París, la ciudad de las luces (sobrevalorada)

En marzo del año 2017 pasé 5 días en la ciudad de París y, lo que ocurre muy raramente cuando se trata de viajar, al menos en lo que a mí respecta, me decepcionó bastante. No niego que he tenido mucha mala suerte en términos de condiciones climáticas, ya que en esos cinco días no apareció el sol, y a menudo llovió. Probablemente ver una ciudad como esta con el sol tendría un efecto completamente diferente, pero hay muchas cosas que me hicieron cuestionar el nombre de esta ciudad.

1- Esto es de esperar cuando se trata de una capital europea, y de hecho no me sorprendió: París es muy caro. Incluso más de lo que pensaba, y para aquellos como yo que buscan viajar a bajo costo, es un gran problema. En los albergues, el desayuno a menudo no está incluido, de hecho, debes pagar un “pequeño” suplemento (incluso 8/10 euros por persona) por un cruasán descongelado y un vaso de leche fría, o al menos esta fue mi experiencia en un hotel 2 estrellas en “Gare de l'Est”. En los alrededores, sin embargo, un desayuno puede costar fácilmente 10 euros, una hamburguesa normal por no menos de 13 euros, y así sucesivamente. Sí, los productos locales (carnes, fiambres, quesos y vinos) son buenos, pero no exactamente baratos, y comer en un lugar diferente cada comida durante muchos días es un gran gasto.

2- La inmensa herencia artística de la que se jacta París es incuestionable. No me apasiona la historia del arte, pero el “Museo de Orsay” me pareció muy interesante, y aunque es demasiado grande para verlo en un día, y no me gusta especialmente el arte clásico, el “Louvre” es muy fascinante y absolutamente merece ser visto. Un detalle que, en cambio, ha influido mucho (de manera negativa) en mi juicio sobre la ciudad es la poca cantidad de las zonas verdes. “Champs Elysées”, “Jardines des Touleries”, “Champs de Mars” y muchos otros son las áreas utilizadas para parques, pero no son demasiado exuberantes para profundizarte en ellas y olvidarte por un momento de estar en medio de una ciudad con dos millones y medio de habitantes. Por supuesto, no estamos en la Inglaterra verde, pero el terreno en los parques es de piedritas y polvo, y esto también se aplica a los jardines del Palacio de Versalles, del que esperaba sinceramente mucho más.

3- Desafortunadamente, en lugar de esa atmósfera romántica de la que tanto había oído hablar, me encontré rodeado de guardias armados. ¡Por el amor de Dios, mejor un guardia más que uno menos, dada la situación actual y los frecuentes ataques terroristas en Francia! Pero no fue agradable encontrarme un arma (no pequeña) dirigida a mi novio en el aeropuerto para revisarle la mochila (quien había ido al baño por un momento) y, por lo tanto, había abandonado su puesto en el asiento al lado del mío.

4- En este caso es solo una cuestión de gustos personales, más o menos compartibles. Había estado una vez en París cuando era más joven, pero solo un día o dos, porque mis vacaciones habían sido principalmente en Disneyland (la tierra de los juguetes), y ya había tenido la misma impresión, que este año tengo solo confirmado: París es una ciudad con poco carácter. El barroco, que con sus estatuas doradas e imponentes palacios se destaca en toda la ciudad, definitivamente no es mi estilo arquitectónico favorito, y de hecho hace que la ciudad sea mucho más anónima que, por ejemplo, en Londres, llena de colores u otras capitales europeas (opinión tranquilamente no compartida con la mayoría de las personas). Además, los franceses no tienen la reputación de ser los más acogedores o serviciales, y por mucho que esté en contra de los estereotipos, esto me pareció cierto.

Pero, incluso los más ciegos del mundo no pueden negar que París tiene rincones verdaderamente mágicos. Uno de ellos es el distrito de “Montmartre”, que ofrece una de las vistas más hermosas que he visto. La iglesia de “Sàcre-Coere” es un espectáculo, y el barrio en sí, que está lleno de artistas callejeros, es digno de ver al menos una vez en la vida. Y este es solo un ejemplo de muchos.