy fotógrafa amateur (extremadamente amateur), así que estaba a favor de fotografiar la Torre Eiffel antes que las vistas que se pueden ver de París desde la Torre Eiffel. No obstante, fue increíble ver este monumento y la espera mereció la pena.
Desde aquí, nos dirigimos al Louvre en metro y allí nos hicimos la típica foto que se hacen muchos turistas. Ya era de noche y pudimos verlo completamente iluminado. Comenzaba a hacer bastante frío, pero quizás gracias a esto no había mucha gente en el museo. Cenamos en un bistro francés cercano y regresamos a casa para prepararnos para salir por la noche.
Los recuerdos de esta noche son un poco borrosos. Primero, quedamos con un grupo de estudiantes Erasmus que mi amiga había conocido en París en un par de bares extremadamente abarrotados que tenían unas happy hours excelentes. Después fuimos a la terraza de las Galerías Lafayette para ver la Torre Eiffel y su brillante iluminación nocturna. Desde aquí nos dirigimos a una discoteca gigantesca, en la que ponían un tipo de música diferente en cada planta. Allí me topé con la hermana de un amigo del colegio. Y esto es todo lo que recuerdo. Pero me lo pasé muy bien, y eso es lo importante.
Día 2
Con la cabeza dándome vueltas y sintiéndome mal por haberme levantado más tarde lo planeado, nos dirigimos al centro de la ciudad para tomar el brunch. Mi maravillosa amiga había hecho una lista de los locales a los que podríamos ir y escogimos un restaurante llamado Benedict, famoso por (supongo) la variedad de sus huevos benedict. Esperamos muchísimo tiempo para que nos dieran una mesa, lo que pareció una eternidad gracias a mi dolor de cabeza. Pero debo admitir que la espera mereció la pena. Unos perfectos huevos escalfados (algo que todavía tengo que aprender a hacer) colocados encima de otros deliciosos ingredientes frescos fueron la cura perfecta para mi resaca. Todo combinado con un riquísimo smoothie. Fue todo un lujo, aunque me sentía un poco fuera de lugar con mi outfit de resaca (nota: llevar ropa más elegante).
Cuando terminamos el brunch ya se estaba haciendo un poco tarde, así que nos quedamos por el centro y fuimos de compras. Me sorprendió la cantidad de tiendas que encontramos donde vendían ropa a muy buen precio. Acabamos comprándonos unos abrigos por menos de 20 euros (¡una ganga!) y después nos dirigimos a la estación de autobuses.
Mi experiencia en general
Después de pasar el fin de semana en París, me sentí un poco triste al pensar que muchos de mis amigos pasarían su Erasmus aquí juntos, compartiendo su experiencia. También sentí celos al pensar que estaban viviendo en una cuidad increíble llena de historia donde siempre está pasando algo. Por un segundo me arrepentí de haber elegido Bruselas en vez de París. Sin embargo, reflexioné sobre el tema durante el camino de vuelta a casa y me di cuenta de que ya había hecho muchos amigos en Bélgica cuya amistad tendría de por vida. Estos amigos me habían presentado a sus familias y me habían ayudado a sumergirme en su cultura. Como resultado de esto, había aprendido más francés que algunos de mis amigos. También me di cuenta de que París es genial y preciosa, pero es una ciudad inmensa y esto me hubiese hecho sentir atrapada. Los parisinos no parecían muy corteses y tampoco parecían estar muy dispuestos a prestarme su ayuda en comparación con la gente que había conocido en Bruselas. Así pues, llegué a la conclusión de que, por muy increíble que pueda parecer, siempre voy a preferir París como destino vacacional. Es un lugar para ir a visitar, no para vivir en él. Una ciudad tan grande nunca podría ser mi hogar.
Galería de fotos
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- English: Rediscovering Paris
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