Mi experiencia en París
Cuando estaba en el instituto me mandaron leer una serie de libros y esto hizo crecer mi fascinación por Francia. Todas las historias empezaban, terminaban u ocurrían en Francia. Después tuve la oportunidad de aprender una tercera lengua y tuve que elegir entre el francés y el ruso. Los motivos de mi elección fueron que no deseaba aprender ruso, y sin embargo poseía un sincero entusiasmo por la lengua de «Molière» y sus melodiosos sonidos. Fascinación no es en realidad la palabra correcta para describir mis sentimientos hacia Francia, sino más bien una gran curiosidad.
Cuando el destino me envió aquí por primera vez hace tres años, nunca pensé que llegaría a vivir en París, y mucho menos que estudiaría aquí (ese sueño estaba muy lejos de la realidad en mi cabeza).
Al final, París se convirtió nos solo en el destino de muchos de mis futuros viajes y la ciudad donde realicé mi periodo de prácticas de cuatro meses, sino que finalmente ¡es el lugar donde estudié! París, y su pequeño apartamento en la «rue Meynadier», realmente se convirtió en mi segunda casa.
De Estambul a París
Todo esto comenzó gracias a un chico que conocí en Estambul durante mi primera beca Erasmus. Curiosamente, era francés. Vine por primera vez a Francia desde Estambul, donde ya había estado viviendo durante tres meses. Mi visita duró dos semanas.
Cuando leo lo que escribí sobre mi primera visita a París en el blog que estaba escribiendo durante mi estancia en Turquía, es difícil no partirse de risa. El París que conozco ahora es completamente diferente del que describí hace tres años. Sin embargo, debo enfatizar el hecho de que en ese momento veía París desde la perspectiva de mi experiencia en Estambul, que era donde vivía por entonces.
Gracias a mi visita a París, me di cuenta de lo mucho que me sofocaba Turquía, en el sentido literal de la palabra (el calor era terriblemente sofocante) y también en el sentido figurativo (adaptarme a las costumbres locales, el comportamiento, prestar demasiada atención a que mis pantalones no fuesen demasiado cortos y que mi risa no fuese fuese demasiado escandalosa en los trasportes públicos). Esta fue mi primera impresión. El distintivo color de mi pelo y de mis ojos finalmente dejaron de aislarme. Ser diferente y la atención que recibía a causa de esto era estimulante al principio. En París, podía volver a pasar desapercibida entre la multitud.
En Turquía, cada vez que escuchaba mi lengua materna, no podía resistir la tentación de empezar a conversar con mis compatriotas y así poder intercambiar impresiones sobre la ciudad y Turquía en general. Siempre era un momento muy agradable. En París, tuve el mismo impulso al principio, pero los descarté de inmediato. Había demasiados turistas polacos en París y no me sentía tan cómoda hablando con desconocidos en el "corazón" de Europa como en el punto de encuentro entre Europa y Asia. Los franceses mantienen más las distancias que los turcos. Aunque en ambas ciudades la densidad de población en muy alta, el concepto de espacio personal estaba mucho más marcado que en Estambul.
Choque cultural
Me encanta observar las caras que ponen mi familia y amigos durante su primer viaje en el metro de París de «Porte Maillot» a «Laumière» (este es normalmente el primer viaje que hace todo aquel que me visita). Normalmente, lo más común es que hablen poco y miren mucho, aunque intentan hacerlo con discreción, y tratan de ocultar el choque cultural detrás de una máscara de cansancio. Para la mayoría de ellos, este viaje en el metro parisino es la primera vez que se ven expuestos a tal mezcla cultural y étnica. Y en este vagón donde se sientan y descubren la ciudad, pueden ver personas que provienen de todos los rincones del mundo, ropas coloridas, músicos y mendigos, y les escuchan hablar varias lenguas desconocidas.
Es bien sabido que París es un centro cultural para personas de todas las nacionalidades. Aun así, no puedo dejar de destacar el hecho de que, viniendo de un pueblo de 2000 personas en el que todo el mundo es muy homogéneo étnica y culturalmente hablando (como es la mayor parte de Polonia, siendo honestos), tienes la sensación de que acabas de llegar al centro del mundo. Es un momento extremadamente interesante y muy exótico para alguien que viene de una pequeño pueblecito como yo.
La cocina francesa
Yo no sé cocinar y mantengo las distancias con la cocina. Por lo tanto, dediqué muy poco tiempo a la cocina francesa durante mi estancia en Francia, dejando la comida como algo básico para sobrevivir y no como un placer sofisticado para mi estómago. Probé los caracoles, las ranas, la «raclette», el «cassoulet», la «crème brûlé», y mi favorito: «pain perdu». En cuanto a las bebidas, lo que más disfruté fue el «pastis» (por supuesto el vino es la mejor elección, pero me resultó muy fácil conseguirlo y era muy evidente como "bebida francesa"). Aprendí que lo más importante no es captar la diferencia entre el «ricard» y el «pastis 51», sino el saber fingir que puedes realmente captar alguna diferencia.
Nunca olvidaré mi primera «baguette» francesa. Me la comí entera, en un santiamén, sin nada dentro. Me encantó el hecho de que finalmente algo a lo que llaman pan me recordara al pan polaco (¡y estar más bueno incluso! ) en vez de a algodón (otro recuerdo de Estambul).
Los transeúntes enamorados y la Torre Eiffel
A mi parecer, en París solo se te permite caminar si vas en pareja o en un grupo con un guía. No sé si a París se la denomina la ciudad del amor porque hay tantas parejas que viajan a la ciudad o hay muchas parejas que viajan a la ciudad porque París de ha convertido en una ciudad para los enamorados. De todos modos, es increíble lo fácil que es darse cuenta de este fenómeno.
Por lo que respecta la tema del amor parisino, siempre me parece que la Torre Eiffel es un lugar demasiado predecible y común cuando se trata de una proposición de matrimonio. Una vez escuché que no se cuenta las cantidad de proposiciones de matrimonio que tienen lugar en este monumento por días, ¡sino por horas!
Cuando finalmente subí a lo más alto de la torre al anochecer, comprendí por qué tantas parejas se comprometen justo aquí...
Al principio, la Torre Eiffel solo me dejó la impresión de ser un gran montón de hierro, nada especial. Sin embargo, al final, me causó una gran agitación dentro de mi. La Torre Eiffel no era solo un gran monumento que tenía ganas de visitar, ni siquiera una de las muchas cosas que tengo que hacer antes de morir. Para mi era un símbolo de determinación y un reflejo de mis sueños. ¡Ese sentimiento de hacer que unos un de tus sueños se haga realidad fue increíble!
La arquitectura
La arquitectura francesa parisina es algo que me cautivó por completo. No me refiero solo a las encantadoras fachadas estilo Haussman, las cuales son indudablemente la obra maestra de París, sino también al interior de estos edificios. Picaportes muy característicos, techos decorados, harmoniosos candelabros, suelos de madera crujiendo... y mi favorito: chimeneas extravagantes y, sobre estas últimas, enormes espejos. En Polonia, este tipo de decoración pertenecería a un antiguo estilo lujoso, mientras que para los parisinos es simplemente algo común en cualquier antiguo apartamento (incluso yo viví en uno de ellos).
Entre el cielo y la tierra
El cielo de París es único, completamente diferente a todos los demás cielos. A estas alturas no quiero utilizar calificativos superficiales; la mejor manera de resumir mis sentimientos es mencionar que mi álbum de fotos está lleno de fotografías del cielo de París.
Me encanta París bajo la lluvia. Solo entonces la ciudad de la luz merece ser llamada así, ya que todos los fragmentos se reflejan en el suelo húmedo o en los charcos y todo parece sacado de una película. E incluso mejora con los típicos adoquines parisinos.
Los parques de esta ciudad son imposibles de olvidar. Pero tuve que aprender a apreciarlos. Al principio, cuando mi novio proponía visitar otra vez un parque, mi reacción solía ser: "¡¿Otro parque?! ". Como he dicho antes, soy de un pueblo rodeado de bosques y praderas por todas partes. Cuando era pequeña, pasaba todo el verano a la orilla del río o tirada en el césped. No podía ni imaginar otro entorno. Sin embargo, mi novio siempre ha vivido en la ciudad, así que los parques eran su único contacto con la naturaleza.
Hoy en día, me considero a mi misma también una chica de ciudad, y por eso empecé a apreciar un poco más los parques. Realmente es difícil no admirarlos. En Polonia los parques consisten en espacios abiertos, árboles, ramas, zonas de juego para los niños... y eso esto todo. En París, a menudo los parques parecen obras de arte. Lagos, monumentos, árboles perfectamente cortados y de diversos tipos. Nunca he visto ningún parque como estos en ninguna parte.
París existencial
«Notre Dame» es un monumento impresionantemente hermoso, pero, ya que recibe la visita de tantísimos turistas, pierde este aura mágica que puedes sentir, por ejemplo, en «Saint Sulpice». La devota atmósfera que se conserva entre sus muros y el intenso olor a incienso y a madera antigua no solo que impulsa a sentarte y disfrutar, sino a ahondar en tu propia espiritualidad.
Otro lugar que se aleja mucho de la vida cotidiana es el cementerio «Père Lachaise». Sorprendentemente, este lugar nunca me ha trasmitido sentimientos existenciales y pensamientos sobre la muerte, sino que me ha llenado de paz y felicidad en relación con mi propia vida.
Sin embargo, las Catacumbas me resultaron muy existenciales. Cinco horas esperando para entrar bajo un terrible bochorno solamente para tener el privilegio de dar un paseo rodeada de muertos. Tras salir a la superficie, no puede sacar todos los pensamientos que surgieron en mi mente durante mucho tiempo. El pensamiento dominante fue mi propio reconocimiento de la expresión latina «momento mori». De hecho, todos tenemos un tiempo limitado en la tierra, y no importa como lo utilicemos, al final lo que quedará de nosotros serán solo huesos. Este simple hecho fue increíblemente duro y real para mi. Fue una experiencia bastante deprimente, pero aun así muy catártica.
Una de las experiencias más memorables de mi vida fue el 14 de julio de 2013. Lo celebré en los Campos de Marte, justo bajo la Torre Eiffel, junto a un grupo de amigos, algunos de los cuales acababa de conocer. Comimos, bebimos vino, cantamos y tocamos la guitarra mientras esperábamos el espectáculo. Al caer la noche, tuvo lugar el el espectáculo de fuegos artificiales más bonito que he visto en toda mi vida. Duró unos buenos 30 minutos. La exhibición se acompañó con música y discursos en francés. El lema «liberté, égalité, fraternité» retumbaba en mi cabeza. Fue una de las experiencias mas emotivas que he vivido en París, y sentí orgullo por Francia incluso aunque esté muy lejos de ser francesa.
Un viaje a través de otra vida
Como homenaje a mi yo adolescente que solía estar obsesionada con la historia de María Antonieta, y por su biografía escrita por Antonia Fraser, hice un viaje siguiendo las huellas de esta polémica reina. Por supuesto, fui a Versalles, a la que vuelvo a menudo (hasta el punto de sentir que me sé la audioguía de memoria). También visité «La Conciergerie» y la famosa «patisserie Ladureé», la pastelería que preparó todos los dulces que salen en la película «Marie Antoinette». La última parada de mi viaje fue la tumba de la monarca, la cual se encuentra en la basílica de Saint-Denis. Este es otro de los momentos de mi estancia en París que jamás olvidaré. A pesar de que no me había movido, sentí como si hubiese terminado un viaje.
Bonjour París
Un hábito muy positivo, que exporté a Polonia desde Francia, es la gentileza y la atención que los franceses dejan ver a través de sus modales, la mayoría del tiempo para beneficio de completos extraños (sujetar la puerta, decir buenos días y adiós, etc. ), con una sonrisa en sus caras y, por supuesto, un «merci». No es que en Polonia seamos incultos y groseros, pero en estas situaciones esa amabilidad y esas sonrisas en las caras de gente desconocida es un fenómeno muy raro. Muchos de los compatriotas que me han visitado han notado la diferencia, pero me gustaría que supieran el choque cultural al que tengo que enfrentarme cada vez que vuelvo a Polonia teniendo en cuenta la consideración con la que una japonesa mete en una bolsa tus compras aquí en Francia.
Ir a París para hacer fotos vs. ir a París para cumplir tus sueños
Algunas de las personas que vienen a visitarme no disfrutan París como deberían. En vez de maravillarse con las vistas y zambullirse en la atmósfera parisina, simplemente hacen fotos. Muy pocos de mis amigos realmente "vivieron" París durante sus visitas. Sin embargo, hay una persona que estaba deseando con impaciencia que viniese a verme. Realmente quería enseñarle a esta persona la ciudad y sus mejores caras. Ella es mi madrina. Nunca olvidaré nuestra visita al «Louvre». Siempre que estoy con ella vivo experiencias mágicas. La primera vez que fuimos al museo de noche y entramos por la zona del Puente de las Artes... nunca olvidaré ese momento, cuando entramos al patio del palacio y el ruido y las luces de la calle se extinguieron. Este brusco contraste fue tan increíblemente claro que durante un buen rato, mientras estábamos allí sentadas en medio de dicho patio, rodeadas por las obras de los mejores artistas del mundo, analizamos lo que acababa de pasarnos: casi un viaje a través del tiempo.
Después nos dirigimos a la Pirámide del Louvre. Casi no nos cruzamos con nadie; otro mágico momento en tan solo 20 minutos. Dos días después entramos finalmente en el museo. Mi madrina experimentó el mismo sentimiento que la Torre Eiffel me produjo a mi; se sentó en un banco y empezó a llorar. Este museo era el símbolo de sus sueños hechos realidad; ella había tenido que esperar mucho más que yo para cumplirlos.
Para terminar, no quiero volver a repetir lo hermosa e increíble que es esta ciudad.
Durante mi adolescencia, siempre tuve la sensación de estar perdiendo algún tipo de oportunidad. Sentía que mi pequeño pueblecito no era el lugar adecuado para mi.
Nunca tuve esta sensación mientras vivía en París. He estado viviendo en el centro del mundo, donde todo es posible.
Galería de fotos
Contenido disponible en otros idiomas
- English: My Paris Experience
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